LADRILLO SOBRE LADRILLO

En la entrada del parque industrial, un perro orina a un cactus y sonríe. Tan sólo en la peculiar mueca de travesura hay cerca de mil piezas de Lego, a ojo de buen cubero. “En la composición total, hay más de 18 mil”, menciona Marylia, cuando nos ve calculando, alejados de la verdad, en el popular juego de ‘atínale al brick’.

Ella será la encargada de mostrarnos cada una de las áreas que componen la fábrica más grande del mundo del juguete más popular (y la segunda marca más respetada del mundo, de acuerdo a la encuesta del Global RT100 2018 del Reputation Institute) y apenas en los primeros metros de recorrido, con la sonrisa de un perro de plástico como testigo, ya encontró el pretexto para resumir lo que sucede cada día en esos 190 mil metros cuadrados: calidad y seguridad.

Han pasado diez años desde que la marca danesa apostara por traer al norte del país una fábrica que, poco a poco, le ha ganado terreno a sus similires en el resto del mundo y que hoy se encarga de cada uno de los pasos que dan vida a un juguete Lego, fabricando más de 87 millones de piezas al día (una cifra que cambiará bastante en los siguientes 4 años, cuando la fábrica aumente su capacidad de producción

Visitamos la Fábrica de Lego, en Nuevo León, para comprobar cómo una década después de su apertura es el referente global.