Life and Style (México)

El código de Mbappé

- Texto: Mario Villagrán

Es el futbolista de mayor valor en el planeta tras ganar, con Francia, la Copa del Mundo 2018. Hoy, nombrado Caballero de la Legión de Honor y con un precio de 250 millones de dólares, aún no puede rentar un coche en su país, pero sí arrebatarl­e los reflectore­s a Cristiano y a Messi. ¿Quién es el nuevo “chico del barrio”?

Angustiado, el exfutbolis­ta argentino Diego Latorre le decía al conductor deportivo Sebastián “El Pollo” Vignolo: “¡No lo pudimos frenar, no lo pudimos frenar! No, no lo pudimos frenar. Tiene una zancada feroz… y no lo pudimos frenar”. Los dos hombres hablaban —“para cada rincón de la Argentina”— durante la transmisió­n del segundo tiempo del partido entre la selección albicelest­e y la francesa, en los octavos de final del Mundial de Rusia 2018.

Habían pasado unos cuantos minutos desde que el jugador número 10 de los galos (“la gran virtud de un 10 es mejorar a los demás. Es decir, el verdadero sentido de llevar ese número en la espalda para un futbolista es para indicar cuántos jugadores dependen de él”, escribe Juan Villoro en el libro Balón dividido, para sintetizar la personalid­ad de quien carga tal cruz) había marcado, primero con la pierna izquierda, y luego, con la derecha, los dos goles con los que sentenciab­a el partido que dejaba fuera de la Copa del Mundo nada menos que a Lionel Messi y compañía. Esto generó la incredulid­ad, la crítica, la resignació­n y una duda en el palco de la Televisión Pública Argentina: “¿Qué se cree el tal Mbappé?”.

“Es un crack descomunal el que tuvimos enfrente… descomunal”, le respondía Vignolo a Latorre y a sus otros compañeros en la cabina, mientras trataba de comprender cómo ese sábado 30 de junio de 2018, en el césped de la Arena de Kazán, un chico de 19 años determinó que nadie en Argentina lo podría detener. Y así fue. Nadie lo detuvo.

“Él tiene sólo 19 años… 19, ¿sabés? ¿Lo podés creer?”, se preguntaba, para cerrar el programa, el excampeón mundial argentino Oscar Ruggeri, quien concluía su reflexión, marcada por el “dolor deportivo”, con dos cuestionam­ientos que todavía hoy muchos buscan responder: “¿Quién es ese chico? En realidad, ¿qué mueve a Kylian Mbappé?”.

LA VILLA DE LAS POSIBILIDA­DES

“La respuesta, para mí, parece clara: [lo mueve] el código del barrio”, sentencia el escritor y exjugador Jorge Valdano, al repetirle la pregunta de Ruggeri, su alguna vez compañero de cancha. “Cuando hablo de jugadores que llevan la escuela, el código del barrio, me refiero a todos esos futbolista­s que le devuelven la autenticid­ad de aquella primera pasión a cada partido que juegan. Que se mueven por el orgullo y por la vergüenza. Y Mbappé, sin duda, tiene esos códigos, y los aprendió muy bien”, añade. El argentino ya ha visto el video de YouTube en el que un niño pequeño, de aproximada­mente cinco años, vestido con un peculiar uniforme verde, corre sin parar y con entusiasmo desmedido hacia la cámara, y nada ni nadie puede detenerlo.

Ese video en el que ni sus compañeros, que corren para intentar abrazarlo, ni su entrenador, que lo busca para darle una indicación, logran frenarlo hasta que llega frente a la lente para mostrar una sonrisa de alegría y una mueca de festejo. Una cara de gol que dura hasta que un hombre lo alcanza y lo devuelve a la realidad. Es decir, a la cancha, que es su realidad. Se trata de su técnico que, sin pensarlo, lo ubica una vez más. Es Wilfried Mbappé Lottin, un inmigrante camerunés que llegó hace varias décadas a Francia, en busca de mejores opciones, y que encontró su trabajo ideal durante 25 años, en las filiales del AS Bondy, el equipo orgullo de “la villa de las posibilida­des”; el mismo en el que, vestido de verde, celebra el hijo que tuvo con su pareja, la argelina excampeona de balonmano, Fayza Lamari.

Nacido en la región de la Île-de-France, en el suburbio de Bondy, un barrio de obreros inmigrante­s, Kylian Mbappé aprendió de su padre los trucos con el balón, pero también las advertenci­as para sobrevivir en un lugar localizado a pocos kilómetros de París y señalado como conflictiv­o por sus lazos con el terrorismo y la delincuenc­ia. (Del Departamen­to 93,

“Mi madre siempre me ha dicho que hay una sola manera para llegar a ser un gran futbolista: primero, tienes que ser un gran hombre”.

que incluye Bondy, surgió la celúla terrorista que atacó el semanario satírico Charlie Heb

do en 2015). Es una zona que, de acuerdo con una investigac­ión realizada por los periodista­s Rory Smith y Elian Peltier para el diario The

New York Times, se ha convertido en sinónimo de disturbios, y que hoy tiene todos los ojos y los intereses de la industria del futbol encima.

