JORGE RAMOS PUBLICA UN LIBRO SOBRE SU VIDA COMO INMIGRANTE EN LA ERA TRUMP. EL PERIODISTA ES PARTE DE NUESTRO ESPECIAL 'HOMBRES DE PODER'.
DESDE HACE MÁS DE 30 AÑOS CONDUCE EL NOTICIERO EN ESPAÑOL MÁS IMPORTANTE DE ESTADOS UNIDOS. SU ESTILO AGRESIVO DE ENTREVISTAR, PLANTEADO COMO UNA BATALLA, HA EXHIBIDO A MÁS DE UN GOBERNANTE. ¿QUÉ TIPO DE PODER TIENE QUIEN DECIDE ENFRENTAR A LOS PODEROSOS?
Ha entrevistado a presidentes, expresidentes y aspirantes a presidentes; a cantantes, escritores, políticos, líderes migrantes y antiinmigrantes, religiosos y empresarios. La de Jorge Ramos es una de las voces más influyentes de la televisión estadounidense desde hace varios años, pero su importancia ha aumentado con Trump. Ramos es un preguntón desobediente que no espera a que los poderosos le cedan la palabra, por el contrario, está dispuesto a levantarse de la cómoda silla en medio de una conferencia de prensa para hacerse escuchar con las preguntas sobre temas relevantes para los latinos que viven en el país del norte.
Éste no es un miércoles cualquiera en la Ciudad de México. Hoy, la selección nacional, a pesar de que perdió su tercer partido de la primera fase del Mundial, contra Suecia, se ganó el pase a los octavos de final gracias al triunfo inesperado de una debilitada Corea del Sur sobre la poderosa Alemania. Días después, Brasil eliminaría al equipo tricolor, pero el grupo de aficionados que ahora festeja alrededor del Ángel de la Independencia aún no lo sabe. Por lo pronto, celebran al igual que lo hace Jorge Ramos, quien de niño quería ser futbolista.
El periodista de origen mexicano está en la capital del país para participar en la cobertura informativa de las elecciones presidenciales en las que Andrés Manuel López Obrador resultó electo. La cita es en las oficinas de la cadena estadounidense en español Univision, ubicadas cerca del emblemático monumento donde se celebran las victorias de los deportistas nacionales, aunque, en este caso, se trate de una derrota.
—Hola, soy Jorge Ramos. Así se presenta el hombre que, en agosto de 2015, se levantó de su asiento durante una conferencia de prensa en Iowa para hacerle una pregunta incómoda al entonces candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Con el argumento de que no había esperado su turno, Ramos fue sacado del lugar por una persona de seguridad, un acto que quedó registrado por las cámaras y le dio la vuelta al mundo. Ante la presión de otros periodistas, lo dejaron volver al salón y pudo interrogar a Trump, pero la imagen de su expulsión se convirtió en una señal ominosa de la intolerancia del hoy mandatario con la prensa.
NACIDO PARA SER PERIODISTA
Obedecer y no interrumpir a las personas cuando hablan son dos códigos de conducta que los padres suelen enseñar a sus hijos desde pequeños. Éstas fueron las primera reglas que Jorge rompió. Nació en 1958 y creció en los suburbios de la Ciudad de México en una familia con cuatro hermanos, una madre feminista y un padre al que califica como autoritario que lo envió a un colegio católico de religiosos que, recuerda, eran golpeadores.
“Mi única manera de sobrevivir fue cuestionando y protestando e interrumpiendo a mi papá, a los sacerdotes y a los políticos. Crecí rebelándome ante ese México que me ahogaba”, asegura.
Para su padre arquitecto, además de la suya, sólo existían otras tres profesiones legítimas: abogacía, ingeniería y medicina. Pero a Jorge no le interesaban. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana, un tanto por gusto y otro tanto, confiesa, por el grado de rebeldía.
El 30 de marzo de 1981, John Hinckley Jr., un hombre obsesionado con la cinta Taxi Driver y, sobre todo, con el personaje de Jodie Foster, intentó asesinar al presidente Ronald Reagan a su salida de una conferencia en el hotel Hilton de Washington D.C. En la estación de radio donde trabajaba Jorge Ramos, necesitaban a un corresponsal que viajara a la capital estadounidense para cubrir la noticia. Él era el único con una visa vigente y que, medianamente, hablaba inglés.
