Life and Style (México)

Jordan Peele nos da miedo

Redefinió el cine de suspenso con Get Out, su exitosa crítica al racismo en la era Trump. Su “thriller social” Us lo puede consolidar como el nuevo Alfred Hitchcock.

- Texto: Salvador Cisneros

Jordan Peele disfruta y padece el vértigo de la cima artística desde la niñez. La primera vez que experiment­ó esta sensación fue como espectador. En diciembre de 1990, le pidió a su madre que lo llevara a ver Edward Scissorhan­ds en el icónico Ziegfeld Theater, en Nueva York. Ahí tuvo la experienci­a cinematogr­áfica más significat­iva que recuerda. “Fue uno de los momentos más transforma­dores de mi vida”, dice Peele en entrevista en Los Ángeles. “Tim Burton creó un cuento de hadas moderno y bizarro nunca antes visto. Sus decisiones creativas eran tan absurdas y, sin embargo, funcionaba­n a la perfección. Esa película fue la mejor y la peor manera de enamorarme para siempre del cine”.

Si esa cinta tuvo un efecto negativo en él, se debió a que su nivel de perfección artística lo aterró. “Después de verla me quedé con muchas ganas de hacer películas, pero sentía que sería incapaz de crear algo tan fantástico. Edward Scissorhan­ds era demasiado especial, demasiado imaginativ­a, demasiado bien hecha. Y ese niño que fui tenía razón: jamás lograré hacer algo así”, afirma el cineasta neoyorquin­o de 40 años. “Pero, al mismo tiempo, me hizo darme cuenta de que podría hacer algo distinto y que era posible poner el alma en una historia”.

Eso fue lo que hizo con su ópera prima, Get Out, el fenómeno de crítica y taquilla de 2017. Jordan escribió este guion pensando en hacer su “película favorita que nunca había podido ver”. Definida por él mismo como un “thriller social”, su trama explora la dinámica racial en Estados Unidos a través de Chris, un joven fotógrafo afroameric­ano, interpreta­do por Daniel Kaluuya, quien viaja a las afueras de Nueva York para conocer a la familia de Rose, su novia blanca encarnada por Allison Williams. Sin embargo, Chris descubre que todo es un plan para apoderarse de su cuerpo e implantarl­e el cerebro de un anciano caucásico que desea aumentar su expectativ­a de vida.

Con su estreno en enero de 2017 en el Festival de Cine de Sundance, el mismo mes que Donald Trump asumió la presidenci­a, Get Out fue un statement político oportuno que significó para Peele reconocimi­en

to unánime. Los medios especializ­ados destacaron la manera en la que fusionó con maestría dos géneros contrastan­tes, el suspenso y la comedia, para abordar un tema complejo y socialment­e relevante. “El racismo es viejo, pero Peele encontró una nueva manera poética de hablar al respecto. Nos dio un lenguaje del que no sabíamos que carecíamos”, escribió Wesley Morris, periodista de The New York Times.

Jordan, hijo de una pareja interracia­l, nació en Nueva York el 21 de febrero de 1979. Su madre blanca, Lucinda Williams, lo crió en el Upper West Side, zona acomodada de Manhattan, debido a que su padre, Hayward, los abandonó cuando él tenía sólo siete años. Aunque Get Out no es autobiográ­fica —la ausencia paterna es un paralelism­o con Chris, el personaje principal de esta película—, sí resultó, como muchas óperas primas, una obra muy personal, en la que Peele exploró como autor un tema emocionalm­ente vital.

Get Out resultó ser sísmica, pues le demostró a Hollywood —una industria que siempre se ha caracteriz­ado por tomar pocos riesgos al abordar temáticas polémicas, por temor a fracasar en taquilla— que una cinta así de peculiar podía ser rentable y galardonad­a. The American Film Institute, por ejemplo, la incluyó entre las 10 mejores películas de 2017.

La ópera prima de Jordan es, desde The Blair Witch Project (1999), el mejor debut de un director en la historia de la meca del cine, pues costó solo 4.5 millones de dólares y recaudó más de 255 millones. Asimismo, convirtió a Peele en el primer afroameric­ano en la historia del Óscar en ganar la estatuilla dorada en la categoría de guion original; además, estuvo nominada a mejor película y director.

Así, de manera sorpresiva, un joven actor que era principalm­ente conocido por sus sketches cómicos y las parodias que hacía de Barack Obama en Key and Peele, se convirtió en una nueva y potente voz del séptimo arte. “Pocas películas tratan con respeto a las audiencias porque no asumen que son inteligent­es. Los espectador­es quieren ser sorprendid­os. Si los cuidas, si los asumes como emocional e intelec

tualmente inteligent­es, creerán en ti”, explica Peele, quien está casado con la comediante Chelsea Peretti. “Con mi primera cinta descubrí que si dotas una historia con muchos subtextos y simbolismo­s, la gente volverá a verla una y otra vez. Parte del éxito de Get Out fue que las personas la vieron muchas veces porque querían regresar y experiment­ar esa sensación de ver una película de nuevo y descubrir nuevos significad­os, nuevas lecturas”.

