El mejor Gael
No hay actor mexicano más respetado en el mundo. Con 40 años y en plena madurez, quiere saldar su deuda como director con Chicuarotes. Hablamos con él y con su círculo íntimo para entender las razones de su éxito.
Atardece en San Sebastián, España, mientras un auto transporta a Gael García y Pablo Larraín. Es septiembre de 2016. Ambos visten de gala, trajes oscuros. En el coche también va, elegante, Patricia Bernal, quien ríe cuando escucha al cineasta chileno molestar a su hijo, minutos antes de llegar al Teatro Victoria Eugenia. “Recuerdo haberle echado una buena broma a Gael en el Festival de San Sebastián, camino a la presentación de Neruda”, dice Larraín, en entrevista telefónica, desde Santiago de Chile. “Venía yo con la joda, molestándolo, y le dije: ‘¿Pero qué se hace después de que se recibe un premio así, como el que te van a dar hoy, a tan corta edad. Tienes menos de 40 años, huevón”.
Gael tiene 37 años y es la tercera vez que asiste a este certamen; las anteriores fueron al principio de su carrera por Amores perros (2000) e Y tu mamá también (2001). Pero esta edición es distinta, especial, porque por primera vez, en los 64 años de historia del festival, se otorgará un premio a la trayectoria, y él es el elegido. Cuando lo nombran, sube al escenario, agradece y comienza su discurso. “Me gustaría que este sea un premio a la fraternidad, al porvenir en común que nos da el cine al hacer las preguntas más terribles; al sueño de hacer algo que aparentemente a nadie le importa, para dejarlo libre, dejarlo ser y pertenecer orgullosamente después a la posteridad de esa victoria”, dice Gael y aclara que sus palabras son, en realidad, la definición de cine de quien es su director más cercano, el único con el que ha trabajado en tres ocasiones. “Esto lo dice Pablo Larraín, señores”.
En retrospectiva, el director de No (2012) y Neruda (2016), y de la próxima a estrenarse Ema (2019), también protagonizada por Gael, reflexiona sobre lo simbólico del galardón que recibió su amigo y actor fetiche. “Me parecía un poco absurdo que le dieran un premio de trayectoria a alguien de esa edad. Por un lado era divertido, pero por otro también profundo porque habla de alguien que ha calado hondo en el cine, aun siendo muy joven”.
Si Gael subió hace tres años a ese escenario en San Sebastián para recibir ese reconocimiento por su trayectoria, y agradeció a su familia y a los directores con los que ha trabajado —una impresionante lista en la que figuran Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, Pedro Almodóvar, Walter Salles, Michel Gondry, Jim Jarmusch y Werner Herzog—, es porque decidió ser libre. “He estado en situaciones en las que sentí que realmente podría haber tomado un camino contrario que me llevaría a una vida que no es lo que yo era, o a un porvenir que no veía y no quería”, dice Gael en entrevista con Life and
Style, desde un set de los Estudios Churubusco. “Suena muy idealista, pero es la verdad. Creo que sin sentirme libre no me dedicaría a esto… me dedicaría a mi profesión fallida, la pediatría, algo que siempre quise ser muy en mis adentros; obvio también quería ser actor, pero pensaba que si todo fallaba, iba a ser pediatra”.
EL CAMINO NATURAL
Aunque la medicina era el plan alternativo de Gael, estaba claro que su profesión se relacionaría, al menos, con el teatro. “Mi sueño era montar una compañía, con actores de todas las nacionalidades, y viajar por el mundo. Siempre tuve el deseo de ir por todos lados y que esa fuera mi vida, un rollo medio gitano”, asegura el actor, nacido el 30 de noviembre de 1978 en Guadalajara, Jalisco.
Era natural que tuviera ese sueño. Sus padres, los actores José Ángel García y Patricia Bernal, lo criaron, literalmente, en el teatro. “Nos lo llevábamos a las obras en las que trabajábamos para tenerlo cerca”, recuerda José Ángel en entrevista telefónica. “Si ves a un niño en una cuna en un teatro, pues ya sabes cuál va a ser su destino. Gael estaba educándose desde la cuna porque todo se va al subconsciente”. Estar frente a la cámara también fue parte de su proceso natural. Su padre recuerda que el primer trabajo en el que apareció, junto a ellos, aún siendo bebé, fue un comercial de la campaña “La familia pequeña vive mejor”.
