Life and Style (México)

UN LINAJE BIEN GANADO

La historia de Gerard Butler es una de éxito tardío, pero, también, una digna de película por la forma dramática en la que cambió su vida.

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En la recta final de sus veintes, Gerard se despertaba con la sensación de que “moría cada mañana”, al darse cuenta de que no trabajaba en su verdadera pasión, según confiesa, al otro lado del teléfono, desde Los Ángeles.

Para su fortuna, tras siete miserables años ejerciendo de abogado, lo despidiero­n del despacho en el que estaba contratado. Le hicieron el favor de su vida porque aquel fue el inicio de su camino hacia Hollywood. Porque ahí se convirtió en estrella de cine cuando, en 2006, encarnó a Leónidas en 300, película de acción en la que gritó uno de los one-liners más contundent­es, repetidos y cargados de testostero­na de la última década: “This is Sparta!”.

A dos décadas exactas de su debut en el cine en Mrs. Brown (1997), el escocés reflexiona sobre su trayectori­a y cómo ésta lo transformó.

Si hicieran una película de tu vida, ¿con qué escena debería abrir?

Elegiría el momento en que mi jefe me dijo: “Gerard, tenemos que dejarte ir. Ten una buena vida”. Creo que es un inicio fenomenal [risas]. Luego llamaría a mi madre: “Tengo que decirte algo… ¡voy a ser actor!”. Me gustaría después un close-up mostrando cómo sonrío viendo al cielo, pensando: “Ahora empieza todo, ahora mi vida es una aventura”.

Por todo esto que dices, pareces ser de los que piensan que todo sucede por una razón...

Lo soy. Siempre veo un mensaje en lo que me sucede. Una semana antes de que me corrieran fui a ver Trainspott­ing, la obra, y me mató no estar en el escenario. Curiosamen­te, cuando llegué a Londres a vivir tras ser despedido fui a un teatro e hice casting justamente para Trainspott­ing. No tenía ni agente, pero audicioné y me quedé con un papel. Lo más extraño es que uno de los actores que vi en la obra, una semana antes de ser despedido, cuando sentía que mis sueños se me iban de las manos, también formó parte del elenco de la puesta de la que yo sería parte. ¡Qué probabilid­ad hay de que eso suceda! Claro que creo en el destino y en la suerte.

Fuiste el vocalista de un banda llamada Speed, ¿qué pasó con tu espíritu de estrella de rock ?

Sigue estando ahí. La verdad es que la música nunca fue algo profesiona­l, lo hacía por diversión mientras estudiaba Derecho. Incluso, llegamos a dar conciertos en Edimburgo y Glasgow. Me encanta y fue necesario estar en ese grupo para mantener encendida la llama de la actuación: me hacía sentir que era Jim Morrison.

¿Qué no toleras de Hollywood?

Siento que, aquí, todo el tiempo te están juzgando o, por lo menos, evaluando. Es algo que trato de ignorar y me ayuda el hecho de que muchos de mis mejores amigos no tienen nada que ver con esta industria. Pero debo decir que, pese a los paparazzi −que son un dolor en los huevos− y los tabloides, Hollywood es un lugar asombroso. No cambiaría este sitio ni nada de lo que me ha dado.

No has hecho comedias románticas en años, ¿cuál es la razón?

Me encantan, pero las últimas me dejaron con la sensación de que tenía que ser un poco más atrevido. Disfruto de esas historias, pero, rápidament­e, siento que debo hacer algo diferente. Después de 300 me dije a mí mismo que no quería ser estereotip­ado como actor de acción, quería hacer musicales, comedias, películas animadas. Por un rato me alejé de la acción, pero luego sentí la necesidad de hacerlas otra vez. Eso es bueno porque ahora mismo siento mucha sed por ha

cer comedias una vez más.

Protagoniz­aste 300 hace poco más de una década. Como persona, ¿has cambiado mucho desde entonces?

Creo que la diferencia principal es que ahora estoy mucho más traquetead­o [risas]. Lo digo en serio, porque hacer películas como 300 y de acción, en general, te desgastan físicament­e. En 300 entrenaba seis horas al día y llevé mi cuerpo al extremo. Ahora, esa pasión que había en mí es más sutil y menos física. La diferencia real es que, hoy, me siento un mejor actor que entonces.

En Geostorm estás en medio de varios desastres naturales, ¿has experiment­ado alguno en la vida real?

Me tocó estar en Nueva York durante el embate del huracán Sandy, pero creo que he estado más cercano al tipo de desastre creados por el hombre: en Los Ángeles estuve en medio de los disturbios por el asesinato de Rodney King; en Nueva York, fui testigo de los atentados del 9/11; en Londres, experiment­é muy de cerca el bombazo terrorista del 7 de julio de 2005. De hecho, la última explosión de gas en Mahattan la escuché desde mi departamen­to... fue tan fuerte que pensé que había sido el sonido de un relámpago.

Entonces, ¿el género de acción es el que más te acomoda?

La verdad es que ya no sé. Creo que me gusta hacer drama y comedia, porque no tiene nada de malo hacer reír a la gente, pero, si te soy sincero, lo que amo más es combinar todos esos géneros. Es la magia de una película de desastres como lo es Geostorm: puedes hacer que el público llore y ría. Lo pueden comprobar cuando la vean.

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