Life and Style (México)

CHERNÓBIL: CUANDO YA NO ESTEMOS AQUÍ

- Texto: Natalia de la Rosa

Chernóbil ha sido una palabra de advertenci­a para el mundo. Entre el 26 y el 30 de abril de 1986 se registró el accidente nuclear más grande en la historia: la explosión del reactor número cuatro de la Planta Nuclear de Chernóbil, una tragedia cuyas consecuenc­ias ambientale­s aún resuenan en el registro colectivo. La explosión liberó 200 veces la radiación de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, implicó el desplazami­ento de más de 135,000 personas y afectó a países tan lejanos como Suecia, en donde, a tres días del accidente, se reportó la presencia de yodo y cesio radioactiv­o en la atmósfera. Desde entonces, Chernóbil, uno de los sucesos que marcaron el declive de la Unión Soviética, se ha contado bajo diferentes perspectiv­as —periodísti­ca, médica, científica e histórica, entre otras— y la veta no se ha agotado, quizás por la fascinació­n de los seres humanos hacia nuestra propia ruina y desastre.

Desde el punto de vista estético, la obra fotográfic­a de David McMillan, de 73 años, plantea una narrativa de Chernóbil desde el arte y se estructura a partir de opuestos: el crecimient­o y la decadencia, la indiscutib­le resi

liencia de la naturaleza y la perspectiv­a distópica de un mundo despojado de vida humana.

David contesta mi llamada desde su residencia en Winnipeg para hablar sobre su libro Growth and Decay (2019), publicado por la editorial alemana Steidl. McMillan nació en 1945 en Dundee, Escocia, y se naturalizó ciudadano canadiense. La fotografía lo atrapó a mediados de la década de 1970 y para 1979 se había convertido en su medio formal de expresión artística. Me cuenta que a los 39 años escuchó por primera vez de Chernóbil; tenía dos hijos pequeños y era profesor de fotografía en la Facultad de Arte de la Universida­d de Manitoba. Sin embargo, su curiosidad por la Zona de Exclusión —un perímetro de seguridad que comprende 30 kilómetros alrededor de la planta y el lugar más radioactiv­o del planeta— no se despertó en ese momento. Pasaron años para que encontrara la semilla indicada y un propósito para su exploració­n fotográfic­a.

La ocasión llegó en el verano de 1994 con un artículo de Alan Weisman publicado en la revista Harper’s, titulado “Journey Through a Doomed Land: Exploring Chernobyl’s StillDeadl­y Ruins”. Hasta entonces, McMillan había trabajado el formato de 35 milímetros (el más común en la fotografía), empezaba a compromete­rse con las posibilida­des espaciales de profundida­d y amplitud en imagen de la cámara de 6 x 7 centímetro­s, y ensayaba con yuxtaposic­iones de elementos humanos contra la magnitud del mundo natural. “Mi interés [en la Zona de Exclusión] surgió a partir de aquel artículo; me llamó la atención imaginar la condición del lugar. Esto fue ocho años después del accidente y Weisman mencionaba los cambios que estaban sucediendo en aquel sitio. Me pareció que tenía potencial para un fotógrafo”.

Dos meses después de haber leído aquel texto, David pisó Prípiat por primera vez. Ubicada a 16 kilómetros del reactor dañado de Chernóbil, esta ciudad fue el bastión del sueño socialista en los años 70, diseñada para dar cabida a los trabajador­es de la planta y hogar de cerca de 40,000 habitantes. Esta “Disneyland­ia negra”, como la describe McMillan por la curiosidad perversa que despierta entre turistas, tuvo una resonancia particular en él desde el principio. Había un elemento de emoción y también de extrañeza en aquel lugar anormalmen­te diferente. Armado con cámaras de varios formatos, David comenzó a disparar con completa libertad. “Mi guía de ese entonces, Andriy Gensytskyy (pág. 83), y las otras personas que me acompañaba­n entendiero­n que estaba ahí no como periodista, sino con una perspectiv­a sensible, sabían que la luz era importante para mí. No se trataba de ver la planta dañada”.

La curiosidad de McMillan lo llevó a explorar la naturaleza y luego los espacios cerrados. Escuelas, hospitales, oficinas gubernamen­tales. Ante David se desenvolvi­eron los remanentes de muchas vidas, de existencia­s en otra hora prósperas y que, de frente al lente, se expresaban inquietant­es, con una belleza silenciosa y perturbado­ra. “En el primer viaje me acerqué a las escuelas. Quizás por

que mis hijos estaban en ese nivel y tenía la asociación. Había libros, ropa, juguetes. En ese momento sentí que sería un tema emotivo y que tendría la suficiente proyección como para regresar”.

Veinticinc­o años y 22 visitas después, el trabajo fotográfic­o de McMillan disecta la Zona de Exclusión desde la periferia hasta el epicentro de Pípriat, desde el paisajismo anormal de una ciudad en ruinas hasta el retrato íntimo de algunos habitantes de aldeas cercanas que han aprendido a convivir con las consecuenc­ias monstruosa­s de Chernóbil. Así, las imágenes incluidas en Growth and Decay se plantean “como polos opuestos de la misma moneda”, explica. En el lado de la decadencia están emblemas socialista­s de la Unión Soviética expresados en series como Flags in Kindergart­en Stairwell (págs. 84 y 85), una secuencia de siete fotografía­s tomadas en el transcurso de 14 años, y en Portrait of Lenin, Kindergart­en (págs. 76 y 77). En este apartado, el tema se desborda hacia el paisajismo del desastre y las imágenes de maquinaria abandonada, en ruinas, como Sinking Boat on the Prypiat River, Chernobyl o Lobby, Children’s Hospital (pág. 82).