Sin embargo, su primera actuación formal fue en la telenovela juvenil El abuelo y yo (1992). En ese proyecto coincidió con Diego Luna, pero su historia se remonta a cuando ambos estaban en los brazos de sus padres. El encuentro entre la futura mancuerna de actores más famosa del cine mexicano ocurrió en la calle Francisco Sosa, en Coyoacán, a unas cuadras del Teatro Santa Catarina. “El primer contacto fue muy bonito”, rememora su padre. “Fiona [Alexander, vestuarista y madre de Diego] estaba batallando con la carriola porque caminaba por una calle empedrada, y Patricia y yo fuimos a ayudarla. Cuando acercamos a los niños para presentarlos, Gael extendió su mano izquierda y le tocó la cara delicadamente a Diego, con mucha ternura. Tengo muy claro en la memoria ese momento”.
Pese a que Gael recuerda El abuelo y yo como una experiencia divertida, no resultó decisiva. “Me daba vergüenza decir que era actor”, confiesa. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero la huelga de 1999 estalló y ésta sí fue determinante para él en términos artísticos. “De pronto, el destino en cada paso, en cada cosa
que salía bien o mal, me llevó a estudiar actuación”. Con sus estudios en pausa, Gael empleó sus ahorros y viajó a Londres, una ciudad con la que sentía una conexión muy especial; su padre siempre habla con nostalgia de ella porque vivió ahí en 1973. “A mi hijo le parecía impresionante que yo haya estado en el concierto de Pink Floyd en el que presentaron por primera vez su disco The Dark Side of the Moon. Cuando se fue a Londres, la dificultad estaba en la cuestión del dinero. Yo allá trabajé en pubs y él a su vez repitió el ejemplo. Gael desde muy chico ha sido muy independiente: planea algo y lo lleva a cabo”.
La capital inglesa, además, fue el lugar en el que Gael se convirtió en un actor serio. “Fue una época hermosa en la que no tenía idea de nada de lo que me esperaba. Me lancé un poco sin dirección, sabiendo que ese era el objetivo: encontrar algo”.
Sin embargo, ese algo que descubrió al ingresar a The Royal Central School of Speech and Drama fue que, pese a su experiencia, no era buen actor. “Entré a estudiar completamente sobrado; con poca curiosidad, de hecho. Lo que hizo esa escuela fue que me abofeteó. Se me acabó el chiste. No hizo falta que los maestros me dijeran que actuaba mal, yo lo sentí”, explica Gael y ríe. “De repente dije: ‘Ay, cabrón, esto es más difícil de lo que pensé. Esto realmente se estudia’. Quizá suena inocente, pero sí que lo era en aquel entonces”.
EL NIÑO LOBO DE OJOS PÚRPURAS
Es una tarde fría de finales de enero en el sur de la Ciudad de México. Gael, quien viste traje azul, camisa negra y botas del mismo color, filma desde el mediodía un comercial de la cerveza Corona. Después de la sesión de fotos para Life and Style, regresa al set y Gunther Sahagún, nuestro fotógrafo, comenta: “Por momentos se le ven los ojos de otro color… como azules”.
No es la primera vez que alguien ha visto esa peculiaridad en Gael. En 1990, Alejandro González Iñárritu lo conoció en el proceso de casting de un comercial que realizó cuando era director de la estación de radio WFM. “Me di cuenta de que tenía algo curioso”, recuerda el cineasta mexicano, cinco veces ganador del Óscar, en entrevista telefónica desde Denver, Colorado. “Sus ojos obtenían un color diferente, dependiendo de la posición de la cámara y la luz. La cámara y sus ojos tienen alquimia, y en ese momento yo los veía púrpuras. Me gustó mucho su cara de lobo. Me acuerdo que pensé: ‘El niño lobo de ojos púrpuras’”. Sin sospecharlo, ese fue el momento en el que Gael —con sus rasgos caninos— afianzó su debut como actor de cine. “Me quedé con esa imagen suya en la memoria y casi una década después, cuando decidí que uno de los personajes principales de Amores perros sería un joven de su edad, inmediatamente pensé en él”.
