EL MAESTRO DEL SARGAZO
El lirio acuático busca su lugar.
Entre Cancún y la ciudad de León, en Guanajuato, hay poco menos de 2,000 kilómetros que se traducen en un viaje terrestre que puede tomar hasta cuatro días. Jorge Castro, fundador y CEO de Renovare, lo vio con mayor claridad tras desplazar el sargazo que requería para la producción de calzado ecológico que incorpora 100 gramos de la macroalga en la suela. “Hasta me regañaron por haber pagado el desplazamiento de una tonelada de sargazo a Guanajuato”, cuenta mientras suelta una discreta sonrisa.
Previo a la producción y posterior salida a venta del primer lote en octubre pasado, la compañía sometió los zapatos a pruebas de calidad. Durante el periodo de certificación, Renovare pospuso el análisis de otro biomaterial que, de inicio, tuvo resultados más atractivos que el sargazo: el lirio acuático.
De acuerdo con Jorge Castro, ambos son la misma materia prima y en las primeras pruebas de uso diario, el lirio arrojó información similar al sargazo: “se comportan de la misma manera”, con la gran diferencia de que es más abundante y menos pesado que el sargazo. “Triturado y convertido en arena, el sargazo requiere mayor cantidad para comportarse mejor… el lirio ofrece más volumen; lo que quiere decir que con menos lirio hago más suelas”, expone.
La suela de los eco-shoes pesa poco más de 300 gramos, de los cuales 100 gramos eran sargazo y el resto PET. Con lirio, dice, la suela requiere entre 60% o 70% de lo requerido en sargazo. “Experimentamos con 100 gramos de lirio en vez de sargazo y la suela estaba demasiado dura por la gran cantidad de carga orgánica: teníamos un 60(%) orgánico – 40(%) plástico. De ahí que bajamos a entre 60 y 70 gramos y no 100”, explica.
Entre el amor y el odio
El lirio acuático es una especie de origen tropical considerada como invasora, presente en cuerpos de agua dulce. Llegó a México desde Brasil hace ya más de un siglo pues de acuerdo con registros botánicos, la planta flotaba en los canales de Xochimilco en 1897. Se caracteriza por una muy fuerte reproducción con una tasa de crecimiento de seis a 15 días y una alta densidad de hasta 50 kg/m2. Las semillas que dispersa le permite tener una latencia de hasta 30 años e incluso el uso de químicos, como el glisofato, no asegura su erradicación.
Además tiene una fuerte adaptación, excepto por la parte exterior: las hojas son vulnerables al frío pero no mata las raíces. “Es una planta que una vez que entra en el cuerpo de agua ya no se va”, asegura Isabelle Perraud Gaime, investigadora del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés).
Al igual que cualquier especie que invade un medio acuático, es muy difícil de erradicar, sobre todo las que están en ríos, toda vez que las corrientes facilitan su dispersión, de acuerdo con
Isabel González, subcoordinadora de Especies Invasoras de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). “Es casi imposible parar una invasión marina. No hay barreras”, resalta.
Su presencia genera argumentos a favor y en contra de su erradicación, debido a los efectos que genera. Una vez que invade, señala Perraud Gaime, la actividad económica se paraliza, pues la gente no puede pescar y, en algunas comunidades poco accesibles, la comunicación y el abasto de mercancías se ve interrumpida.
“Otro problema es que disminuye la biodiversidad porque su presencia va mermando la entrada de luz al fondo del agua y no se produce la fotosíntesis”.
José Carlos Vargas, de TEMA, Servicios y Productos Ambientales, compañía de San Luis Potosí que fabrica absorbentes para la industria a partir de lirio seco, asegura que es válido considerar al lirio como planta especie invasora o maleza; pero también es un residuo orgánico y una planta protectora del ecosistema porque funge como filtro biológico. “Donde hay lirio hay contaminación del agua: nitratos, fosfatos, metales pesados… Tiene una acción dual: la raíz asimila esos ‘nutrientes’ que provienen de las casas e industrias y la parte que está fuera del agua elimina el dióxido de carbono y libera oxígeno como parte de la fotosíntesis; además, genera biomasa. Es un recurso ambiental que hay que aprovechar”, menciona.
Isabelle Perraud ha estudiado la planta desde hace 10 años y coincide con José Carlos al ponderar las virtudes de la planta sobre los efectos indeseables. “La planta tiene una producción impresionante, no cuesta nada porque crece sola y tratar de erradicarla es caro y hasta ineficaz”.
Según la información que la especialista compartió en un encuentro sobre especies invasoras realizado en septiembre en la Casa de Francia de la Ciudad de México, el lirio es una materia prima real que está disponible en gran parte del país. Se calcula que hay 40,000 hectáreas con presencia importante y cada hectárea produce hasta 500 toneladas anuales; lo que equivale a una megatonelada por año. En tanto la inversión para retirarlo es de hasta 70,000 pesos por hectárea.
A decir de Isabel González, de Conabio, el aprovechamiento de las especies invasoras no deja de ser controversial porque el beneficio económico puede generar mayor interés que el intentar acabar con la especie.
Conocimiento productivo
Para vislumbrar el potencial real que tiene el lirio en la cadena de valor de cualquier industria es necesario conocer la calidad de la planta y la composición de cada una de las partes, el tamaño y grado de madurez.
Dependiendo de la edad del lirio y su estructura –raíz, tallo, hoja-flor– tiene una distinta composición. El tallo, por ejemplo, es aprovechado para elaborar prebióticos pero antes de que rebase los cinco meses de crecimiento. “Antes o después de esa edad ya no sirve”, dice Isabelle Perraud. José Carlos Vargas, de TEMA, aprovecha toda la planta