Life and Style (México)

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

- JUAN VILLORO

El poder tiene mil modos de corromper a los hombres. Los políticos lo anhelan como el anillo de Gollum, que en la saga de Tolkien concede la fuerza y la locura. En cambio, los entrenador­es pueden conducir destinos para que otros se realicen. El cargo se presta para ejercer la consigna zapatista de “mandar obedeciend­o”; sin embargo, unos son tiránicos y otros confunden el banquillo con la silla presidenci­al. Me concentrar­é en una excepción: Pep Guardiola. Su aventura comenzó en la posición más humilde del futbol: recogebalo­nes. El pasado 3 de mayo fui a Oventic y oí al subcomanda­nte Marcos (ahora Galeano) decir algo sobre ese oficio. En la zona zapatista los jugadores no se conocen por nombres, sino por posiciones: Portero, Volante, Delantero. El puesto más difícil es el de quien devuelve la pelota a la cancha. En los altos de Chiapas esto significa sortear arañas y culebras entre la niebla para hallar el esférico en un río. Si alguien sufre esos inconvenie­ntes, el juego es posible. La metáfora de Marcos/ Galeano alude a la humildad, no siempre reconocida, en que se funda la grandeza: “Recogebalo­nes, no cualquiera”.

Guardiola no olvidó las enseñanzas de ese oficio. Como jugador se convirtió, al decir de Valdano, en “un entrenador con el balón en los pies”. Iniciaba jugadas que otros concluiría­n. Como técnico, supo que su trabajo se mediría en éxitos. A propósito de Mourinho, su antítesis futbolísti­ca, ha dicho: “Queremos lo mismo, pero no del mismo modo”. El “modo Guardiola” consiste en convertir la victoria en una forma de la estética para demostrar que un equipo es tan grande como su identidad y los valores que defiende.

Poco antes de debutar en el banquillo, visitó a Marcelo Bielsa en Rosario, Argentina. El “Loco” le preparó una parrillada y entre los humos del churrasco comenzó a hablar; Rosario ha dado al mundo los elocuentes discursos del Che Guevara y César Luis Menotti. Bielsa pertenece a esa estirpe. Su arenga duró más de 10 horas. El carbón de la parrilla se había vuelto ceniza cuando Guardiola supo que compartía las conviccion­es del Loco, entre otras, ésta sobre el liderazgo: “Más que obedecido, el líder busca ser interpreta­do. Es la única forma de que su liderazgo sea duradero y se mantenga incluso cuando ya se ha perdido el poder”.

El entrenador de la escuela Bielsa/Guardiola no da órdenes ni impone conceptos; transmite una idea para que los jugadores la asuman “desde abajo”. En este ejercicio del poder, el mando es de quien lo trabaja.

El futbol no es ajeno a la especulaci­ón económica ni la arbitrarie­dad política. Sin embargo, en sus mejores momentos, prefigura otro mundo. Esa utopía lleva el nombre de Guardiola. En cuatro años al frente del Barça, ganó 14 títulos de 19 posibles e hizo debutar a más de 20 jugadores de la cantera; un proceso educativo donde el más novato tuvo algo que decir. Al recibir la última copa, no subió al podio: aplaudió a los suyos desde la cancha, señalando a los verdaderos protagonis­tas de la gesta. Esta manera de entender el liderazgo ha proseguido en el Bayern. Un jugador emblemátic­o de ese equipo es Thiago Alcántara, genio que ha obtenido poco. Nacido en Italia de padre brasileño, se crió en España. Fue un suplente de lujo del Barça, pero las lesiones le impidieron destacar como titular y en la selección española. En Munich ha estado tanto tiempo en el hospital como en la cancha.

Hace unas semanas se recuperó y Guardiola depositó en él la tarea de salvar a un equipo que parecía una enfermería. El entrenador que lo ha ganado todo se apoyaba en alguien con más promesa que realidad. Un par de años antes, al barajar fichajes, había dicho: “O Thiago o nadie”. Sin ritmo de juego, el volante sigue siendo su favorito. La razón es sencilla: los de abajo sueñan con la cima.

En su peculiar concepción del mando, Pep privilegia la fuerza de los débiles. Aunque no gane con ellos, intentarlo vale la pena. ¿Puede un equipo triunfar con gente pequeña? La respuesta está en Xavi, Iniesta y Messi, que disputaron el Balón de Oro para 2010. Cuando Pep supo que Pedro había aprendido a jugar en campos de tierra y su padre trabajaba en una gasolinera, lo llevó al primer equipo.

¿Qué le pide Bielsa a un entrenador? “Enfrentar las dificultad­es sin pervertirs­e […]; estar dispuesto a poner en riesgo lo que poseo […]; tolerar los picos del dolor, saber sufrir”. No hay un político que cumpla con esos requisitos.

Hay un entrenador que los excede: Pep Guardiola.

Juan Villoro es sociólogo y escritor. Ganador del Premio Herralde en 2004, por El testigo, tiene una obsesión: el balón de futbol.

EN SU PECULIAR CONCEPCIÓN DEL MANDO, PEP PRIVILEGIA LA FUERZA DE LOS DÉBILES. AUNQUE NO GANE CON ELLOS, INTENTARLO VALE LA PENA.

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