Gael estudiaba en Londres cuando recibió la llamada de Iñárritu y tuvo que inventar una enfermedad para poder filmar en México. “Como estaba en una escuela muy estricta, su tío doctor le hizo un justificante médico en el que decía que padecía una ‘infección gástrica’, una de esas enfermedades tropicales que solo dan en México”, dice Alejandro y se carcajea. Al terminar el rodaje, el actor mexicano no dimensionaba el efecto que tendría Amores perros, al grado que le pidió a los productores que por favor le guardaran de recuerdo un VHS de la película. “He hecho un proceso de reflexión constante”, dice Gael. “Es increíble que ahora pueda hablar en términos históricos [de mi carrera]: que pueda hablar de cuando empecé a trabajar es bastante escalofriante”.
La ópera prima de Iñárritu, pese a no formar parte de la selección oficial del Festival de Cannes, en donde se estrenó, creó más revuelo crítico que muchas otras películas que sí estuvieron en competencia. Tras ese sorpresivo arranque en mayo de 2000 en el certamen francés, Amores perros marcó el inicio de una nueva época dorada del cine mexicano, pues fue nominada al Óscar a película extranjera, lo que proyectó a Gael internacionalmente. Un efecto que potenció su carrera y popularidad fue que, con gran timing a su favor, un año más tarde, en agosto de 2001, Alfonso Cuarón sacudió al Festival de Venecia con Y tu mamá también, y Gael y Diego ganaron el premio Marcello Mastroianni.
En febrero de 2002, Iñárritu estaba cansado de tanto viajar por festivales y premiaciones. Decidió no ir a la ceremonia del BAFTA, el premio más importante de la industria cinematográfica inglesa. “Cuando anunciaron que ganamos [por película extranjera], Gael subió todo emocionado y por sus nervios, cuando dio las gracias, se le olvidó decir que iba en mi representación. Ni me mencionó de lo feliz que estaba”, dice Iñárritu y ríe otra vez. “Han de haber pensado: ‘Este jovencito es el Orson Welles mexicano’”. Este episodio fue motivo de varios momentos cómicos para Iñárritu en sus próximas visitas a Inglaterra. “Como en ese tiempo el internet no es lo que es hoy y yo no era muy conocido, por lo del BAFTA algún tiempo relacionaban mi nombre con la imagen de Gael. ‘ Wait a minute, you are not the guy who won the BAFTA!’. Creían que yo era un director joven y bien parecido, y cuando me veían se desilusionaban mucho”.
Por el éxito de Amores perros e Y tu mamá también, Gael se convirtió en el rostro más visible de la nueva ola del cine nacional. En el transcurso de la década pasada, se tornó en el actor mexicano que más colaboró con cineastas de culto y en diferentes industrias. Figuró en La mala educación (2004, Pedro Almodóvar), Diarios de motocicleta (2004, Walter Salles) y The Limits of Control (2009, Jim Jarmusch). “Mis veinte fueron un acelere.
Viví muchas cosas, personas, países, culturas, idiomas que aceleraron mi proceso de crecimiento y que, por otro lado, también me impidieron disfrutarlo todo. Eso pasa cuando te agarran tan chavito, como que no logras incorporarlo todo. Ya de pronto, uno se relaja y empieza a gozarla más”.
Por suerte, siempre ha tenido un compañero de ruta. “A mí me ha hecho mucho bien saberme acompañado por un hermano”, escribe, en un correo electrónico, Diego Luna desde Nueva York, “alguien en quien me puedo reflejar y agarrar cuando las cosas se tambalean; alguien que entiende el torbellino que esto significa a veces. Es una gran fortuna andar este camino juntos, apoyarnos y cuestionarnos, cuando hace falta”.
Para Pablo Larraín, Gael se ha convertido en un actor “muy misterioso”, cada vez más difícil de leer. El cineasta chileno explica que, minutos antes de esta entrevista, estaba en la sala de edición trabajando en su película Ema. Editaba una escena en la que, cuando la había visto en el monitor del set, no le encontraba mucho sentido a la interpretación de Gael. “Pero aquí en la sala de montaje me di cuenta de que lo que estaba haciendo era generar un personaje con una intimidad muy misteriosa. Él tiene esa presencia a cuadro que sin decir o hacer nada, la cámara respira y logra que el espectador se haga preguntas. Eso solo se logra a través de una presencia misteriosa. En su caso no es un accidente, es algo con lo que nació, pero obviamente también lo ha trabajado”.
