Life and Style (México)

SENNA: ODIO Y AMOR

- ALEJANDRO ROSAS Alejandro Rosas es periodista deportivo y escritor. Autor del libro Heroes al volante: La Fórmula 1 en México, ha dedicado parte de su vida al análisis y a la historia del automovili­smo deportivo.

“¿Dónde están las mexicanas bonitas?”, preguntó el piloto de 26 años de edad a los periodista­s que lo entrevista­ban; se veía relajado, afable, cordial, sin pretension­es. Así llegó Ayrton Senna a México en 1986, cuando el autódromo Hermanos Rodríguez volvió a recibir a la Fórmula 1.

Seis años después, la cordialida­d y la tranquilid­ad no existían más.

De 1986 a 1992, la afición mexicana fue testigo de cómo el brasileño se transformó en uno de los mejores pilotos de la historia del automovili­smo, pero también en un genio enloquecid­o y a pesar de que el público se le entregó, año con año, Senna no tuvo una buena relación con el autódromo de la Magdalena Mixhuca (de 1986 a 1992, tuvo una victoria, un segundo lugar, dos terceros y tres abandonos).

Por ejemplo, en 1987, corriendo para Lotus, se despistó durante el Gran Premio y como la ayuda que le prestaron el jefe de pista y su gente fue insuficien­te para que arrancara de nuevo, tuvo que abandonar, furioso, su auto y arremetió a patadas contra el jefe de pista. A partir de 1988, ya firmado con McLaren, Senna había dejado atrás la sencillez. En 1989, llegó con Prost a México en plena confrontac­ión. Ayrton demostró que era el piloto del momento; luego de cruzar la meta, los asistentes sacaron pañuelos blancos, como si fuera una tarde de toros, y los agitaron para saludar el paso del ganador. Una satisfacci­ón que contrastar­ía, dos años después, cuando el 14 de junio de 1991, durante las prácticas libres, se estrelló en la curva peraltada. El automóvil se volcó y Ayrton quedó debajo de su McLaren. La bandera roja ondeó por todo el circuito y el accidente se llevó todos los reflectore­s, pero no pasó a mayores.

Para el año siguiente, Ayrton ya se había consagrado como el mejor piloto del mundo; no sólo por los títulos que tenía en su haber –era el campeón defensor-, sino por la forma en que manejaba... era un piloto perma- nentemente al límite; sin embargo, al igual que había sucedido en 1991, Senna se accidentó de nuevo en México. Luego del impacto, las cámaras de televisión tomaron al piloto; se veía ligerament­e conmociona­do, pero consciente. Una vez que le retiraron el casco, mostraba gestos de dolor cuando movía el cuello y fue necesario que las asistencia­s le colocaran un collarín. El accidente no pasó a mayores, pero, en las siguientes horas, Senna despotricó contra todo y contra todos, hizo tremendo berrinche y declaró: “No estoy aquí para morir. Correr en México es verdaderam­ente peligroso… no deben esperar a que haya un accidente fatal para tomar medidas”. Y aunque reconoció que había sido su culpa, propuso que el GP de México fuera cancelado hasta que la pista “no esté en buenas condicione­s”.

Las declaracio­nes desataron la mayor polémica registrada fuera de la pista en la historia del GP de México. De inmediato llegó la respuesta de José Abed, presidente del comité organizado­r: “El problema del señor Senna es que, anteriorme­nte, él ponía las condicione­s, pero ahora se las están poniendo. Además, la clase de accidentes que ha vivido Ayrton en México resultaría­n de peores consecuenc­ias en su natal Brasil porque sus pistas no pueden equiparars­e a la nuestra”. Ahí, los periodista­s brasileños acreditado­s en México salieron en la defensa de su compatriot­a y de su autódromo; la televisión carioca hizo varios reportajes sobre la pista mexicana y sus reporteros la recorriero­n minuciosam­ente para demostrar que Senna, tenía razón. Y como era de esperar, el público mexicano defendió el honor nacional y no dudó en mentarle la madre a Senna cada vez que salía a la pista.

El día de la carrera, el brasileño había amenazado con no correr, pero al final lo hizo; durante la carrera tuvo un problema en la transmisió­n y abandonó. Mientras se dirigía a los boxes, sólo escuchó un largo abucheo.

Así fue despedido de su último Gran Premio de México.

“NO ESTOY AQUÍ PARA MORIR. CORRER EN MÉXICO ES REALMENTE PELIGROSO”, DECLARÓ SENNA TRAS SU ACCIDENTE EN EL AUTÓDROMO HERMANOS RODRÍGUEZ, EN 1991.

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