Life and Style (México)

LECCIONES DE ITALIANO

Viajamos a Solomeo, pintoresco enclave en el norte de Italia, para conocer el taller del diseñador Brunello Cucinelli.

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Vivir, no sobrevivir. Quizás un concepto trillado, pero es la base de la filosofía del diseñador Brunello Cucinelli. Un lector entusiasta que defiende que el significad­o de la vida se definió hace siglos y que cita al emperador Adriano para explicarlo: “La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana”. Y es que, más allá de presentarl­e al mundo el cashmere teñido y de construir sacos al dente —perfectos—, lo suyo ha sido dignificar el trabajo. “Quiero comunicar que nuestras prendas están hechas en un lugar en el que se vive en paz, en el que fabricamos sin dañar a la humanidad”, revela el italiano desde su iluminada oficina, regentada por libros de Sócrates, Platón y Aristótele­s. Hijo de una familia de campesinos, atestiguó cómo los maltrataba­n y quiso cambiar esta costumbre. “Tu mente necesita tiempo para reflexiona­r; trabajar todos los días y, después, curar tu alma”, asegura, defensor del horario de 8 de la mañana a 5:30 de la tarde, para que los empleados puedan tener una vida personal, lleguen al día siguiente más inspirados y continúen poniendo en alto el venerado Made in Italy.

Tenía 25 años cuando inició su negocio y, en lugar de irse a Milán, apostó por Solomeo, la ciudad medieval donde nació su esposa Federica, con la que tiene dos hijas, dos nietas y una fundación en pro de las artes. “Hay un placer en compartir de dónde vienen las piezas y cómo se producen”, asevera el empresario. Es impensable caminar por estas calles e ignorar su presencia. Brunello ha construido un teatro, una escuela de corte y confección, en la que también se imparten clases de jardinería, y hasta restauró el castillo del pueblo, del que paulatinam­ente se fue ganando el título de rey.

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