Life and Style (México)

TRADICIÓN HECHA POP

En cuestión de meses, Rosalía demostró que el flamenco puede ser un hit y ella una figura global, sin cantar en inglés. ¿Cómo lo logró?

- Texto: Natalia Chávez

Rosalía sentía, en noviembre de 2018, una presión del tamaño de España en su garganta. Sería la única representa­nte de su país en la ceremonia de los MTV Europe Music Awards y nunca había hecho una presentaci­ón en vivo de esa magnitud, que verían millones de personas. Desde Bizkaia Arena, en Bilbao, hizo lo que sabe: fusionó el flamenco con R&B y house, la multitud coreó “Malamente” y así conquistó tierras lejanas. “Estaba tan nerviosa que, al terminar, abracé a mi madre y a mi hermana, y lloré como una niña”, dice la intérprete desde Nueva York.

Originaria de San Esteban de Sasroviras, Rosalía no está aquí para transgredi­r la tradición flamenca, sino para potenciarl­a y hacerla mainstream. Debutó con Los ángeles (2017), un álbum de flamenco, pero para su segundo disco, El mal querer (2018), caminó por suelo quebradizo. Creó una dimensión musical desconocid­a y hasta inconcebib­le para el mundo gitano y los puristas del género, pues lo mezcló con ritmos urbanos y pop. No fue fácil: se le señaló de apropiació­n cultural, por entonar el cante jondo sin ser andaluza, y se le acusó de usar la simbología gitana sin pertenecer a la etnia. Sin embargo, Pepe Habichuela —artista de un linaje flamenco ortodoxo— reconoció su brillantez. “Me dijo: ‘Cantas como una vieja’. Es el mejor piropo que puede hacerte un flamenco. En este género, la vejez está bien vista, porque significa experienci­a”.

Rosalía hace lo que le apetece. Sin ser gitana, aprendió el arte flamenco. A los 13 años escuchó a Camarón de la Isla e hizo de la música su vida. “Desde que tengo conciencia, inventaba melodías, bailaba y cantaba en la sala de mi casa. Nadie cultivó mi amor por la música, simplement­e me sentí conectada con ella”. Se formó con el cantaor José Miguel Vizcaya “El Chiqui” y cantó en cafés, bodas y las calles de Barcelona. Practicó tan enérgicame­nte que, a los 16 años, se desgarró las cuerdas vocales. Se sometió a una operación y aprendió el valor del silencio. “Tuve que armarme de paciencia, pensar a largo plazo, escuchar más que platicar y trabajar otros instrument­os (guitarra, bajo y teclados)”. Sobre todo, entendió que debía proteger lo más poderoso que tiene: la voz. “Desde entonces, llevo ocho años practicand­o la técnica vocal y siendo más respetuosa de mi cuerpo”.

Fue la única cantaora de su generación admitida en la Escuela Superior de Música de Cataluña. Estudió flamenco y se graduó con honores. Es detallista en extremo y ningún aspecto de su música escapa de su control. “Quiero que, al escuchar mi proyecto, el público sienta coherencia entre la letra, el video y el show en vivo. Por eso soy muy exigente conmigo misma y con mi equipo”. Algunos dudan de su autenticid­ad, pero gestó su éxito pop desde la universida­d. Su tesis fue un álbum conceptual de 11 temas que narran la historia —inspirada en la novela del siglo XIII, El román de Flamenca— de una mujer que se libera de un amor al pronunciar: “A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia”. El resultado fue El mal querer, disco que impuso un récord en España al alcanzar más de 2,000,000

de reproducci­ones en 24 horas en Spotify. Además, le valió dos premios Grammy por canción alternativ­a y fusión urbana. Su música es una rareza bella y personal, no un producto reciclable, ideado por una disquera. Ella fue la cabeza de su propio éxito, pues de la mano del productor Pablo Díaz-Reixa “El Guincho”, grabó de manera independie­nte sus dos discos. Firmar con Sony Music fue una consecuenc­ia.

Medio año después de los MTV Europe Music Awards, se presentó en el festival de Coachella y confirmó su pegada internacio­nal sin tener que cantar en otro idioma, ni modificar su esencia. “Hace algunos años, los artistas tenían que cantar en inglés para tener más audiencia, pero hoy la música latina está en el podio y es una bendición compartir mi música más allá del lenguaje”. Además, el mes pasado adquirió una nueva dimensión cuando debutó como actriz en el Festival de Cannes con el filme dirigido por Pedro Almodóvar, Dolor y gloria (2019), al lado de Penélope Cruz y Antonio Banderas.

Vivir sin prejuicios le permitió cantar el flamenco como ningún otro intérprete. Su ingenio alimentó el género con otros que nadie consideró, pese a lo añejo que es. “Hago la música que tengo ganas de hacer. Nunca pienso en aspectos estratégic­os; si fuera así, no la pasaría bien en el estudio y tampoco sería emocionant­e para el público. Si mi música emociona y tiene sentido para los demás, no puedo ser más feliz”.

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Game of Thrones. Rosalía lleva el castellano en cada una de sus colaboraci­ones, desde “Barefoot in the Park” con el cantante inglés James Blake, hasta “Me traicionas­te”, tema para la banda sonora de la última temporada de la serie de HBO

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