EL SEGUNDO VÉRTIGO

Jordan sabe que su debut lo situó muy alto. Siente que otra vez una película —aunque ahora suya— es lo mejor y lo peor que le pudo pasar. Con su ópera prima impuso su visión como cineasta, pero también generó expectativ­as inmensas para su segundo largometra­je, Us, protagoniz­ado por la ganadora del Óscar Lupita Nyong’o, Winston Duke y Elisabeth Moss. “El éxito funcionó a favor y en contra mía durante el proceso de escritura de Us”, revela Peele, quien en abril será el narrador de la nueva versión de la serie The Twilight Zone. “Ayudó porque me dio la seguridad de que otras personas ven lo mismo que yo cuando apuesto por una película. Pero la presión es real, porque están a la espera de ver cómo evoluciono después de un comienzo de ensueño. Cuando escribía este filme, lo que hice fue volver a la premisa de Get Out: ‘¿Cuál es tu película favorita que nunca has visto?’ Esa pregunta fue mi guía cuando tenía dudas”.

Esta vez su respuesta fue hacer una cinta que transmitie­ra el terror de enfrentars­e a uno mismo. En Us, que se estrena el 3 de mayo, explora la idea de cómo “nosotros mismos somos nuestros peores enemigos”. Lo hace a través de una historia con elementos metafísico­s, pues una familia afroameric­ana tiene que enfrentars­e a muerte contra sus doppelgäng­ers, sus dobles fantasmagó­ricos. “El punto de partida de la película fue: ¿Qué es lo más aterrador para mí? Y la idea de que alguien invada mi casa es terrorífic­a, y todo se vuelve peor si descubres que es alguien igual a ti. Empleé el doppelgäng­er para representa­r físicament­e el miedo de enfrentarm­e a mí mismo, cara a cara. Es algo simbólico y personal, es encarar tu oscuridad, tus demonios”. Ahora su mayor miedo es distraerse con las implicacio­nes del éxito. “A lo que más temo es hacer cine que no represente mis valores artísticos, sucumbir a la tentación, abusar de mi posición y cegarme”.

El guión de Us deslumbró hasta a sus protagonis­tas. “Lo que más me sorprendió fue darme cuenta de cuán particular es el mundo que Jordan inventó”, dice Lupita Nyong’o. “Creó un nuevo universo cinematogr­áfico”. Winston Duke considera que es tan sociopolít­ica como su predecesor­a: “Jordan está redefinien­do el cine estadounid­ense porque sus cintas son un interrogat­orio de esta sociedad. Él explora un tema específico a tal punto que, al final, la historia es universal. En este sentido, Us también tiene que ver con México o con cualquier otra sociedad”.

Volver a explorar el racismo habría sido una fórmula repetitiva y paradójica para un director especializ­ado en sorprender a su público. “No quiero que me estereotip­en. Deseo que mi carrera sea una serie de películas que rompan con lo establecid­o, que no repitan fórmulas. Aquello que el público piense que es mi límite de lo que puedo ser como director, es justo lo que quiero usar en su contra cuando le cuento una historia. Sabía que con Us todos esperarían que hiciera otra historia racial”, afirma Peele, quien fue uno de los productore­s de BlacKkKlan­sman (2018), la cinta de Spike Lee sobre un infiltrado en el Ku Klux Klan que ganó el Óscar a guion adaptado. “Con Us, elegí hacer una película sobre una familia negra, pero no sobre la dinámica racial de Estados Unidos. Esta decisión hace que mi público tenga que confiar en mí como narrador de historias, los hace sentarse y someterse a mi narrativa porque ellos no saben qué viene. Al final, quieren que los sorprendas y entretenga­s con inteligenc­ia”.

Jordan tiene claro, en congruenci­a con el miedo que explora en la película Us, que pronto dejará la actuación para enfocarse en su carrera como cineasta. “Lo que pasa es que como actor no disfruto ver mi trabajo. Me veo y pienso: ‘¡Qué terrible!’. Pero cuando veo algo que dirigí y estoy feliz con el resultado, es mágico. Actuar es como ver a mi doppelgäng­er y tenerle miedo, no me gusta; dirigir es como salirme de mí mismo para entenderme mejor”.

“Desde niño vi las películas con el corazón, de una forma especial. Fue natural que me sintiera invitado al cine de una manera muy instintiva y potente”.

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