Manufactura

Trazabilid­ad: receta contra el crimen

La capacidad de conocer y certificar a detalle el recorrido de un medicament­o, desde su fabricació­n hasta que llega al consumidor final, nació como herramient­a logística que abrió nuevos mercados; hoy es un candado contra la delincuenc­ia

- POR ANA LYDIA VALDÉS

La capacidad de conocer y certificar a detalle el recorrido de un medicament­o, desde su fabricació­n hasta que llega al consumidor final, nació como herramient­a logística que abrió nuevos mercados; hoy es un candado contra la delincuenc­ia

Laboratori­os, cadenas farmacéuti­cas, almacenes de resguardo y autoridade­s competente­s enfrentan el reto de reducir la falsi cación de medicament­os en el mercado mexicano.

Según estándares de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), la media mundial de productos falsi cados alcanza 10%, mientras que en México está entre 5 y 6%, gracias a la actualizac­ión permanente de los sistemas de trazabilid­ad; esto es, la huella que va dejando el medicament­o en la cadena de suministro, desde que se fabrica hasta que lo toma el paciente.

“No nos podemos quedar de brazos cruzados; el hampa también se actualiza”, reconoce Mikel Arriola Peñalosa, titular de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

El funcionari­o explica que la idea no es incrementa­r la trazabilid­ad con mecanismos so sticados, pues eso dispararía el costo del medicament­o. El n, agrega, es aprovechar la tecnología para tareas de ‘inteligenc­ia sectorial’, esto es, trabajar de la mano con la industria para detectar los lugares donde se refactura y se distribuye mercancía falsi cada, conocer el modus operandi del crimen organizado y aplicar la ley.

UN PASO ADELANTE

“No existe panacea para combatir al hampa”, comenta Rafael Gual Cosío, director general de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéuti­ca (Canifarma), tras señalar que para desincenti­var a las redes criminales, los laboratori­os han impuesto diferentes candados a sus productos, que van desde tintas invisibles hasta hologramas.

Merck Sharp & Dohme (MSD), por ejemplo, trabaja en estrategia­s de trazabilid­ad, que van más allá del logotipo, serializac­ión, arte en las cajillas, colores, tipo de tinta, ubicación de las letras o diseño del empaque.

“Desarrolla­mos más de 15 caracterís­ticas secretas que sólo conocen ciertas áreas de la empresa, que nos ayudan a identi car medicament­os falsi cados o adulterado­s”, dice César Rojas, director de Seguridad para México y Centroamér­ica de MSD.

“La imitación de medicament­os llega a ser tan buena que a simple vista no permite a la gente identi carla”, agrega Raúl Díaz, director de la división de Manufactur­a de MSD. En el caso de esta empresa se han encontrado empaques casi idénticos, pero en medicament­os muy especializ­ados son los pacientes quienes detectan la falsi cación o denuncian si son de dudosa procedenci­a.

“Se revisa si (el producto) es nuestro y la informació­n no se comparte con nadie; incluso se envían a Inglaterra para con rmar con estudios físico-químicos la magnitud de la falsi cación o si contiene otras sustancias”, dice Díaz. Las estrategia­s de trazabilid­ad de este laboratori­o se aplican a nivel global, pues han detectado que la falsi cación de medicament­os es una práctica internacio­nal.

¿CÓMO LO DETECTAN?

En algunos casos, más que sospecha de una supuesta falsi cación, la queja comienza por un defecto de calidad. “A lo mejor, el paciente detecta puntitos negros (en la sustancia) o que cambia de color y lo denuncia”, señala Rojas.

Cuando llega a las manos de los químicos del laboratori­o, agrega, se debe comprobar que no sea un defecto de calidad, sino una práctica de falsi cación. A veces las cajillas pueden tener la etiqueta encimada, no especi car un lote, otra fecha de caducidad u otro precio, y eso causa extrañeza a los pacientes. Generalmen­te se trata de enfermos crónicos que se acostumbra­n a la presentaci­ón y al efecto inmediato del producto, por lo que son muy sensibles y reportan cualquier cambio.

“El crimen organizado puede cambiar el tipo de pastillas o poner incluso de sabor menta”, acotó Rojas.

No es redituable falsi car productos de alta especialid­ad. “Medicament­os especí cos, para tratamient­os como cáncer o SIDA son de difícil acceso y muy caros”, dice Díaz; además, no están a la venta en cualquier farmacia, ni la población en general tiene acceso a ellos. Se venden con receta especí ca. “No son costeables para el crimen organizado”.

Para el crimen organizado reditúa más obtener el medicament­o de manera ilícita desde la cadena de suministro que, incluso, falsi car recetas. “No en la cadena del laboratori­o, sino en el cambio de canal de venta”, aclaró Díaz.

Productos que se le venden al sector público terminan en el sector privado y así obtienen una ganancia extra. En este punto, cuando se pierde el control de la cadena, es más fácil falsi carlos. “Perseguir ese tipo de acciones es bastante tardado y no es tan fácil que la autoridad le dé la importanci­a necesaria”, dice Rojas.

Becton Dickinson, empresa especializ­ada en insumos médicos, usa la trazabilid­ad como un requisito para exportar. Es, además, una exigencia de Cofepris en México, de la Food and Drug Administra­tion (FDA) en Estados Unidos, y de la Agência Nacional de Vigilância Sanitária (ANVISA) en Brasil.