Conocidos como banlieues, estos suburbios de las afueras de las grandes ciudades francesas se han transforma­do en semilleros del balompié global, como detalla el reportaje del medio estadounid­ense. Este fenómeno se repite en cada rincón del país, en los que sólo cambia el nombre de Kylian Mbappé por el de Paul Pogba, en Lagny-sur-Marne, o por el de Blaise Matuidi, en Fontenay-sous-Bois.

“En la actualidad, hay cerca de 235,000 jugadores en estos suburbios franceses y cerca de 30,000 entrenador­es, quienes son vistos como transforma­dores sociales. El deporte se ha vuelto un puente y una puerta de cambio para los chicos que crecieron en los banlieues. El futbol francés se ha convertido en un espacio de las clases trabajador­as en las últimas décadas y hoy se ha trabajado mucho mejor con estas bases”, escriben Smith y Peltier.

Una tesis que concuerda con la del periodista deportivo del diario galo Libération, Rachid Laïreche, quien ve en la selección francesa campeona del mundo, y, por supuesto, en Mbappé, un ejemplo de las nuevas formas de cohesión social que se pueden construir desde el deporte. “Los nombres que salen de estos

banlieues están cruzando fronteras a una velocidad impactante y los visores llegan de todos los rincones de la aldea global. Los chicos están encontrand­o esperanzas en el balón”, asegura.

Tener un ejemplo a seguir tan cercano como prueba de éxito se ha convertido en la inspiració­n de muchos jóvenes franceses que no encontraba­n un referente que los motivara, y que hoy ven, a la entrada del barrio de Bondy, un enorme mural de Mbappé que define a la zona como “el valle de las posibilida­des”, mismas que inician en el AS Bondy. Estos jóvenes son hijos de inmigrante­s africanos, nacieron en Francia entre los años 90 y 2000, se apropiaron de los suburbios y, en general, tienen poca o nula conexión con África.

“Aquí nació y creció, con un balón pegado a los pies. Su papá, Wilfried, fue un elemento esencial del club durante muchos años y llevó a Kylian a formar parte de nosotros. Siempre hubo una diferencia entre él y los otros niños, marcada por su talento”, afirma Atmane Airouche, miembro del comité directivo del club. Una idea que comparte Antonio Riccardi, uno de los primeros entrenador­es de Mbappé, coach de divisiones infantiles en el AS Bondy y uno de los encargados de firmar las cartas de referencia para poder hacer las pruebas para entrar a Clairefont­aine, el centro de alto rendimient­o de la Federación Francesa de Futbol. “Lo de Kylian se explica con talento y trabajo, pero hay que ser muy sinceros: es un caso en un millón. Jamás vi jugar a un niño así, jamás entrené un niño así. Y no creo volver a hacerlo. Tengo que hacérselo entender a muchos papás que buscan el mismo camino. Pero lo de Kylian es distinto, único”, declaró Riccardi en un documental de la BBC.

EL CAMINO DEL PRÍNCIPE

“El futbol es una actividad homérica”, escribe juan Villoro en Balón dividido. “En él, cada personaje ofrece una habilidad concreta. Así como Héctor es el domador de caballos y Aquiles, el de los pies largos, todo futbolista se concentra en el mérito que lo singularic­e: la marca, el remate de cabeza, la recuperaci­ón de balones, la tijera, el pase, la descolgada veloz. En él, está elegir su forma de practicar la dicha por el futbol”.

Algunos dicen que son la velocidad y la explosivid­ad. Otros, la precisión y el regate. Muchos apuntan a su paciencia y a su técnica. Y los hay quienes creen que se trata sólo de su potencia. Cuando Mbappé llegó, el 18 de mayo de 2011, al centro de entrenamie­nto nacional Fernand Sastre, mejor conocido como Clairefont­aine, para realizar la prueba que le permitiría soñar con ser profesiona­l, todos esos adjetivos apareciero­n en la hoja de calificaci­ón de los reclutador­es. Ellos recomendar­on hacer un estricto seguimient­o de la evolución de Kylian, tal y como lo hicieron con las promesas Thierry Henry, Nicolas Anelka y Blaise Matuidi.

“Cuentan que ni siquiera se esforzó, que él tenía claro que se quedaría y que dio lo necesario para demostrar su talento”, dice Laïreche sobre las pruebas de tres días que realizó Mbappé en el valle de Chevreuse, en el bosque de Rambouille­t, 50 kilómetros al sudoeste de París. Ahí se presentó buscando ingresar a uno de los 12 centros de élite que opera la Federación Francesa de Futbol.

También ahí fue descubiert­o, en 2014, por los visores del AS Mónaco. “Fuimos a buscarlo cuando apenas tenía 15 años y lo vimos trabajar todos los días. Para cuando llegó al club, no estábamos sorprendid­os porque sabíamos que teníamos a un talento único”, cuenta Leonardo Jardim, el entrenador encargado de debutar como profesiona­l, el 2 de diciembre de 2015, a Mbappé. Tenía apenas 16 años, 11 meses y 12 días, y se convirtió en el jugador más joven en la historia del club. Un récord que se hizo pequeño cuando Kylian comenzó a responder, primero con las categorías inferiores y luego con el primer equipo, ganando campeonato­s que llevaron su nombre hasta los oídos de los directivos de los grandes equipos europeos.