Esa presencia de Gael en la pantalla grande, que Iñárritu llama “alquimia con la cámara”, Maribel Verdú, coprotagonista de Y tu mamá también, la reconoció desde la primera vez que lo vio. “Para mí no es ninguna sorpresa el tipo de actor en que se convirtió Gael”, dice en entrevista telefónica desde Madrid. “En esta profesión hay algo que no se puede describir. Puedes ser un actor maravilloso y punto, pero hay otros que además de ser actores maravillosos tienen una especie de halo, esa estrella que los hace ser alguien distinto. No sé como explicarlo, pero él lo tiene”.
COMBATIR EL CINISMO
No todo son motivaciones artísticas para Gael. Está claro que el cine que lo mueve es el que plantea las preguntas más terribles y necesarias, y que refleja otro profundo interés. Basta analizar sus películas para darse cuenta de que casi todas contienen un espeso subtexto sociopolítico. “Haciendo un poquito el recuento de los daños, por llamarlo de alguna manera, pienso en las películas que han trascendido la prueba del tiempo y mi vida tiene que ver con ellas. Con todo y que no soy yo, hay un reflejo muy puntual de quién soy en cada película: sí, hay algo de mí en cada personaje”, dice Gael.
Diarios de motocicleta, en donde retrata a Ernesto “Che” Guevara en su viaje iniciático por Latinoamérica, es la materialización más precisa de esta reflexión. Fue su statement y hasta la fecha, lo dice sin dudar, es como actor su filme más personal y especial. “Interpretar al Che fue para él escoger un lado político para el resto de su vida”, escribe Walter Salles, el director de este filme, desde Río de Janeiro, Brasil. “Lo hizo de forma clara. Pero al mismo tiempo, él no es nada dogmático. Es de las personas más brillantes y preparadas políticamente que conozco, y de las más libres, también”.
Gael ha sido un figura social y políticamente activa. “Siempre fue educado sin censura”, dice José Ángel. “Yo diría que mi hijo habla de política, pero no es nada político: él no se reserva ningún comentario; los políticos, se callan”. El año pasado, el actor mexicano apoyó desde Buenos Aires la despenalización del aborto en Argentina —en donde vive gran parte del año junto a su hijos Lázaro y Libertad, producto de su relación con la actriz Dolores Fonzi—, condenó la violencia, impunidad y desapariciones forzadas en México durante un foro de la ONU en Ginebra, Suiza, y criticó al presidente Andrés Manuel López Obrador por nombrar como titular de la Comisión Federal de Electricidad a Manuel Bartlett, señalado como pieza clave del fraude electoral de 1988. “Me parece un actor político, con una postura clara y que la expone”, opina Larraín. “Es alguien que no está viviendo
“Yo persigo experiencias, carnavales. Porque no son tanto las historias, sino la pachanga, es más esa aventura de lograr sentir el escalofrío, de lograr algo que trascienda y que no se detenga en ser exitoso en los términos más banales de la palabra”.
la vida fácil que pudo haber llevado: la de un tipo buen mozo, banal, no opinante, que eligió callarse porque al decir la verdad iría en contra de su carrera; Gael no es así: él piensa, actúa, domina, grita y conmueve”.
Como director, Gael ha enfocado la cámara en el fenómeno de la migración y la violación de los derechos humanos. “El hecho de viajar, esa postura de vida de ser un orgulloso migrante, me fortaleció, pero por otro lado me llamaba a volver a México a hacer lo mejor que puedo hacer, porque aquí es donde mejor puedo expresarme. No puedo desaprovechar la oportunidad que me dio la vida de nacer aquí”, dice Gael, quien, junto con Diego Luna, ha tenido por objetivo con el festival Ambulante plasmar la realidad de México y llevarlo a todos los estados de la república, desde que se fundó, en 2005.
Al emplear el documental cuando aborda esta temática, la visión artística de Gael se transforma en un cine militante, político. En Los invisibles (2010), coproducido por Amnistía Internacional, retrató las violaciones de derechos humanos en México a los inmigrantes centroamericanos. En ¿Quién es Dayani Cristal? (2013), realizó, con cámara en mano, el recorrido de los indocumentados hacia Estados Unidos a bordo del tren “La Bestia” para retratar a través de un caso particular, el asesinato de la joven Dayani, una problemática global. “Combato el cinismo siendo idealista con todas sus consecuencias. Si no va a ser así, pues entonces rindámonos y vámonos a Ibiza a tomar café. A mí eso no me prende, no me llama. No me dan ganas de viajar a Marte, me dan ganas de luchar para que esto que tenemos aquí no se acabe”.
