“ES SIMPLE: EL SIGNIFICADO DEL PODER CONTIENE EN SÍ LA CORRUPCIÓN DEL HUMANO”.
Paolo responde. Respira agitado. Su molestia es más que visible. Se toma su tiempo y, ahora, él pregunta: “¿Me estás cuestionando, exactamente, sobre qué significa tener el poder?”. La verdad, no es la pregunta lo que lo agita... lo que lo tiene así es la televisión. En realidad, es el fin de la transmisión del partido de Octavos de Final de la Champions League entre el Real Madrid y el Napoli. “Este equipo es la pasión más larga de mi vida”, afirma al ver a los Partenopei, como es conocido el club italiano, que han sido vencidos por los Merengues españoles, llevándose una vez más la ilusión de ser campeones de Europa (la cual sembró, por primera vez, Maradona) y, tamirbién, el sentido del humor del director napolitano que nos recibe en un cuarto de hotel Baglioni Regina, en Roma, para hablar de cine y, sí, de poder.
“Por favor, ¿pueden apagar la televisión?... bueno, como te digo, no se puede concebir el poder sin la corrupción. Pero entendámonos, no hablo de algo económico, es más, ni siquiera hablo de eso. Estoy hablando de la corrupción de los valores y de cómo el poder produce caos, crisis y dolor en el ser humano. Y sí se puede generalizar: los hombres de poder pocas veces son inteligentes para detener su corrupción espiritual”, sentencia, con la convicción de quien conoce el tema. Pero ¿quién es el tal Paolo para poder afirmar semejantes ideas sobre el poder y los poderosos del mundo? Encargado, en su primer largometraje, One Man up (2001), de retratar la vida de dos hombres que se enfrentan a los dilemas de la fama; responsable de retratar las emociones de la mafia italiana en The
Consequences of Love (2004); y también de dar vida al político y siete veces primer ministro italiano, Giulio Andreotti en su filme Il Divo (2008), además de poner sobre la mesa los conflictos de la fe a través de la vida de un papa, en la serie de televisión
The Young Pope (2016), hoy no hay nadie más indicado en el cine para hablar de poder que Sorrentino, quien ha demostrado que su gran obsesión como
storyteller, más allá de la vejez, la orfandad y la belleza, es el poder y lo que puede provocar.
“Más allá de si soy un hombre de cine o de letras, me considero un peculiar contador de historias y