TIGER El renacido WOODS
Incluso si se tratara de una película sería increíble. Y es que el regreso de este icono del golf puede ser el más improbable en la historia del deporte.
Tras 81 victorias PGA y su quinto Masters, el presidente Donald Trump le otorgó a Woods la Medalla Presidencial de la Libertad, máximo honor en Estados Unidos para un civil. Tiger nació en Cypress, California, el 30 de diciembre de 1975.
En cuanto la esférica entró en el hoyo 18 del Augusta National Golf Club, el Tigre rugió, alzó los brazos al cielo y apoyó el cuerpo en la pierna de las cuatro operaciones: una explosión que ponía fin a la peor década de su vida. Habían pasado 14 años desde que Tiger Woods ganara por última ocasión el mítico Masters y 11 de no levantar el trofeo de algún major. Increíble que luego de 80 victorias como profesional en el PGA Tour, la 81 sea la más importante, la que lo marca como leyenda y culmina el regreso más improbable y emocional en la historia del deporte.
Ese bogey significaba algo más que un nuevo saco verde. Era el renacer de una figura que conquistó todo, que se convirtió en el deportista mejor pagado y uno de los más admirados del planeta, y que perdió su aura en 2009, tras un accidente de auto que destapó uno de los escándalos sexuales más mediáticos en la historia de Estados Unidos y del deporte mundial.
Tiger Woods tocó fondo y una serie de cirugías en la espalda (incluida la de 2017, en la que se le retiró un disco de la columna) indicaba que nunca regresaría a la disciplina que le llevó a la fama. “Puede caminar, y ya es ganancia”, decían los expertos cuando salió de su cuarta intervención mayor. Sin embargo, el ex número uno no pensaba igual. Tenía que demostrar que solo se trataba de una mala racha, de un error, que el golf que vivía en su corazón era más fuerte. Tuvo que modificar el swing, la resistencia de las varillas de sus palos y hasta el modo de caminar para regresar a las grandes ligas.
El escarnio continuaba y sus pésimos resultados alimentaban los argumentos de que patrocinarlo era peor que tirar el dinero. Solo algunas marcas, como Rolex, Nike, EA Sports y Gillete, seguían fieles a él.
Pero Tiger no claudicó. Se enfocó en la técnica, regresó a las sesiones de más de 1,000 pelotas golpeadas por día y se arropó en su familia. Hace unos meses nos demostró, en la Ciudad de México, que estaba listo para cosas grandes. Con esa subida en el hoyo nueve del Club de Golf Chapultepec dejaba claro que no había perdido la magia y que el rugido se escucharía de nuevo. Tuvo que ser en un campo legendario, en el torneo más trascendental para el golf, donde se sacudió los demonios, las críticas, la pérdida millonaria de patrocinios, un divorcio que le costó más de 750 millones de dólares y el linchamiento social. Fue en Augusta donde le gritó al mundo que no hay imposibles y que la redención es alcanzable. Un día para retomar su lugar en la historia.
“Durante mucho tiempo pensé que volvería a ganar, así que me tiene temblando”, dijo el también legendario Jack Nicklaus, máximo ganador de majors en la historia del golf. La razón de su temor: Tiger llegó a 15 triunfos en majors y se colocó a únicamente tres del récord de todos los tiempos, impuesto por Nicklaus.
Su primer Masters se concretó en 1997 y vino ese abrazo con su padre al terminar el hoyo 18 de aquel domingo. En 2019 fuimos testigos de un nuevo abrazo, ahora con su hijo, un pequeño que nunca lo había visto ganar y quien lo verá perseguir la marca de Nicklaus.
Tiger ha renacido.