LA NUEVA GLOBALIZACIÓN
Especial: Global McKinsey Institute.
América Latina y Asia son dos bloques de mercados emergentes con una evolución muy distinta a lo largo de varias décadas. Esta evolución deriva de la combinación de su ubicación geográfica y conectividad, pero también de la regulación y las políticas para fomentar el desarrollo y la competencia durante sus periodos de industrialización. Hoy, América Latina enfrenta retos de productividad, tecnológicos y de crecimiento mucho más importantes que en Asia. No obstante, y sin importar las diferencias estructurales que se observen en la actualidad, el aprovechamiento de la disrupción digital para la modernización de las industrias y para el mayor desarrollo de servicios que se ha logrado en Asia, es un camino necesario de explorar.
¿Cuál ha sido la evolución de ambos bloques?
La industrialización ocurrió mucho antes en América Latina que en Asia. Fue impulsada por la sustitución de importaciones: las barreras para el comercio entre países originaron que la industria se desarrollara para servir a los mercados locales. El resultado fue el desarrollo de industrias nacionales fuertes, con capacidad de generar empleos, pero dentro de una región separada de las cadenas de valor mundiales, con un universo
reducido de mercados y sin la necesidad de convertirse en líderes en innovación.
Asia, por el contrario, se industrializó bajo el marco de una globalización inminente. La búsqueda de eficiencias y competitividad originó que las cadenas de suministro se optimizaran e involucraran a varios países de la misma región. La creación de una computadora, por ejemplo, puede implicar el cruce rutinario de distintas fronteras asiáticas: un semiconductor de Taiwán, ensamblado en China, como parte de una cadena de valor integrada y fluida entre todo el continente hasta llegar a los mercados finales en Europa o Estados Unidos. Este modelo ha permitido abastecer la demanda local de manera más eficiente y mantener la inversión en la región: la Asia desarrollada y China representan 43% de las exportaciones de la Asia emergente y 61% de sus importaciones.
Otra diferencia estructural que se observa en la actualidad es el crecimiento salarial y la creación de la clase media.
En América Latina esto sucedió hace décadas, por lo que es poco probable que sus naciones se conviertan en centros de manufactura de bajo costo para el mundo como Vietnam, donde la participación manufacturera en el PIB pasó del 16% al 22% entre 2007 y 2017.
México es quizás la excepción, debido en gran parte a su proximidad con el mercado de consumo más grande del mundo, a los mecanismos comerciales generados por el TLCAN (y, con suerte, su sucesor), y a un escaso crecimiento salarial. En México, se observó un crecimiento de las exportaciones del 25% al 38% del PIB entre 2000 y 2017, muy por encima del 22% de América Latina en su conjunto.
En Asia, el crecimiento salarial y la creación de la clase media ya ha ocurrido en algunas regiones, pero no en todas.
El informe “McKinsey. El futuro de Asia” considera que hay cuatro Asias diferentes en distintas etapas de desarrollo, y que dos son particularmente relevantes.En la Asia menos desarrollada, la industrialización está en marcha a un ritmo ágil, pero los salarios siguen siendo bajos y aún no está arraigada la clase media. En China y la Asia desarrollada, la industrialización y el crecimiento del consumo han creado una poderosa clase media que ha atraído una importante ola de inversión, ha impulsado un crecimiento económico impresionante y ha generado el aumento de los salarios; esto ha erosionado la competitividad de las exportaciones y ha llevado a un giro hacia el consumo interno y el sector servicios.
Una tercera diferencia es lo que McKinsey ha llamado el missing middle de América Latina, donde hay grandes líderes corporativos muy fuertes y arraigados, y también una larga lista de compañías mucho más pequeñas, pero muy pocas compañías en el medio que parecen ser capaces de competir. La investigación demuestra que dos tercios de las principales empresas en México han permanecido en esas posiciones de liderazgo durante los últimos 15 años.
En Asia, en donde se ha observado una gran inversión pública en infraestructura, la promoción de marcos legales para atraer empresas multinacionales a la región, y la voluntad del gobierno de alentar nuevos negocios y construir centros estratégicos de industrialización, han surgido nuevos líderes, particularmente asociados con la disrupción digital. La feroz competencia entre compañías de diferentes regiones ha creado una presión sobre el desempeño que ha capacitado bien a las compañías asiáticas para la competencia global y nacional.