DE REGRESO EN LA COLMENA
Gael, a sus 40 años, intenta saldar con su nuevo filme, Chicuarotes, una cuenta pendiente que tiene consigo mismo como cineasta, desde hace más de una década. Debutó a los 28 años como director con Déficit (2007). En esa ópera prima, también protagonizada por él, exploró las dinámicas de clase en México al retratar el fin de semana de un grupo de amigos en Tepoztlán. Sin embargo, cuando se estrenó en el Festival de Cannes, la cinta no tuvo buen recibimiento de la crítica. “Su primera película, pese a muchas deficiencias formales, es un interesante documento de quién era Gael en ese momento, de los temas que resonaban en él”, analiza Iñárritu. “Tiene algo muy libre, como el niño que se pone a pintar sin conocer reglas y estilos, pero del que brotan ideas muy interesantes del subconsciente. Si bien no pudo pintar su película de forma poderosa y precisa, sí hay garabatos que dejan ver el tipo de artista que es”.
La serie Mozart in the Jungle (2014-2018), que le valió el Globo de Oro como actor de comedia en 2016, fue crucial para que se replanteara volver a dirigir un largometraje de ficción. “De alguna manera fue natural dirigir algunos episodios, yo era el director de la orquesta”, dice Gael sobre esta serie en la que interpreta al virtuoso músico Rodrigo de Souza. También estuvo al frente de algunos capítulos de Aquí en la tierra (2018), serie política que produjo y en la que además actúa.
Gael define Chicuarotes, que se estrenará en junio, como una “culminación de muchas inquietudes, porque es la historia de unos chavos que quieren salir de un lugar y no saben por qué”. La trama de su segundo largometraje de ficción, protagonizado por Benny Emmanuel y Gabriel Carbajal, le resulta sumamente personal: posee un eco de ese joven que fue cuando, sin saber exactamente qué buscaba, viajó a Londres. “Una vez, en un intercambio de cartas con un amigo, hicimos una lista de las cosas que extrañábamos de México”, explica. “Recuerdo que el punto más contundente que leí en ese listado fue: ‘Lo que más extraño de México eran las ganas que tenía de estar fuera de México cuando estaba en México’. Se trataba del ímpetu, de las ganas de querer conocer, de querer ir a otro lado, pero también de volver a la colmena”.
Además, como en Y tu mamá también, esa búsqueda que se aborda en Chicuarotes es a través de dos jóvenes. “Los actores como Gael que tienen algo que decir terminan dirigiendo”, explica Diego. “Su interés en el cine no se basa en interpretar el punto vista de otros. Llegó el momento en el que las historias que él quiere contar vienen de experiencias y reflexiones propias”.
Estar en el set de su nueva película, escrita por Augusto Mendoza (guionista de Mr. Pig, dirigida por Luna), fue para Gael un ejemplo claro del paso del tiempo. “Siempre era el más chico en el set y ahora fui de la medianía, tirándole a los mayores. Y es raro, es algo que pensé que no iba a pasar”. Pero también fue un espejo en el que se reflejó. “Me conmovió la dinámica con los chavos [Benny y Gabriel], porque así como yo me entregaba con Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón y Walter Salles, quienes se convirtieron para mí en una especie de hermanos mayores, siento que a estos chavos les pasó algo similar conmigo. Para ellos, de alguna manera, Chicuarotes es una de sus primeras experiencias cinematográficas. Fue bonito poder compartir y entender ese trayecto que ellos están viviendo”.
Al final, de eso se trata, de entender el trayecto, eso que uno vive. Y parece que Gael lo tiene claro. “En la llegada a los 40 años sí hay un proceso de reflexión en torno a las decisiones que uno ha tomado. Quizás es la primera vez en la que hay una especie de pequeños, quizá suena demasiado desesperado llamarle arrepentimientos, pero digamos, cosas que me hubiera gustado hacer con esta edad, pero en aquel entonces. Siento que en vez de cumplir 20, uno debería cumplir 40”.