Brad Pitt en entrevista
En una sincera entrevista por el estreno del drama espacial Ad Astra, el actor reflexiona sobre la herencia de su padre, sus hijos, el lugar donde nació y las virtudes de la madurez.
Durante su visita a México, nos sentamos con Brad Pitt para que nos contara sobre Ad Astra, una película de ciencia ficción en la que es protagonista y productor. Lo que resultó fue una charla íntima y profunda sobre el trasfondo de la cinta, la paternidad y temas alrededor de la misma, como la relación con su padre, sus hijos con la actriz Angelina Jolie y su encuentro con la madurez.
Cuando Brad Pitt se mudó a Los Ángeles en 1987 para intentar ser actor, dejó de llamarse como su padre, William. Se deshizo de su primer nombre y adoptó el diminutivo de su segundo, Bradley. Aunque esta decisión fue un acto simbólico de desprendimiento, rebeldía y reinvención –que en aquel entonces tuvo como propósito acuñar un nombre artístico más atractivo–, no implicó una distancia entre la vida del hijo y del padre. La sangre siempre llama. “Veo a mi padre en todas las cosas que hago”, dice William Bradley Pitt a Life and Style.
Ahora, después de tres décadas de ese ligero pero categórico cambio de identidad, con su nombre grabado en la historia del cine, no cabe duda de que dejar la carrera de periodismo en la Universidad de Missouri fue la decisión acertada. Brad no solo superó su sueño más ambicioso como actor, sino que enorgulleció a su papá, William Alvin Pitt, quien era dueño de una empresa de camiones de carga, al dar un salto cuántico en términos profesionales.
Aunque los logros en la vida práctica son importantes, el parámetro con el que Pitt se mide ante su progenitor es el moral. “Logró ser mejor que mi abuelo y espero que, con fortuna, yo pueda ser mejor que él y que las cosas sigan este curso”, explica Brad, quien visitó la Ciudad de México en agosto pasado para promocionar Ad Astra, su nueva película, y para asistir a la premier de Once Upon a Time… in Hollywood, el filme más reciente de Quentin Tarantino.
A sus 55 años, tiene presente que la esencia del apellido Pitt no solo es evidente al mirarse al espejo: la forma y el color de sus ojos son herencia innegable de su padre; la nariz, de su madre Jane. También se reconoce en William Alvin por los valores que le inculcó y que son los pilares de su carrera en Hollywood. “Heredé el respeto y el honor, el peso de la palabra… Para él, dar su palabra lo es todo. Ya sea que
luchemos contra eso [lo que heredamos] o lo aceptemos por completo, nuestros padres nos dejan una marca imborrable que nos define”.
La elección profesional de Brad está intrínsecamente ligada con la educación sentimental que le brindó su papá, a quien define como un amante de los Westerns y las películas de Clint Eastwood. Cuando habla de los episodios de su niñez que lo marcaron, no duda en trazar una viñeta en la que la familia y el cine van de la mano. “Mis primeros recuerdos son de mi padre llevándonos al autocinema”, revela. “Nos sentábamos sobre el cofre del auto y mi mamá nos hacía Kool-Aid, porque era para lo único que nos alcanzaba. Veíamos películas cada fin de semana. Esos fueron los grandes momentos de mi infancia”.
Como todos, Pitt no es solo producto de los valores familiares, sino de la idiosincrasia del lugar en el que creció. Nació el 18 de diciembre de 1963 en Shawnee, Oklahoma, pero creció en Tulsa, St. Louis, y mayormente en Springfield. Es decir, es un hombre del Medio Oeste estadounidense. Es producto de esa región de varios estados con amplias praderas que son geográficamente muy parecidas entre sí; una zona donde sus habitantes –caracterizados por su actitud relajada y un ritmo de vida lento– contrastan con la severidad del clima: tornados que arrasan en segundos el patrimonio de años, nevadas que paralizan, lluvias que parecen castigos bíblicos y olas de calor que no dejan pensar, son elementos naturales que en