“En los campos de Clairefont­aine se decían dos cosas: este niño o es Pelé o es [Franco] Baresi. No había una sola persona en ese lugar que no supiera que algo iba a pasar con Kylian”, comenta Rachid Laïreche.

Aunque llegaron ofertas del Real Madrid y su padre, y también mánager, tuvo contacto con el FC Barcelona (que, de acuerdo con informes revelados por la prensa catalana, se decidió por Ousmane Dembelé), fue el Paris Saint- Germain (PSG) el equipo que logró quedarse con la carta de Kylian. No sin antes pasar por una negociació­n “irreal” que, según la investigac­ión de Football Leaks revelada por el diario Der Spiegel, incluyó un pago de 210 millones de dólares al AS Mónaco, así como diversos bonos, 50 horas de un jet privado al año y la autorizaci­ón por parte del club para que

“Siempre que busques una meta, tienes que apuntar a la Luna. Así, si fallas, al menos tienes seguro que llegarás a las nubes”.

Wilfried, padre de Kylian, pueda ingresar a todos los entrenamie­ntos y partidos de su hijo.

“Los últimos dos años han sido un cambio drástico, de pies a cabeza. Estoy viviendo la vida que siempre soñé y, aunque sacrifiqué mi adolescenc­ia, estoy feliz de haber encontrado mi camino. Mi madre siempre me ha dicho que hay una sola manera para llegar a ser un gran futbolista: primero, tienes que ser un gran hombre y ése es mi camino hoy”, respondió Mbappé, al ser presentado como jugador del equipo parisino, poco antes de iniciar el torneo que cambió su vida y el de toda una región.

APUNTAA LA LUNA

Cuando Lucas Hernández tomó el balón por la banda izquierda y levantó la cabeza, vio a Kylian. Sin dudarlo, dirigió el Telstar 18, el balón oficial de Rusia 2018, hasta los pies del camiseta 10 y dejó que la jugada continuara. Era el minuto 65 de la final de la Copa del Mundo y Mbappé tomó la pelota, avanzó unos metros, levantó la mirada y disparó. Pocos segundos después, la redonda estaba en la red y el grito de gol, en las gargantas de millones de franceses, que veían cómo su selección hacia historia al vencer a Croacia. Muchas más personas atestiguar­on cómo, por primera vez en 60 años, un joven de menos de 20 años marcaba en el último partido de un Mundial. El otro fue Pelé, en la final de Suecia 1958.

Un tanto que, si bien sirvió para cerrar el marcador y hacer oficial que Francia sería campeona del mundo, de nueva cuenta y dos décadas después del golpe multicultu­ral que significó el triunfo de Zidane y compañía en otro Mundial, también puso punto final al pri- mer capítulo histórico de Mbappé. Un capítulo que ni Messi ni Cristiano Ronaldo han logrado escribir: ser campeón del mundo. Kylian donó esas ganancias a Premiers de Cordée, una organizaci­ón que apoya a niños hospitaliz­ados. También fue distinguid­o como Caballero de la Legión de Honor en Francia e incluido en el listado “Next Generation Leaders” de la revista

Time, de la que fue portada en octubre de 2018 al ser bautizado como “El futuro del futbol”.

“Él ha entendido que los niños lo ven como una fuente de inspiració­n y trata de responder a sus expectativ­as. Disfruta de alimentars­e del amor que le dan los más pequeños cuando los visita y por eso intenta darles algo de lo que ha ganado, de demostrarl­es que pueden cambiar su país y cumplir sus sueños”, dijo Sebastien Ruffin, miembro del comité directivo de esa asociación, en su agradecimi­ento al futbolista.

Aunque hace unos meses mostró, por primera vez, que también es un jugador que puede ser dominado por sus pasiones, tras ser expulsado en el partido contra el Nîmes Olympique, lo que le costó una suspensión de tres partidos en la liga francesa, es evidente que el destino de Kylian Mbappé está más claro que nunca y que, en efecto, es “el futuro del futbol”.

“Creo que con Mbappé queda probada la capacidad del futbol para integrar lo distinto. Estamos ante un jugador de talento que atraviesa con serenidad cualquier ocasión. Que espera el momento correcto y viaja al acecho. Que no tiene prisa y que esperamos no la tenga ni se la hagan sentir. Hoy, puede jugar en las nubes a pesar de su edad, porque se lo ha ganado”, concluye Valdano, al reflexiona­r sobre el siguiente paso del chico de Bondy.

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 ??  ?? Izquierda: Kylian Mbappé durante un partido del Paris Saint-Germain en el torneo UEFA Champions League. Derecha: Mbappé es felicitado por sus compañeros, todos estrellas: Neymar, Thiago Silva y Adrien Rabiot.
Izquierda: Kylian Mbappé durante un partido del Paris Saint-Germain en el torneo UEFA Champions League. Derecha: Mbappé es felicitado por sus compañeros, todos estrellas: Neymar, Thiago Silva y Adrien Rabiot.
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