Fractales
En nuestro primer ejercicio de contar una historia que demuestre nuestro amor por el print, colabora este cineasta, director de Esto no es Berlín, quien aceptó tomar fotos con una cámara analógica.
Pensar antes de hacer clic, ponderar el peso de cada decisión, resistirse al impulso irreflexivo de una época dominada por lo digital, en la que las fotografías y, con ellas, nuestros recuerdos, se almacenan sin parar en la memoria de un teléfono o en la nube. Invitamos al director Hari Sama, quien en enero estrenó Esto no es Berlín en el Festival de Cine de Sundance, a usar una cámara analógica para contar una historia con imágenes que sí se imprimen en papel, fotos que se pueden tocar.
“No tengo ni siquiera una referencia de tiempo de cuándo fue la última vez que tomé fotos con una cámara analógica. Puede que fuera hace unos 15 años. Es un joya poder escuchar el obturador mecánico de nuevo. Sucede algo diferente, una especie de alquimia. Sobre todo, ahora que la imagen se ha vuelto una especie de verborrea: sacas el teléfono y haces una ráfaga de 40 fotos en segundos. En cambio, en este proceso hay un misterio.
“Me puse a reflexionar qué era lo que me interesaba contar e invité, para ver qué inventábamos, a Ximena Romo, José Antonio Toledano y Mauro Sánchez Navarro, mis actores amigos de Esto no es Berlín. Es una película sobre mi adolescencia en los años 80 que me vulnera de forma muy particular, porque en ella expongo públicamente cosas de las que no había hablado nunca, desde la exploración de la sexualidad hasta lo que significó crecer en una familia muy rota y padecer una sensación de abandono.
“Al pensar en el concepto para Fractales, que nada tiene que ver con mi película aunque fotografío a los protagonistas, me di cuenta de que, al final, mi interés siempre está en la manera de introducir lo violento dentro de lo sutil. Tengo una pasión por las armas y lo reflejo al incluirlas en un proyecto personal de intervención de los comerciales que dirijo. Es curioso, porque no es apropiarme de un material, pues soy yo quien toma la foto, pero, en cierta medida, lo hago, me apropio de la producción de un cliente a quien no se le pidió autorización para esto. Son fotos tomadas en sets que están hechos para comunicar los beneficios de un producto, en los que todo es felicidad y está prohibido mostrar profundidad o dolor, o exponer las cosas que realmente importan. Entonces, incluyo un arma como un elemento muy disruptivo en situaciones muy cotidianas. Me gusta que la pistola, como en una de las fotos de Fractales, incluso parezca una especie de ícono religioso, porque da la impresión de que la persona que la sostiene está rezando con ella entre las manos.
“Me gustó la sensación que me provocó saber que tenía un número limitado de fotos. En cámaras digitales las puedes revisar; aquí me pasé parte del día pensado si el foco fue el correcto. Fue volver a sentir una magia que ya no hay por la inmediatez de la tecnología”.