Un sector con una salud envidiable
Fabricantes de dispositivos médicos apuestan a tratamientos no invasivos para seguir ganando mercado.
Michael Phillips se convirtió, en 2013, en el socio ideal para Omar Ornelas, fundador de Labinnova, laboratorio especializado en pruebas para la detección de cáncer de mama y de pulmón. Juntos desarrollaron la forma atípica de diagnosticar el primero de estos males con base en el aliento, especialidad de Phillips.
“Había desarrollado la manera de encontrar moléculas de cáncer de mama en el aliento, pero le faltaba el algoritmo”, recuerda Ornelas, de 52 años.
Fruto de la sinergia nació BreathLink, una solución que consiste en un globo metalizado y una “nariz electrónica” que evalúa si el aliento tiene compuestos volátiles asociados a la enfermedad.
Estará disponible a partir de 2018 y permitirá hacer del diagnóstico algo menos invasivo, al evitar los estudios de gabinete y laboratorio como mastografías o incluso biopsias, una característica que empresas farmacéuticas y centros de investigación aprovechan para desarrollar dispositivos médicos ya sea para tratamiento o para diagnóstico oportuno de enfermedades crónico degenerativas como diabetes.
Lo que buscan los dispositivos médicos (DM) es que los procedimientos sean cada vez menos invasivos, señala Emilio Sacristán Rock, director del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M), conocido también por liderar el diseño de un auxiliar de corazón creado por mexicanos en 2012.
Encabeza un equipo de profesionales que busca mitigar las secuelas de la enfermedad vascular cerebral (EVC), mejor conocido como infarto cerebral. Consiste en un casco que estimula con vibraciones las arterias cerebrales del paciente durante dos minutos, dilatándolas y haciendo correr la sangre al momento para evitar que el coágulo siga estancado y provoque daños en el organismo.
La estimulación magnética lleva al momento una inversión de más de 8 millones de dólares. En él ha trabajado personal de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) campus Iztapalapa, un laboratorio
en Alemania que se integró por financiamiento de la comunidad europea, y una red de hospitales de Estados Unidos, además del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. Este año, la agencia del gobierno de Estados Unidos responsable de la regulación de aparatos médicos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó al equipo de Sacristán Rock en su salida al mercado bajo la primera indicación: vasoespasmo cerebral. Aunque eso será una realidad a fines de 2018.
La espera puede costar algo más que tiempo. La EVC afecta a 250,000 personas cada año en México y es, actualmente, la tercera causa de muerte en el país, según estimaciones de la Asociación Mexicana de Enfermedad Vascular Cerebral (Amevasc). Su frecuencia se incrementa a partir de los 45 años mientras que el costo promedio para atención del paciente es de 468,000 pesos.
Las consecuencias varían dependiendo el lugar donde se aloja el coágulo. Pueden provocar pérdida de la visión, de la fuerza en un brazo o una pierna, de la sensibilidad, del conocimiento o del habla, y si se coloca en zonas vitales como el centro respiratorio el resultado es la muerte en minutos. Con la estimulación, el daño por un EVC puede ser mínimo, según plantea Sacristán, sin mencionar porcentajes, pues cada caso es distinto.
OPORTUNIDAD PARA EL MERCADO
Los dispositivos consideran todo aquello que juega en la industria de la salud y que no es un fármaco, explica Édgar Romero, presidente de la Asociación Mexicana de Industrias Innovadoras de Dispositivos Médicos (AMID).
Abarcan desde material de curación —jeringas, vendas, gasas; productos como tiras de reactivos, inmovilizadores, válvulas cardiacas, prótesis ortopédicas y odontológicas— hasta aparatos de diagnóstico, tomógrafos, entre otros.
Hace una década México era líder en manufactura a escala global, y en 2015 se convirtió en el octavo mayor exportador, con un valor de 8,405 millones de dólares (mdd), según estimaciones de la Asociación y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y ProMéxico.
En el país operan 40 plantas de manufactura correspondientes a 26 fabricantes, como Medtronic, Siemens, Boston Scientific, Johnson & Johnson, Philips, Roche, entre otras. Recientemente, Cofepris indicó que en 2016 se produjeron 15,220 millones de dólares (mdd) en dispositivos médicos, y la expectativa es que crezca a un ritmo sostenido impulsado por factores sociodemográficos. “La industria tiene una expectativa de crecimiento anual de hasta 5%, potenciado en que se requiere optimizar los costos en el tratamiento para elevar la calidad de los servicios, y la inercia del envejecimiento de la población”, mencionó Ignacio García-Téllez, director de Salud de la consultoría KPMG México.
Actualmente, cerca de 10.5% de la población en México tiene más de 60 años; para 2050 se estima que sean 32.4 millones de personas adultas mayores, lo que representará 21.5% de la población total, estimó el Consejo Nacional de Población (Conapo).
La industria ya se encuentra trabajando para este segmento de la población, teniendo como referencia que los enemigos principales de la salud pública son diabetes, cáncer, padecimientos cardiovasculares, vasculares cerebrales, neumonía, enfermedades crónico respiratorias, hipertensión, obesidad y enfermedades del hígado, apuntó el presidente de la AMID.
Actualmente cerca de 10.5% de la población en México tiene más de 60 años y, para 2050, habrán 32.4 millones de personas adultas mayores.
Para la diabetes, uno de los enemigos de la salud en el país, el mexicano Bernal Velázquez presentó en 2015 GlucosAlarm, un dispositivo integrado por un sensor y una aplicación móvil para medir glucosa en orina de pacientes diabéticos de una manera indolora, económica y sin necesidad de salir de casa. El dispositivo necesita solo unos segundos para analizar la información y enviar los resultados al teléfono celular; si los niveles de glucosa en orina son muy altos, la aplicación móvil puede enviar un mensaje de texto a un familiar o llamar a un número de emergencia.
A CONTRACORRIENTE
El egresado del Instituto Tecnológico de Chihuahua II y de la Universidad de Houston agregó que hoy en día la innovación y el desarrollo de otras industrias como el plástico, metal-mecánica y software forman parte del potencial del sector.
Sacristán explica que México tiene potencial, pero los retos no son sencillos. Falta encontrar la fórmula correcta para que todo el desarrollo de las universidades se pueda conjuntar con la industria, especialmente por capital; y otro es la paciencia, el diseño de un DM lleva en promedio siete años, mientras que la Cofepris aún “no tiene claro que los tiempos son cruciales para volver a México potencia en investigaciones clínicas de la salud”.
El país no es competitivo en cuanto a tiempo para iniciar una investigación desde cero, los tiempos de aprobación continúan siendo de hasta seis meses, periodo en que en potencias como Estados Unidos los datos ya están hasta publicados en algún journal, señala Luis Enrique Rodríguez, director de investigación clínica para Roche México. Allá, dice, el arranque es de máximo tres semanas.