Life and Style (México)

ROMPER EL TABÚ

La cinta El baile de los 41 no busca la veracidad histórica, sino ahondar en el significad­o emocional y social de la redada de una fiesta gay en 1901.

- Entrevista: Salvador Cisneros · Fotos: Anylú Hinojosa-Peña Styling: Celeste Anzures · Grooming: María José Cuevas

En casa de su tío Carlos Monsiváis, David Pablos descubrió algo que sería la semilla de una historia que germinaría, décadas después, como la película El baile de los 41. Husmeando en la colección de arte del escritor y ensayista mexicano, le llamó la atención una serie de cajas de madera con ilustracio­nes de eventos históricos de México. No reconoció una de ellas, en la que había hombres con barba y bigote vestidos de mujeres que bailaban en parejas. “Es una imagen muy marcada de mi infancia porque nunca había visto algo así”, recuerda Pablos en entrevista.

Pronto averiguó que era una referencia a la detención de 41 hombres durante una fiesta gay de 1901 en la que estaba Ignacio de la Torre, el yerno del presidente Porfirio Díaz, quien habría sido el detenido número 42, pero que se libró por su dinero e influencia­s. “Es un evento importante porque es la salida del clóset, forzada, de la comunidad gay en México. Fue la primera vez que se mediatizó la homosexual­idad”, asegura el director.

Aunque El baile de los 41 está inspirada en este hecho real, Pablos se tomó muchas licencias al hacer el filme, que tentativam­ente se estrenará en septiembre, porque su propósito no era hacer una recreación histórica, sino explorar la moral y los tabúes de esa época a través del conflicto de Ignacio de la Torre, interpreta­do por Alfonso Herrera. Por eso, aunque dio a leer a los protagonis­tas el ensayo Los 41 y la gran redada, escrito por Monsiváis, y otros materiales, les dijo que olvidaran todo lo aprendido porque el objetivo era explorar la imposibili­dad del amor entre dos hombres debido a los estigmas sociales. “Lo que se plantea a través de Ignacio es cómo para alguien que asume su homosexual­idad, al formar parte de una sociedad secreta, es inconcebib­le una relación amorosa más allá del acto sexual”.

Ignacio de la Torre le resultó interesant­e a Pablos porque, pese a ser uno de los hombres más ricos de México y estar casado con la hija del presidente, su prometedor­a carrera política quedó en

“Lo más importante era visibiliza­r a la comunidad gay desde lo esencial, no desde la caricatura”. –David Pablos, cineasta.

el olvido por un estigma que, a un siglo de distancia, aún prevalece en la esfera pública. “Me reía mientras filmaba y le decía al equipo: ‘¿Se dan cuenta de cuántas coincidenc­ias hay con el presente, de los paralelism­os con el porfiriato?’ Es que aunque pareciera lo contrario, hay muchas cosas que no han cambiado: ahí está la controvers­ia que generó la pintura La Revolución de Fabián Cháirez, como claro ejemplo”.

ALCANCE MASIVO

David Pablos nació en 1983 en Tijuana, Baja California, y estudió en el Centro de Capacitaci­ón Cinematogr­áfica de la Ciudad de México, pero su formación como cineasta empezó a los 15 años con la filmoteca de más de 7,000 películas de Carlos Monsiváis. “Cuando le dije a mi tío que quería ser director, se entusiasmó. Fue un privilegio ver cine a su lado. Sé cuánto le debo, porque él fue una escuela para mí y su filmoteca, una clase magistral”, dice.

Su ópera prima, La vida después (2013), que compitió en la sección Horizontes del Festival de Venecia, es un drama sobre dos hermanos que van en búsqueda de su madre. “Es muy personal, muy directa y referencia­l. Quien me conoce, me pudo ver en esa película en muchos aspectos. Ahora creo que no estaba listo para contar esa historia. Si la hiciera de nuevo, sería diferente, pero era la mejor película que podía hacer en ese momento. Le tengo una especie de amor-odio”.

Con Las elegidas (2015), nominada al premio Una cierta mirada en el Festival de Cannes, hizo un crudo retrato de la trata de mujeres en México a través de la historia de un proxeneta novato que se enamora de la joven a la que engaña para meterla a una red de prostituci­ón. “Esa película fue importante para mí porque significó reconocimi­ento, pero, sobre todo, porque encontré una manera de acercarme a la historia mucho más libre, sin tanta tensión en el set”, recuerda el cineasta de 36 años.

La película ganó cinco premios Ariel, entre ellos los de mejor película, director y guión. No obstante, su distribuci­ón en cines fue sumamente limitada, aunque encontró un mayor alcance gracias a Netflix. Con El baile de los 41, distribuid­a por Cinépolis, Pablos pretende lograr el alcance masivo del que carecieron sus dos filmes anteriores. “Espero no sonar grandilocu­ente, pero la apuesta ha sido hacer una película que vaya a una audiencia mucho más diversa, no acotarnos a los festivales de cine”, concluye.

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