En medio del caos de su primera cobertura internacional, Ramos comprendió que había nacido para ser periodista. “Estaba en el lugar del mundo en el que pasaba algo importante”, dice.
Más adelante probó suerte en la televisión. Lo contrataron en la empresa televisiva más importante del país, pero, en 1982, renunció a su trabajo en el programa 60 minutos de Televisa. La razón es que lo habían censurado al no dejarle transmitir un reportaje con opiniones críticas de intelectuales sobre la figura presidencial. A los 24 años y con una carrera periodística que en México se le antojaba imposible, decidió que lo mejor que podía hacer era emigrar.
EN EL MISMO IDIOMA
Sergio Aguirre ha cruzado la frontera dos veces. La primera fue en 1998, con papeles falsos pero por una garita. La segunda, en 2005, caminó cerca de 10 horas por el desierto. En esa ocasión llegó a San Francisco donde trabajó como carnicero en La Michoacana, una tienda de abarrotes propiedad de un hombre de origen árabe. Una de las cosas que más recuerda de esos años era regresar a la casa donde otra familia de inmigrantes mexicanos le rentaba un cuarto y ver el noticiero de la noche.
Sergio se enteraba de lo que pasaba en México a través del televisor. Mantenía el interés de lo que ocurría en su país, donde estaba el resto de su familia, al escuchar la información en voz de un hombre que hablaba su mismo idioma. Era la voz de Jorge Ramos.
Cuando Jorge se mudó a Los Ángeles en 1983, estudió un curso especializado en periodismo y televisión en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Un año después comenzó a trabajar en Univisión y, desde 1986, es el conductor titular del noticiero más importante de la cadena. Desde ahí se ha convertido en una de las voces más fuertes de la comunidad latina y, en 2015, la revista Time lo incluyó en su lista de las 100 personas más influyentes del mundo.
“Verlo era muy importante porque nos representaba a nosotros. Él hablaba por la gente”, afirma Sergio Aguirre.
LAS ARMAS DE SU GUERRA
La escritora y periodista Oriana Fallaci fue uno de sus referentes. Jorge la admira desde que leyó su libro Entrevista con la historia, que recopila algunos de sus encuentros con líderes mundiales, como Henry Kissinger, Golda Meir, Yasir Arafat, el rey Hussein de Jordania o Indira Gandhi. La italiana decía que “las entrevistas son como una guerra, a veces gana el entrevistado y a veces gana el entrevistador”, dice Ramos, quien coincide con esta forma de pensar.
Con esta idea ha emprendido batallas verbales contra personajes cruciales en momentos históricos: Barack Obama, Fidel Castro, Hugo Chávez, Bill y Hillary Clinton, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Enrique Peña Nieto y todos los candidatos presidenciales en las pasadas elecciones de México, por mencionar algunos.
A todos estos enfrentamientos se ha presentado con una sola arma. “Nuestro gran poder como periodistas está en la pregunta”, asegura. Salir victorioso depende de hacer el cuestionamiento que rompa al entrevistado, encontrar su principal debilidad y vulnerabilidad: si ha mentido, si ha dicho cosas contradictorias o si ha abusado del poder. “Si antes de hacer una pregunta estás nervioso y te sudan las manos, ésa es la pregunta que tienes que hacer”, añade.
Esto no es algo que haya sabido desde siempre. “Me tomó años y todavía fallo. Aún pierdo muchas entrevistas”, confiesa. Pero su trabajo, agrega, es asegurarse de que se sepa la verdad en sociedades donde los políticos mienten. Según su visión, el periodismo es un servicio público y su función principal es evitar que los de arriba abusen de su poder. Por eso, el periodista siempre está en contra de los poderosos. “Tu trabajo no es confiar, tu trabajo es desconfiar de todo y de todos. Nuestra labor como periodistas es ser contrapoder”, dice.
“Hugo Chávez era muy mentiroso, demagogo, dictatorial, tenía presos políticos y censuró a la prensa... y era muy buen entrevistado”.
VIVIR EN LOS TIEMPOS DE TRUMP
“Los malos son muy buenos entrevistados”. A esta conclusión llegó después de años de encuentros con líderes internacionales. Como la segunda vez que habló con Hugo Chávez, cuando el entonces presidente venezolano lo llevó a una provincia muy cerca de la frontera con Colombia y rodeó las dos sillas metálicas donde se sentaron a conversar, en el centro de una cancha de baloncesto, de simpatizantes chavistas que abucheaban los cuestionamientos de Ramos.
