Un futuro resiliente
A la industria automotriz del país le queda poco tiempo para desarrollar los encadenamientos productivos que requerirá la nueva generación de vehículos.
La evolución de la industria manufacturera automotriz en México conserva una tendencia de crecimiento desde hace casi 40 años. Desde la instalación de las primeras plantas de Ford o Nissan, las armadoras aumentaron su importancia e influencia para ser tractor de otras industrias y para mayores inversiones al país.
En los últimos años –en que pasamos de menos de 900,000 unidades en 2009 a 2.9 millones en 2017, seguido de ligeros descensos en los últimos 24 meses–, México ha sumado gran valor a la fabricación mundial de automóviles, no sólo en términos económicos sino en innovaciones a la industria.
Pero nada dura para siempre. La desaceleración en el crecimiento global (especialmente en Estados Unidos que caerá 3%) y un cambio de tendencia en las tecnologías para migrar de los motores de combustión interna a los eléctricos y autónomos no auguran un buen futuro inmediato a los fabricantes nacionales de insumos para autos, camiones y sus refacciones.
De acuerdo con la consultora Internacional IHS, la producción local se estancará entre 3.7 y 3.8 millones de vehículos entre 2020 y 2024. Y si la industria hace lo necesario para desarrollar infraestructura y planta productiva con capacidad para las nuevas directrices de las armadoras globales, quizá se reactive el crecimiento de 2024 a 2026.
Hoy el gran tema es: ¿qué tanto hemos logrado como país y planta productiva para estar a la vanguardia en investigación o en producción de insumos para la nueva generación de vehículos? La respuesta es simple: no lo suficiente. Manufactura, junto con el Tecnológico de Monterrey y el Clúster Automotriz de Nuevo León, realizamos una encuesta entre más de un centenar de líderes de la industria sobre el nivel del país y las perspectivas de desarrollo de la automovilidad eléctrica y autónoma.
Conformamos un gran volumen de información del que presentamos una pequeña parte en esta edición y que pondremos a disposición de nuestros lectores en los siguientes dos meses en otras plataformas.
En resumen: Aunque algunos vehículos eléctricos ya se producen en el país, no se tiene toda la masa crítica de proveedores, nuevos desarrollos de baterías, o softwares que emitan información del desempeño de los vehículos y otros componentes que requerirá la nueva era. Tampoco existe legislación y entendimiento de los nuevos modelos de negocio (car sharing, por ejemplo) para responder a las necesidades de la nueva era.
Las tareas que nos quedan por delante son titánicas, no sólo por el grado de sofisticación logística, tecnológica y de capacitación para atenderla, sino porque el tiempo es corto: tenemos que lograr, en menos de cuatro años, lo que avanzamos en los pasados 40. Si esto no es un signo de alarma para la industria, quizá sí lo sea el hecho de que nada augura que las ventas internas y externas sean favorables en ese tiempo, por lo que habrá que reinventarse bajo condiciones extremas.
El final de una era ya está escrito, tendremos que fabricar un futuro para la industria con una mentalidad resiliente, innovadora y que dé sentido a lo que se ha logrado: ¿seremos capaces de hacerlo?