Responsables desde pequeñas
La clave para las pymes, industriales o no, para desarrollar su estrategia de responsabilidad social corporativa empieza en cómo tratan a sus colaboradores.
L a lucha por la supervivencia, los presupuestos ajustados o la falta de recurso humano: esta es la sagrada trinidad que pasa por la mente de algunos fundadores y directivos de pequeñas y medianas empresas para no poner en marcha estrategias de responsabilidad social corporativa. Pero los especialistas proponen un juego: desmontar los mitos para demostrar que es posible, incluso para la más pequeña compañía, formar parte del club de las organizaciones que agregan valor a la comunidad.
El paso inicial es establecer las reglas del juego. Y la primera es acabar con la creencia de que únicamente las grandes empresas pueden desarrollar estrategias de responsabilidad social corporativa, porque tienen más recursos para compartir o donar a terceros. O que en ciertos sectores es más natural. “Este enfoque está equivocado”, advierte Agustín Llamas, director del Centro de Investigación en Empresa y Sociedad del IPADE.
Esta norma parte de la base de que la responsabilidad social corporativa no está asociada a lo que le sobra a una empresa, sino a lo que es, su gente. Y esto lleva a derribar un segundo mito: ser socialmente responsable no significa gastar dinero, es más, puede suponer un ahorro para las compañías. Disminuir el uso de energía eléctrica en la planta u optar por imprimir únicamente lo necesario no solo tiene un impacto ambiental, también ser refleja en las cuentas que hay que pagar por su utilización. Inicia por la casa Llamas explica que lo que define a una empresa socialmente responsable no es lo que hace de puertas hacia fuera, sino que comienza desde el management y cómo trata a las personas en la organización.
“No se vale cargar con las incongruencias que se suelen dar en muchas organizaciones que donan recursos y atienden a las comunidades, pero explotan a sus trabajadores o tienen un mal clima laboral, no reconoce a sus empleados o no los capacita”, agrega Llamas.
De hecho, la casilla de inicio de la responsabilidad social corporativa para todas las empresas, independientemente de su tamaño, es el interior de la organización.
“Hemos visto que muchas veces para las grandes compañías es común enfocarse en las acciones que realizan hacia fuera, porque son las más visibles por parte del posible consumidor e inversionista. Y les falta esa congruencia de también enfocarse hacia dentro, a desarrollar las prácticas que van dirigidas hacia sus trabajadores”, sostiene Jorge Reyes, director del centro Idearse, de la Universidad Anáhuac, organismo de investigación e inteligencia en Responsabilidad Social Empresarial y Sustentabilidad.
Ambos especialistas recomiendan empezar con las prácticas internas que permitirán, además, avanzar más casillas. “Si se enfocan en mejorar la vinculación con sus trabajadores, también estos van a ser los primeros embajadores que van a dar a conocer el comportamiento socialmente responsable, que mejorará el posicionamiento hacia fuera”, señala Reyes.
El buen clima laboral, el mejoramiento de condiciones de los trabajadores y mantener una relación sana con los grupos representativos de los empleados, así como fomentar la participación y un ambiente de respeto mantiene a los colaboradores motivados y comprometidos. Y esto redunda en la productividad y otra serie de indicadores.
Llamas vincula de forma directa la rentabilidad del negocio con la responsabilidad social corporativa, aunque señala que no le gusta usar el argumento porque da más peso a la dimensión utilitaria que al deber ser de la responsabilidad. “Parece que hay que ser bueno porque trae dinero, en lugar de porque hay que serlo”, afirma el experto.
“El empresario tiene que convencerse de que la razón fundamental no es que le va a ir mejor en términos de utilidades, sino porque va a generar mayor valor social”.
Es lo que señala también Raj Sisodia, cofundador de Capitalismo Consciente, un movimiento internacional que busca cambiar la forma de hacer negocios con la filosofía de que, si bien el dinero es importante para que la empresa sobreviva, el propósito de generar valor a toda la comunidad es clave. “La mayoría de los colaboradores en compañías tradicionales no están comprometidos, no les importa su trabajo. Y eso hace que no sean creativos y no aprovechen sus capacidades”, asegura el representante de la organización, que tiene presencia en 13 países, acaba de llegar a México y entre sus miembros en Estados Unidos están empresas como Whole Foods Market, Amazon y Costco.
Sisodia asegura que una vez que las empresas ponen a la gente en el centro del negocio, este crece y, a medida que lo hace, también crecerá su estrategia de responsabilidad social o generación de valor.
Dejar atrás las excusas puede ser, incluso, sencillo. A veces basta mirar las estrategias de otras empresas y adoptar las mejores prácticas de otras organizaciones. “Hay empresas grandes que tienen programas de desarrollo de proveedores y comparten su know-how para avanzar en la responsabilidad social corporativa. Para los programas de voluntariado, si la pyme tiene poco personal, puede unirse a otras pequeñas y medianas empresas para desarrollar la estrategia”, recomienda el especialista de la Anáhuac.
Ternium es un ejemplo de esta transmisión de conocimiento. Junto a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) ha impartido cuatro ediciones del diplomado del programa ProPymes para mejorar sus prácticas en las áreas de gestión, liderazgo, calidad y mejora continua, costos, seguridad y comunicación.
Para Llamas, la cuestión de fondo está en cómo ven las empresas la responsabilidad social. Y hace un llamado a cambiar conceptos. “El de responsabilidad social corporativa ha sido manipulado en exceso. Para uno es ecología, para otros, una etiqueta. Además, tiene una asociación con costos, por eso las pymes se preguntan si pueden hacerlo o no”.