¿Qué nos enseñan estas diferencias?
América Latina tiene un desafío muy importante. Su limitada vinculación con la economía global ha frenado el crecimiento justo en
la etapa en la que los servicios y el consumo de la clase media deberían estar impulsando la economía y buscando caminos alternos a nuevos mercados.
La regulación, la política y a veces la geografía han aislado a muchas naciones latinoamericanas de mercados más amplios, manteniendo la oferta y la demanda estable, pero impidiendo el crecimiento y el desarrollo. Asia enfrentó los mismos desafíos, pero los resolvió facilitando el comercio intrarregional, las cadenas de suministro integradas y la construcción de infraestructura.
América Latina se encuentra en un punto de inflexión: ser inclusiva y hacer crecer la economía, particularmente los servicios, o seguir igual hasta estancarse. Quizá el potencial que se atribuye a la disrupción digital crea una oportunidad para la región aprovechando la experiencia de Asia.
Asia ha acogido la disrupción digital, particularmente en los servicios financieros, donde compañías como Alibaba, Tencent y Paytm se han convertido en grandes innovadores, utilizando tecnología financiera para desafiar a los bancos líderes.
La participación de Asia en la financiación global a empresas nuevas ha aumentado del 16% al 47% entre 2013 y 2018, la mayoría de ésta relacionada con la tecnología digital. Existen centros de innovación en toda la región, desde Beijing y Shenzhen en China, hasta Hyderabad en India.
La digitalización puede ser un facilitador para América Latina. La ola de globalización está cambiando de bienes físicos a digitales; si Latinoamérica no se benefició de la ola física debido a la falta de comercio intrarregional y a una relativa escasez de infraestructura, ahora tiene otra oportunidad. Para aprovecharla, debe construir una infraestructura digital competitiva. Si tiene éxito, apoyará la transición de la economía informal a formal, alentará nuevos competidores, aumentará la transparencia y la rendición de cuentas, y reducirá el costo de crear nuevas empresas.
Consideremos estas cifras: las tasas de crecimiento de América Latina han sido más débiles que las de Asia desde hace tiempo. América Latina creció 2.8% anual entre 2000 y 2016. Un grupo de otros 56 mercados emergentes creció 4.8% durante el mismo periodo sin contar a China, que creció al doble de ese ritmo. Sin embargo, nuestra región aún no ha adoptado la innovación digital. El McKinsey Global Institute estima que México ha aprovechado sólo 4% de su potencial digital, Brasil el 5% y Colombia un 6%. Como señala el informe “McKinsey Latin America’s Missing Middle”: la región no ha estado en la frontera de las olas de innovación pasadas, y, sin un cambio, corre el riesgo de perderse la próxima.
Existe una gran posibilidad de que, al mejorar estos últimos indicadores sobre innovación digital, América Latina también pueda lograr un mayor crecimiento económico. La región debe aprovechar los canales digitales para aumentar las ventas, ampliar su fuerza de trabajo digital y los ecosistemas digitales, gastando más en promover la innovación.
Aunque en México la manufactura es naturalmente el pilar, dado el apetito estadounidense por sus bienes, la digitalización puede ayudar a incrementar de manera importante la competitividad y atraer nuevas inversiones de industrias avanzadas.
Durante el Foro Económico Mundial (WEF) en 2019 se reconoció el avance de 16 “Lighthouses” en distintas regiones del mundo con progreso significativo en “Manufactura 4.0”. Estas operaciones mostraron evolución en temas relacionados con IoT, manufactura digital, automatización avanzada de procesos y aprovechamiento de aplicaciones de realidad virtual. Ninguna de estas operaciones se ubica en América Latina.
Los avances tecnológicos y digitales también pueden hacer crecer la relevancia de los servicios, lo que provocaría que los ingresos regresen a la economía nacional. Por otro lado, la digitalización puede apoyar en la banca, donde las finanzas no llegan a suficientes individuos y pequeñas empresas. La digitalización puede cerrar brechas y mover a toda la región de un patrón de crecimiento débil hacia algo mucho más dinámico. América Latina debe aprovechar esta oportunidad. Aún está a tiempo, pero no por mucho más.
“En China y la Asia desarrollada, la industrialización y el crecimiento del consumo han creado una poderosa clase media que ha atraído una importante ola de inversión”