“Mediante muestro sistema de trazabilid­ad, logramos detectar la venta ilícita de jeringas en la Central de Abasto a un menor costo”, relata Fabiola Ruiz Matías, gerente de Operacione­s de Becton Dickinson. “No tenemos certeza en qué parte de la cadena de suministro se incurrió en el robo, pero podría pensarse que fue durante el transporte”.

Este tipo de ilícitos, curiosamen­te, no se ejecutan en regiones fronteriza­s, sino en centros urbanos, donde es más fácil comerciali­zarlos, agrega Arriola Peñaloza, de la Cofepris.

TODOS SOMOS UNO

Para Novartis, la estrategia contra el hampa implica elevar la calidad de la presentaci­ón del producto y capacitar a las autoridade­s. Gerardo Corchado Chávez, responsabl­e del Área de Seguridad de la farmacéuti­ca, explica la importanci­a de crear productos con un empaques con mayores estándares en su diseño y fabricació­n. “Para que el paciente confíe, el producto debe presentar calidad a simple vista”. Esto implica que los empaques (caja y frasco o blister) incluyan impresión con marca de agua, hologramas, sello, código en las tabletas o área de reserva para lote y caducidad.

“En temas de impresión, el hampa no le invierte como un laboratori­o”, dice Corchado Chávez. La Cofepris obliga a los laboratori­os manejar estándares especí cos en los colores, tipografía, o cierta informació­n en la caja. “Los falsi cadores siempre fallan, tienen faltas de ortografía, colores que no son, los márgenes no son los adecuados; incluso, el suaje donde vienen las instruccio­nes está mal doblado”, agrega Corchado Chávez.

Novartis también le apuesta a la capacitaci­ón integral de las autoridade­s públicas y privadas: Canifarma, Cofepris, Procuradur­ía General de la República (PGR), Procuradur­ía Federal del Consumidor (Profeco). Corchado Chávez dice que primero se “da una concientiz­ación respecto a que (la falsi cación) es un tema grave, latente, que puede causar pérdida de vidas y después se dan elementos básicos para identi car los productos falsos”.

La idea es que, en su rutina diaria, las autoridade­s tomen un producto de cualquier anaquel, revisen el tipo de impresión de los empaques, y reporten cualquier irregulari­dad.

No hace mucho, una empresa del sector informal lanzó al mercado un antimicóti­co para manos y pies en formato ‘talco’; le dio el nombre de Lamisil. El producto original, producido por Novartis, cura lo mismo y lleva el mismo nombre, sólo que es un tratamient­o oral.

“Afortunada­mente era talco y no una sustancia dañina para el organismo”, recuerda Corchado Chávez, tras aclarar que la farmacéuti­ca no cuenta con esa presentaci­ón en ningún país. Aquella versión se ofrecía en sobres de 10 centímetro­s, hechos con hojas de papel bond dobladas.

“Gracias a que las autoridade­s tenían un catálogo de nuestros productos fue que detectaron la venta de este producto en la calle. Preguntaro­n si teníamos a la venta el talco y así fue como nos dimos cuenta”, dice el directivo. “Fue un daño más de imagen que de pérdida económica”, nalizó el entrevista­do.

HERRAMIENT­AS TECNOLÓGIC­AS

La tecnología ha sido un instrument­o ideal para combatir la falsi cación. Los laboratori­os farmacéuti­cos pueden echar mano de sistemas que trabajan con Big Data para hacer más difícil cualquier intento del crimen organizado.

Mario De Agüero, director general de GSI, asegura que el sistema Data Matrix es el de mayor almacenami­ento, ya que incorpora en su estructura más de 2,300 caracteres alfanuméri­cos.

“Es un código bidimensio­nal que podría operar en todo el mundo, aunque por ahora no está homologado”, dice. Incluye fechas de producción y de caducidad, número de lote, inclusive sistemas seriales, que identi can la caja o la unidad mínima del producto al que pertenece un lote.

Si un lote tiene 50 cajas, este sistema ofrece una trazabilid­ad detallada del medicament­o, incluyendo las materias primas con las que fue elaborado, la calidad de la informació­n a resguardar, el método de almacenami­ento, los medios para compartir la informació­n, la velocidad con la que se pueden obtener datos y la capacitaci­ón al personal que maneja la cadena de suministro.

Otros sistemas son los de radiofrecu­encia, que identi can en dónde están ubicados los medicament­os; en el almacén, hospital, farmacia o laboratori­o, lo que agiliza su manejo.

“No se puede decir que vamos bien, pero hay países en los que la piratería representa hasta 30% de los ingresos de los laboratori­os”, asegura Gual Cosío, de Canifarma.

No obstante, para el IMSS, que desplaza el 80% de unidades y llega a 50 millones de consumidor­es, la homologaci­ón de sistemas de trazabilid­ad a nivel mundial resulta indispensa­ble.

Si bien México ha logrado estandariz­ar en su mercado interno, el asunto se complica en otros mercados, donde nuestro país participa como importador y exportador de medicinas.

“Los códigos que se manejan en México deberían ser congruente­s con Estados Unidos, Europa y todos los países”, insiste Rafael Gual Cosío, “pues de nada serviría tener nuestro propio código bidimensio­nal si los demás no están homologado­s”.

Cofepris tiene un esquema de farmacovig­ilancia para ver cómo se comporta el producto después del mercado, sin encarecerl­o: “no debemos de incrementa­r los costos de los medicament­os con mecanismos que no aporten valor”, concluye Peñalosa.

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Hay opciones de trazabilid­ad que permiten saber la fecha de producción y caducidad, inclusive sistemas que identifica­n el lote y la unidad.

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