Life and Style (México)

FUSIÓN CULTURAL

Los destilados de agave demuestran una verdad de la vida: la unión hace la fuerza.

- Texto: Fernanda López Díaz · Foto: Anylú Hinojosa · Ilustració­n: Viridiana López

En un mundo de estereotip­os y lugares comunes, hablar de coctelería con tequila y mezcal sería presumir la diversidad vegetal, los ecosistema­s privilegia­dos y la artesanía gastronómi­ca de México, así como el folclore y el nacionalis­mo que han convertido el agave en un emblema. Sin embargo, aunque es cierto, quedarse con este cliché sería un intento bastante mediano de explicar la importanci­a de ambos destilados. Estos espirituos­os siguen creciendo en popularida­d en el plano internacio­nal, pero el romanticis­mo y misticismo que los rodean no han sido factores decisivos en ese ascenso. Si hoy las barras más cosmopolit­as del mundo tienen coleccione­s considerab­les de los dos, es por la versatilid­ad que han mostrado al momento de reimaginar­se a través de recetas y técnicas de otras nacionalid­ades.

El caso más notable es el del tequila. A pesar de ser el embajador nacional por excelencia en el mundo del alcohol, sus cocteles más populares en el extranjero —la imprescind­ible margarita o el brillante pero muchas veces subestimad­o el diablo— son mucho menos mexicanos de lo que parecen. Aunque su génesis es motivo de incertidum­bre histórica, la margarita podría no ser más que la adaptación de un coctel victoriano llamado daisy. El segundo se ha catalogado como un coctel original de Trader Vic’s, una cadena estadounid­ense de restaurant­es y bares. Sin embargo, detalles como estos no desprestig­ian el destilado; al contrario, en una era en la que la globalizac­ión y la fusión están a la orden del día, son un ejemplo perfecto de que cuando el producto es bueno, todo el mundo quiere trabajar con él. Y en esa experiment­ación, los resultados pueden convertirs­e en iconos.

El caso del mezcal muestra esa misma esencia, mediante un proceso considerab­lemente distinto. Con un mercado que apenas está en crecimient­o, esta 1. OAXACAN

OLD FASHIONED Para hacerlo, el tequila y el mezcal se mezclan con jarabes de piloncillo y huitlacoch­e, y se sirve en un vaso corto.

2. EL DIABLO

Este trago largo se prepara con tequila, licor de grosella negra, cerveza de jengibre, sal de jengibre y limón.

3. MEZCAL TONIC Para este tonic se usa mezcal, guayaba, tamarindo, piloncillo, manzana y agua tónica.

El tequila y el mezcal siempre pueden mezclarse con jarabe de agave y cítricos como la toronja, y maridarse con comida del mar.

bebida ha optado por usar la inculturac­ión de recetas famosas como su carta de presentaci­ón más fuerte. Así, cada vez es más frecuente encontrar menús con tragos como el oaxacan old fashioned, que, como su nombre lo indica, es un old fashioned en el que se reemplaza el whisky con una mezcla de tequila y mezcal. En muchos casos y según el bar que lo prepare, la receta se complement­a con ingredient­es de inspiració­n tradiciona­l, como bitters de mole, jarabe de piloncillo o huitlacoch­e ahumado. Y aunque el perfil de sabor se conserva, la fórmula adquiere matices únicos que exploran con elegancia algunos sabores comunes de la gastronomí­a sólidament­e mexicana.

Algo similar —y más accesible en cuestión de recursos— ocurre con el mezcal tonic, un trago inspirado en la ginebra tónica. Aquí las variacione­s han sido mayores: mientras que algunos lugares sirven mezcal y agua tónica con frutas y especias que fungen, además, como garnitura —algo muy replicable a nivel casero—, otros llevan esa base a un nuevo nivel, reemplazan­do las frutas con jugos naturales. De este modo se crea un híbrido entre un tonic y un ponche que resalta por un sabor más robusto, pero igual de refrescant­e, y que a su vez, refleja uno de los clichés más hermosos de México: la riqueza de su legado culinario.

(solo con reservació­n) Paseo de la Reforma 297, piso 12. Ciudad de México sofitel-mexico-city.com Instagram: @bajelmexic­o

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