“Chávez era una persona muy mentirosa, demagogo, dictatorial, tenía prisioneros políticos y censuró a la prensa, y era muy buen entrevistado”, señala Jorge. Tan bueno como el dictador cubano Fidel Castro e igual de interesante que el expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari.
Sus más de 30 años en este oficio le dicen que es a estos momentos a los que hay que llegar con las armas listas y hacer la pregunta que los va a golpear, herir y desnudar. Instantes difíciles de olvidar en los que ha estado frente a personajes que tienen el poder de cambiar el destino de sus pueblos.
Como se mencionó, Donald Trump fue un caso particular para el periodista mexicano, quien también tiene la nacionalidad estadounidense. En junio de 2015, le envió una carta manuscrita solicitándole una entrevista para dialogar sobre sus declaraciones en contra de los migrantes mexicanos. Como respuesta, Trump publicó una foto de la carta en su cuenta de Instagram, junto con el número del teléfono celular de Ramos. Este acto fue el preámbulo para el episodio en que el equipo del político sacó a Jorge de la conferencia de prensa en Iowa, cuando comenzaba a articular una pregunta sobre los 11 millones de migrantes que Trump pretende expulsar del país y el muro que quiere construir en la frontera con México.
“A veces pienso que me he estado preparando durante toda mi vida para este momento”, escribe en su libro más reciente, Stranger, el de
safío de un inmigrante latino en la era de Trump, editado por Grijalbo y en el que narra su experiencia a partir de ese incidente.
Para Eileen Truax, otra periodista mexicana radicada en Los Ángeles que ha escrito los libros Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano, We Built the Wall y Mexicanos al grito de Trump, Ramos es un referente no sólo para la comunidad latina, sino que, además, es reconocido por buena parte de los anglosajones. Un asunto poco común, pues, dice Truax, son más bien los acto- res o los cantantes quienes consiguen este grado de visibilidad. Luego de pensarlo unos minutos, afirma: “Es el periodista de origen latino que más se identifica en Estados Unidos”.
A pesar de que puede tener discrepancias con él y con su estilo agresivo de entrevistar, Eileen no deja de reconocer que es muy importante para la comunidad latina contar con personas inteligentes que tengan un conocimiento político, autoridad y presencia en todo el país, no sólo entre la propia comunidad. Piensa en Ramos, pero también en los cineastas galardonados con el Óscar Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu. Gente que con su impacto mediático logra hacer un contrapeso al discurso antiinmigrante y antimexicano de la Casa Blanca. De Ramos le gusta que es un hombre bien informado y que, ante un acontecimiento relevante desde el punto de vista noticioso o político, siempre tiene muchos elementos para contextualizarlo. “Es lo que se espera de un periodista veterano”, afirma Truax, que tenga la capacidad de vincular lo que ha aprendido en toda su trayectoria para ayudar a dimensionar la información actual.
Otra virtud de Ramos, según ella, es que puede explicar lo ocurrido hace algunos años en otros gobiernos y eso le permite realizar proyecciones a futuro.
AL AIRE
De vuelta en el estudio de Univision México, Jorge Ramos se prepara para hacer un enlace. Se pone el saco y se ajusta la camisa azul que viste ese día. Se coloca frente a la cámara y verifica que el encuadre esté correcto. Pide al camarógrafo abrir un poco la toma para que puedan aparecer los cientos de fanáticos que continúan celebrando el pase de México a los octavos de final del Mundial de Rusia y que se alcanzan a ver por una de las ventanas que dan hacia Paseo de la Reforma.
Saca de su bolsa una hoja de papel arroz con la que limpia el brillo de su rostro y está listo. Se anuda una corbata de color oscuro, sencilla y delgada. “¡Qué bonita corbata!”, le dice la mujer que se encarga del maquillaje en este estudio. Él agradece el cumplido y le explica que a su abuelo le gustaban mucho las corbatas, al igual que a su padre, de quien heredó algunas prendas.
Son las 5:30 de la tarde y nos piden que salgamos del estudio. El enlace con Miami está a punto de comenzar. Jorge Ramos tiene que trabajar.