RÁPIDOS, SUECOS Y FURIOSOS
Nos infiltramos en una tarde de arrancones clandestinos en Estocolmo, donde el objetivo es ganar... y que no te atrape la policía.
Un mensaje de texto en el celular dejó claro que no era una broma y que seríamos invitados clandestinos en Suecia: “A las ocho de la mañana llegará un Audi a su hotel. Sean puntuales”. Nos habían dado la difícil aprobación para estar presentes en las carreras clandestinas de arrancones de Estocolmo, las más reconocidas en el bajo mundo de Europa. En la puerta del hotel, un Audi A6, tuneado de pies a cabeza, con un motor estruendoso, marcaba en su GPS el tiempo de recorrido de poco más de 25 minutos para llegar al lugar de la cita. Se trataba de una bodega cercana a una de las autopistas en la periferia de la capital, donde se encontraban resguardados los dos autos que competirían esa tarde, junto con un equipo de más de cinco personas revisando todos los detalles... nitrógeno, presión de las llantas, motor. Mientras, un grupo de organizadores se comunicaba por radio desde la carretera: “No hay policías. Podemos comenzar”. En cuestión de segundos, los autos protagonistas se pusieron en posición. Un tipo se colocó en medio de los coches, levantó las manos y las dejó caer. La carrera inició: 400 metros de pisar el acelerador a fondo. La odisea terminó en cuestión de minutos, como si nada hubiera pasado, con las huellas de las llantas en el asfalto como testigo. Y sin policía.