NOLITE TE BASTARDES CARBORUNDORUM
Las culturas del paleolítico veneraban a una mujer: la Gran Diosa. Hay imágenes de ella en cuevas remotas, donde los homínidos plasmaron este culto que reconocía en la figura femenina el poder supremo de dar vida. Era una época en la que no había guerras, en la que nuestros ancestros vivían en armonía con su entorno, concentrados en sobrevivir pero también en comprenderse a sí mismos y a los otros. Esto cambió con los siglos: la Era de Bronce dio paso a la especialización de las armas, a una dinámica de invasión y conquista. La Gran Diosa comenzó a ser olvidada y las sociedades se rindieron a una visión masculina y violenta del mundo.
Pero estoy convencido de que los hombres de poder no han hecho mejor a este planeta. Incluso han estado a punto de destruirlo numerosas veces, como los recientes braguetazos de Trump y Kim Jong-un —escuincles jugando a la guerra atómica— han demostrado. No sugiero que la solución a estos males sea borrar a los hombres del mapa y entregar los puestos de influencia a mujeres; pero los peligros del llamado mansplaining son más que alarmantes.
La ficción siempre ayuda a poner en perspectiva las cosas. La autora canadiense Margaret Atwood publicó, en 1985, El cuento de la criada, una inquietante ficción sobre una sociedad donde los hombres despojan de todos sus derechos a las mujeres. A 30 años de haber sido editada, la novela resulta más vigente que nunca y, por fortuna, ha tenido un necesario —y urgente, agregaría— segundo aire gracias a la serie televisiva producida por la plataforma Hulu .
Con una aguda mirada anticipatoria, la historia se sitúa en Estados Unidos, con una dictadura donde las mujeres viven al servicio de los hombres, y están divididas en castas. Las “criadas” habitan con las familias de los militares poderosos; su función específica es la reproducción, debido a la crisis de fertilidad que asola a la nación. A través de Defred, la protagonista, conocemos el viacrucis diario de las criadas: usar cofias en la cabeza, de manera que no vean más allá de lo que tienen enfrente; no hablar con nadie excepto sus compañeras de compras; fornicar con el militar al que sirven mientras la esposa de éste sostiene su cabeza y, si no consiguen embarazarse, ser desterradas a las Colonias, lugares contaminados por desechos tóxicos donde los parias apenas sobreviven.
Cierto día, Defred descubre una enigmática frase en el fondo del ropero de su cuarto, grabada por la criada que la antecedió: nolite te bastardes carborundorum. Y descubre su significado: no dejes que los cabrones te hagan polvo. Defred transforma entonces su curiosidad en un objetivo: intentar la fuga. Tras entrar en contacto con un grupo clandestino de resistencia, ve que sus posibilidades son más que una fantasía libertaria.
En el prólogo a la reciente edición de El cuento de la criada (Salamandra, 2017), Atwood confiesa que la pregunta que con más frecuencia le hacen es si escribió un libro feminista. Y contesta: “Si eso quiere decir una novela en la que las mujeres son seres humanos y además interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para el asunto, la estructura y la trama del libro… Entonces sí”. Por supuesto, su novela es feminista, no sólo por el papel vital de las mujeres en el argumento, sino por la denuncia implícita en sus páginas. La misma Atwood revela que la novela fue inspirada por diversas atrocidades, desde el control de las mujeres y sus descendientes, clave de todo régimen represivo; pasando por la esclavitud y la mercancía humana, hasta el robo de niños en Argentina.
En La caída del hombre, el inglés Grayson Perry afirma: “Cuando veo las noticias de la noche por televisión, a veces me parece que todos los problemas del mundo pueden reducirse a uno: el comportamiento de personas con cromosoma. Y, pues son hombres quienes tienen el poder, el dinero, las armas y los antecedentes penales”.
Mientras tanto, en la cueva primigenia, la Gran Diosa sabe que el cambio se avecina.
“LOS HOMBRES DE PODER NO HAN HECHO MEJOR A ESTE PLANETA. INCLUSO, HAN ESTADO A PUNTO DE DESTRUIRLO VARIAS VECES”.