Manufactura

EL MERCADO DE LA NOSTALGIA

Cuba, un paraíso para autos clásicos.

- Por Ivet Rodríguez

Una fila de autos clásicos, tan coloridos como el confetti, desfilan por las calles de La Habana, Cuba. Muchos de los recorridos comienzan en La Habana vieja, que es la parte colonial parcialmen­te restaurada; siguen por la Plaza de la Revolución, donde está el memorial a José Martí –político, periodista y escritor que organizó la Guerra de Independen­cia de Cuba en 1895– y continúan hasta los hoteles erigidos en los años 50 a la orilla del malecón, enmarcado por un muro que se extiende por toda la costa norte de la capital cubana.

Hoy, Cuba es literalmen­te un museo de autos rodante. Donde quiera que se mire hay un vehículo estadounid­ense de la vieja escuela: Chevrolets y Fords, pero también los extintos Oldsmobile­s y Plymouths. Sin duda, los más llamativos son los enormes sedanes de lujo descapotab­les y con aletas traseras llevados a la isla por los estadounid­enses que visitaban o hacían negocios en Cuba en la década de los 50, durante la dictadura de Fulgencio Batista.

En esos años se importaron decenas de automóvile­s hechos en Detroit –conocida como la Motor City por albergar las casas matrices y las primeras fábricas de General Motors, Ford y Chrysler–, que luego fueron abandonado­s por sus dueños tras la Revolución Cubana de 1959. Entonces el gobierno comunista cubano, liderado por Fidel Castro, prohibió

las importacio­nes de vehículos y refaccione­s: la escena automovilí­stica quedó congelada en el tiempo.

Mecánica ingeniosa

Oscar Soler conduce un Chevrolet azul de 1949 que brilla como si fuera nuevo. Dice que encontró el auto en la provincia de Viñales, a unos 183 kilómetros de La Habana. Le costó el equivalent­e a 28,000 dólares (cerca de 525,000 pesos) y ha pasado los últimos dos años restauránd­olo para poder usarlo como taxi. “Es un buen negocio, en promedio gano diariament­e unos 100 dólares al día”, dice.

Conseguir los repuestos para este vehículo sigue siendo complicado, por lo que Oscar ha ido adaptando refaccione­s de otros carros. Los motores diésel han reemplazad­o a los V6 y V8 estadounid­enses y las piezas las han sustituido con lo que sea que se pueda encontrar en la isla. Una que otra vez también ha pagado a los cubanos que viajan fuera de la isla para que le consigan algunas autopartes.

Estos autos prácticame­nte solo mantienen el cascarón original. Por dentro tienen un poco de todo, de autopartes más modernas traídas desde Estados Unidos, México o Alemania, pero también de los viejos Ladas rusos, de los Peugeots franceses o de los Land Rovers ingleses que también ruedan en la isla. Casi todos los cubanos son, por necesidad, mecánicos aficionado­s que van adaptando las piezas que van encontrand­o.

Fuente de empleo

La tarifa corriente para que los turistas viajen en un automóvil clásico es de 30 dólares (unos 540 pesos) por hora, casi lo mismo que gana un médico cubano en un mes. Esto ha llevado a los cubanos a buscar por toda la isla coches viejos para reparar.

“Solo puedes conseguir un auto de estos comprándol­o a otro cubano”, dice Carlos Sánchez, propietari­o de un Ford 1959 color verde bandera que renta a los turistas. Aquí no es

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30,000 dólares (unos 560,000 pesos) llega a costar un vehículo clásico estadounid­ense en Cuba.
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Los turistas que visitan la isla caribeña pagan 30 dólares por conducir un auto clásico durante una hora.

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