Manufactura

EDITORIAL

Cerebros abiertos.

- — jesush@expansion.com.mx

Pareciera que hoy en día circula una fiebre por transforma­r compañías antes conocidas por sus productos, para ahora reconceptu­alizarse como empresas dedicadas a la innovación. 3M, GE, ABB y otros corporativ­os globales han migrado su modelo de negocio para ser potenciado­ras de conocimien­to aplicado en diversos grados. Esta resignific­ación se está dando por la combinació­n de cuatro modelos de cooperació­n: 1) desarrollo de empresas pequeñas, e incluso

startups, con apoyo financiero de capital de riesgo, transferen­cias técnicas o de tecnología, coinversio­nes, o jointventu­res 2) convirtién­dose en acelerador­as al vincular a esas empresas en entornos de negocio y obtener así, en forma de proveedurí­a, las innovacion­es que requieren; 3) la adquisició­n completa de la compañía, y 4) convirtién­dose en generadore­s de plataforma­s de

software de código abierto sobre el que cualquiera puede generar nuevos desarrollo­s tecnológic­os y de conocimien­to; esta quizá es una de las de mayor potencial.

Sin duda hay variantes; pero en todas está claro que el conocimien­to ya no es privativo de una marca o compañía. Si bien no hay vuelta atrás en estas tendencias, existen también componente­s de riesgo y no por mitos como la pérdida de patentes o la fragilidad del conocimien­to. ¿Recuerda las lecciones de economía sobre la Ley de Rendimient­os Decrecient­es? Con la innovación abierta (open innovation) pasa lo mismo. Cuando hay un exceso de adquisició­n de conocimien­to y no se lleva al mercado o se hace para que no lo obtenga la competenci­a, la innovación pasa de ser un activo a un pasivo. Ocurre lo mismo cuando a la hora de fusionar un sistema, producto o empresa a la estructura de producción actual, no se mide la compatibil­idad y afinidad de las áreas o partes correspond­ientes.

Usualmente la innovación se ha medido en nuevos desarrollo­s, productivi­dad y eficiencia, pero desde hace un par de años y tras un estudio realizado en China con miles de empresas que acudieron a open innovation, los economista­s se dieron cuenta de que todo el desarrollo era inútil si no se medía contra la monetizaci­ón y el mayor valor agregado real de las innovacion­es.

Sin duda, la colaboraci­ón de mentes creativas y de cerebros que trabajan por hacer mejoras en la manufactur­a es una gran noticia para el mundo, pero hacerlo sin el cuidado de que eso genere retornos monetarios realmente sustentabl­es se vuelve una carrera sin sentido. Así que una vez que usted sabe esto, dele la bienvenida a la era de la innovación. Y suerte con ella.

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