En contrapunt­o, está el crecimient­o de la materia orgánica que, silenciosa y potente, ha regresado a dominar el paisaje de concreto. Aquí está, tal vez, la belleza más sutil del trabajo de McMillan y, quizás también, el potencial simbólico de Chernóbil en el siglo XXI. “En el fondo del libro encuentro muchas coincidenc­ias. Está, por ejemplo, la transitori­edad de la cultura y también una

señal de advertenci­a. A veces los símbolos de nuestra cultura parecen importante­s, pero no lo serán por siempre. Desde esta perspectiv­a, por supuesto aterradora, creo que un elemento esperanzad­or es que la naturaleza seguirá su curso, aun cuando los humanos no”.

Para David, Chernóbil también ha significad­o una labor de largo aliento que ha marcado sus inquietude­s estéticas con respecto al color y la técnica fotográfic­a alrededor de un tema significat­ivo. “Quería hacer un trabajo que tuviera sentido para mí en términos de este momento en la historia, una obra que satisficie­ra mi evolución como fotógrafo y que fuera coherente en cuanto a la fotografía contemporá­nea.”

Hacia el final de Growth and Decay, fotografía­s como Negatives and Shoe, Photograph­er’s Studio y Kindergart­en Floor with Slippers (págs. 78 y 79) se presentan como exploracio­nes cromáticas puras y marcan, en un contexto amplio de su obra, un regreso velado a su base artística como pintor. En la primera, la composició­n nos lleva a apreciar el contraste de texturas y colores de lo que fuera el estudio de un fotógrafo. Se ven láminas de negativos y, en la esquina superior derecha, la suela de un zapato. “Pensamos en la fotografía como algo permanente, algo fijo, pero no lo es. Nada lo es y al final todo se convierte en moho y liquen”, reflexiona McMillan. Y en la pureza de la expresión visual de la materia degradada está, sin duda, el plano de lo hermoso.

Le pregunto al fotógrafo cuál es la imagen de Growth and Decay que podría resumir lo que pasó en Chernóbil. McMillan suspira y se toma unos segundos para responder. “Creo que es Kindergart­en Floor with Slippers. Si tuviera que escoger una fotografía que representa la complejida­d del lugar, sería esta”. David tomó esta imagen en 2006 y, un año más tarde, volvió al mismo sitio para registrar el paso del tiempo. Pero la escena había desapareci­do. En otro tiempo había sido un salón de clases y había una estructura de madera que se colapsó. Todo había quedado enterrado entre escombros. También el eco de las vidas pasadas se

había esfumado y la ausencia era más patente. “Ahí había un color singular. Había rojos, azules, dorados y, hacia la parte derecha, un suéter y una pantufla cubiertos de moho. Lo que observas es un trapo y moho, pero en otro momento fue un suéter y la pantufla de un niño. Me pareció tan triste y emblemátic­o de lo que ahí había sucedido”.

McMillan no considera que su labor en la Zona de Exclusión haya terminado con la publicació­n de Growth and Decay. Planea regresar en dos o tres años, con la esperanza de que el sitio mantenga su pureza y distanciam­iento de la mano del hombre. Chernóbil puede leerse como una observació­n espacial y temporal del término lacaniano de lo uncanny, como un lugar familiar y al mismo tiempo extraño. La ventana fotográfic­a de David McMillan se asoma a espacios humanos interrumpi­dos como por un tajo que detuvo el tiempo. “Espero que permanezca así. Inusual, intacto, único”.

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Fotos: David McMillan
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 ??  ?? Izquierda: View of the Nuclear Power Plant from Prypiat Rooftop (octubre 1994). Derecha: View of the Nuclear Power Plant from Prypiat Rooftop (octubre 2017).
Izquierda: View of the Nuclear Power Plant from Prypiat Rooftop (octubre 1994). Derecha: View of the Nuclear Power Plant from Prypiat Rooftop (octubre 2017).
 ??  ?? Izquierda: Lobby, Children’s Hospital (octubre 2012).
Arriba: Tulips Given to Employee of the Exclusion Zone by Returned Villager, near Chernobyl (abril 1995).
Izquierda: Lobby, Children’s Hospital (octubre 2012). Arriba: Tulips Given to Employee of the Exclusion Zone by Returned Villager, near Chernobyl (abril 1995).
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 ??  ?? Izquierda: Flags in Kindergart­en Stairwell (octubre 1994). Derecha: Flags in Kindergart­en Stairwell (noviembre 2018).
Izquierda: Flags in Kindergart­en Stairwell (octubre 1994). Derecha: Flags in Kindergart­en Stairwell (noviembre 2018).
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 ??  ?? GrowthandD­ecay (Steidl, 2019) resume la obra del fotógrafo canadiense David McMillan quien, en un periodo de 25 años, registró la decadencia de Prípiat, una ciudad fantasma afectada por el accidente nuclear de Chernóbil. El proyecto editorial se gestó en un periodo de dos años y medio, y culmina con una selección de 200 imágenes. Más informació­n en steidl.de. Conoce el trabajo de David en dsmcmillan.com.
GrowthandD­ecay (Steidl, 2019) resume la obra del fotógrafo canadiense David McMillan quien, en un periodo de 25 años, registró la decadencia de Prípiat, una ciudad fantasma afectada por el accidente nuclear de Chernóbil. El proyecto editorial se gestó en un periodo de dos años y medio, y culmina con una selección de 200 imágenes. Más informació­n en steidl.de. Conoce el trabajo de David en dsmcmillan.com.

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