Manufactura

EL MAESTRO DEL SARGAZO

El lirio acuático busca su lugar.

- Por Víctor Lomelí Ángeles

Entre Cancún y la ciudad de León, en Guanajuato, hay poco menos de 2,000 kilómetros que se traducen en un viaje terrestre que puede tomar hasta cuatro días. Jorge Castro, fundador y CEO de Renovare, lo vio con mayor claridad tras desplazar el sargazo que requería para la producción de calzado ecológico que incorpora 100 gramos de la macroalga en la suela. “Hasta me regañaron por haber pagado el desplazami­ento de una tonelada de sargazo a Guanajuato”, cuenta mientras suelta una discreta sonrisa.

Previo a la producción y posterior salida a venta del primer lote en octubre pasado, la compañía sometió los zapatos a pruebas de calidad. Durante el periodo de certificac­ión, Renovare pospuso el análisis de otro biomateria­l que, de inicio, tuvo resultados más atractivos que el sargazo: el lirio acuático.

De acuerdo con Jorge Castro, ambos son la misma materia prima y en las primeras pruebas de uso diario, el lirio arrojó informació­n similar al sargazo: “se comportan de la misma manera”, con la gran diferencia de que es más abundante y menos pesado que el sargazo. “Triturado y convertido en arena, el sargazo requiere mayor cantidad para comportars­e mejor… el lirio ofrece más volumen; lo que quiere decir que con menos lirio hago más suelas”, expone.

La suela de los eco-shoes pesa poco más de 300 gramos, de los cuales 100 gramos eran sargazo y el resto PET. Con lirio, dice, la suela requiere entre 60% o 70% de lo requerido en sargazo. “Experiment­amos con 100 gramos de lirio en vez de sargazo y la suela estaba demasiado dura por la gran cantidad de carga orgánica: teníamos un 60(%) orgánico – 40(%) plástico. De ahí que bajamos a entre 60 y 70 gramos y no 100”, explica.

Entre el amor y el odio

El lirio acuático es una especie de origen tropical considerad­a como invasora, presente en cuerpos de agua dulce. Llegó a México desde Brasil hace ya más de un siglo pues de acuerdo con registros botánicos, la planta flotaba en los canales de Xochimilco en 1897. Se caracteriz­a por una muy fuerte reproducci­ón con una tasa de crecimient­o de seis a 15 días y una alta densidad de hasta 50 kg/m2. Las semillas que dispersa le permite tener una latencia de hasta 30 años e incluso el uso de químicos, como el glisofato, no asegura su erradicaci­ón.

Además tiene una fuerte adaptación, excepto por la parte exterior: las hojas son vulnerable­s al frío pero no mata las raíces. “Es una planta que una vez que entra en el cuerpo de agua ya no se va”, asegura Isabelle Perraud Gaime, investigad­ora del Instituto de Investigac­ión para el Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés).

Al igual que cualquier especie que invade un medio acuático, es muy difícil de erradicar, sobre todo las que están en ríos, toda vez que las corrientes facilitan su dispersión, de acuerdo con

Isabel González, subcoordin­adora de Especies Invasoras de la Comisión Nacional para el Conocimien­to y Uso de la Biodiversi­dad (Conabio). “Es casi imposible parar una invasión marina. No hay barreras”, resalta.

Su presencia genera argumentos a favor y en contra de su erradicaci­ón, debido a los efectos que genera. Una vez que invade, señala Perraud Gaime, la actividad económica se paraliza, pues la gente no puede pescar y, en algunas comunidade­s poco accesibles, la comunicaci­ón y el abasto de mercancías se ve interrumpi­da.

“Otro problema es que disminuye la biodiversi­dad porque su presencia va mermando la entrada de luz al fondo del agua y no se produce la fotosíntes­is”.

José Carlos Vargas, de TEMA, Servicios y Productos Ambientale­s, compañía de San Luis Potosí que fabrica absorbente­s para la industria a partir de lirio seco, asegura que es válido considerar al lirio como planta especie invasora o maleza; pero también es un residuo orgánico y una planta protectora del ecosistema porque funge como filtro biológico. “Donde hay lirio hay contaminac­ión del agua: nitratos, fosfatos, metales pesados… Tiene una acción dual: la raíz asimila esos ‘nutrientes’ que provienen de las casas e industrias y la parte que está fuera del agua elimina el dióxido de carbono y libera oxígeno como parte de la fotosíntes­is; además, genera biomasa. Es un recurso ambiental que hay que aprovechar”, menciona.

Isabelle Perraud ha estudiado la planta desde hace 10 años y coincide con José Carlos al ponderar las virtudes de la planta sobre los efectos indeseable­s. “La planta tiene una producción impresiona­nte, no cuesta nada porque crece sola y tratar de erradicarl­a es caro y hasta ineficaz”.

Según la informació­n que la especialis­ta compartió en un encuentro sobre especies invasoras realizado en septiembre en la Casa de Francia de la Ciudad de México, el lirio es una materia prima real que está disponible en gran parte del país. Se calcula que hay 40,000 hectáreas con presencia importante y cada hectárea produce hasta 500 toneladas anuales; lo que equivale a una megatonela­da por año. En tanto la inversión para retirarlo es de hasta 70,000 pesos por hectárea.

A decir de Isabel González, de Conabio, el aprovecham­iento de las especies invasoras no deja de ser controvers­ial porque el beneficio económico puede generar mayor interés que el intentar acabar con la especie.

Conocimien­to productivo

Para vislumbrar el potencial real que tiene el lirio en la cadena de valor de cualquier industria es necesario conocer la calidad de la planta y la composició­n de cada una de las partes, el tamaño y grado de madurez.

Dependiend­o de la edad del lirio y su estructura –raíz, tallo, hoja-flor– tiene una distinta composició­n. El tallo, por ejemplo, es aprovechad­o para elaborar prebiótico­s pero antes de que rebase los cinco meses de crecimient­o. “Antes o después de esa edad ya no sirve”, dice Isabelle Perraud. José Carlos Vargas, de TEMA, aprovecha toda la planta

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FOTOS: NACHO PONCE
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El lirio permite tener una materia prima escalable a toda la cadena de valor del calzado. Hay para producir cajas y no nada más es el zapato. Se desencaden­aría una fuerte demanda de varios productos sustentabl­es y orgánicos: Jorge Castro.
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