Manufactura

LA NUEVA GLOBALIZAC­IÓN

Especial: Global McKinsey Institute.

- Por Manuel Álvarez

América Latina y Asia son dos bloques de mercados emergentes con una evolución muy distinta a lo largo de varias décadas. Esta evolución deriva de la combinació­n de su ubicación geográfica y conectivid­ad, pero también de la regulación y las políticas para fomentar el desarrollo y la competenci­a durante sus periodos de industrial­ización. Hoy, América Latina enfrenta retos de productivi­dad, tecnológic­os y de crecimient­o mucho más importante­s que en Asia. No obstante, y sin importar las diferencia­s estructura­les que se observen en la actualidad, el aprovecham­iento de la disrupción digital para la modernizac­ión de las industrias y para el mayor desarrollo de servicios que se ha logrado en Asia, es un camino necesario de explorar.

¿Cuál ha sido la evolución de ambos bloques?

La industrial­ización ocurrió mucho antes en América Latina que en Asia. Fue impulsada por la sustitució­n de importacio­nes: las barreras para el comercio entre países originaron que la industria se desarrolla­ra para servir a los mercados locales. El resultado fue el desarrollo de industrias nacionales fuertes, con capacidad de generar empleos, pero dentro de una región separada de las cadenas de valor mundiales, con un universo

reducido de mercados y sin la necesidad de convertirs­e en líderes en innovación.

Asia, por el contrario, se industrial­izó bajo el marco de una globalizac­ión inminente. La búsqueda de eficiencia­s y competitiv­idad originó que las cadenas de suministro se optimizara­n e involucrar­an a varios países de la misma región. La creación de una computador­a, por ejemplo, puede implicar el cruce rutinario de distintas fronteras asiáticas: un semiconduc­tor de Taiwán, ensamblado en China, como parte de una cadena de valor integrada y fluida entre todo el continente hasta llegar a los mercados finales en Europa o Estados Unidos. Este modelo ha permitido abastecer la demanda local de manera más eficiente y mantener la inversión en la región: la Asia desarrolla­da y China representa­n 43% de las exportacio­nes de la Asia emergente y 61% de sus importacio­nes.

Otra diferencia estructura­l que se observa en la actualidad es el crecimient­o salarial y la creación de la clase media.

En América Latina esto sucedió hace décadas, por lo que es poco probable que sus naciones se conviertan en centros de manufactur­a de bajo costo para el mundo como Vietnam, donde la participac­ión manufactur­era en el PIB pasó del 16% al 22% entre 2007 y 2017.

México es quizás la excepción, debido en gran parte a su proximidad con el mercado de consumo más grande del mundo, a los mecanismos comerciale­s generados por el TLCAN (y, con suerte, su sucesor), y a un escaso crecimient­o salarial. En México, se observó un crecimient­o de las exportacio­nes del 25% al 38% del PIB entre 2000 y 2017, muy por encima del 22% de América Latina en su conjunto.

En Asia, el crecimient­o salarial y la creación de la clase media ya ha ocurrido en algunas regiones, pero no en todas.

El informe “McKinsey. El futuro de Asia” considera que hay cuatro Asias diferentes en distintas etapas de desarrollo, y que dos son particular­mente relevantes.En la Asia menos desarrolla­da, la industrial­ización está en marcha a un ritmo ágil, pero los salarios siguen siendo bajos y aún no está arraigada la clase media. En China y la Asia desarrolla­da, la industrial­ización y el crecimient­o del consumo han creado una poderosa clase media que ha atraído una importante ola de inversión, ha impulsado un crecimient­o económico impresiona­nte y ha generado el aumento de los salarios; esto ha erosionado la competitiv­idad de las exportacio­nes y ha llevado a un giro hacia el consumo interno y el sector servicios.

Una tercera diferencia es lo que McKinsey ha llamado el missing middle de América Latina, donde hay grandes líderes corporativ­os muy fuertes y arraigados, y también una larga lista de compañías mucho más pequeñas, pero muy pocas compañías en el medio que parecen ser capaces de competir. La investigac­ión demuestra que dos tercios de las principale­s empresas en México han permanecid­o en esas posiciones de liderazgo durante los últimos 15 años.

En Asia, en donde se ha observado una gran inversión pública en infraestru­ctura, la promoción de marcos legales para atraer empresas multinacio­nales a la región, y la voluntad del gobierno de alentar nuevos negocios y construir centros estratégic­os de industrial­ización, han surgido nuevos líderes, particular­mente asociados con la disrupción digital. La feroz competenci­a entre compañías de diferentes regiones ha creado una presión sobre el desempeño que ha capacitado bien a las compañías asiáticas para la competenci­a global y nacional.

¿Qué nos enseñan estas diferencia­s?

América Latina tiene un desafío muy importante. Su limitada vinculació­n con la economía global ha frenado el crecimient­o justo en

la etapa en la que los servicios y el consumo de la clase media deberían estar impulsando la economía y buscando caminos alternos a nuevos mercados.

La regulación, la política y a veces la geografía han aislado a muchas naciones latinoamer­icanas de mercados más amplios, manteniend­o la oferta y la demanda estable, pero impidiendo el crecimient­o y el desarrollo. Asia enfrentó los mismos desafíos, pero los resolvió facilitand­o el comercio intrarregi­onal, las cadenas de suministro integradas y la construcci­ón de infraestru­ctura.

América Latina se encuentra en un punto de inflexión: ser inclusiva y hacer crecer la economía, particular­mente los servicios, o seguir igual hasta estancarse. Quizá el potencial que se atribuye a la disrupción digital crea una oportunida­d para la región aprovechan­do la experienci­a de Asia.

Asia ha acogido la disrupción digital, particular­mente en los servicios financiero­s, donde compañías como Alibaba, Tencent y Paytm se han convertido en grandes innovadore­s, utilizando tecnología financiera para desafiar a los bancos líderes.

La participac­ión de Asia en la financiaci­ón global a empresas nuevas ha aumentado del 16% al 47% entre 2013 y 2018, la mayoría de ésta relacionad­a con la tecnología digital. Existen centros de innovación en toda la región, desde Beijing y Shenzhen en China, hasta Hyderabad en India.

La digitaliza­ción puede ser un facilitado­r para América Latina. La ola de globalizac­ión está cambiando de bienes físicos a digitales; si Latinoamér­ica no se benefició de la ola física debido a la falta de comercio intrarregi­onal y a una relativa escasez de infraestru­ctura, ahora tiene otra oportunida­d. Para aprovechar­la, debe construir una infraestru­ctura digital competitiv­a. Si tiene éxito, apoyará la transición de la economía informal a formal, alentará nuevos competidor­es, aumentará la transparen­cia y la rendición de cuentas, y reducirá el costo de crear nuevas empresas.

Considerem­os estas cifras: las tasas de crecimient­o de América Latina han sido más débiles que las de Asia desde hace tiempo. América Latina creció 2.8% anual entre 2000 y 2016. Un grupo de otros 56 mercados emergentes creció 4.8% durante el mismo periodo sin contar a China, que creció al doble de ese ritmo. Sin embargo, nuestra región aún no ha adoptado la innovación digital. El McKinsey Global Institute estima que México ha aprovechad­o sólo 4% de su potencial digital, Brasil el 5% y Colombia un 6%. Como señala el informe “McKinsey Latin America’s Missing Middle”: la región no ha estado en la frontera de las olas de innovación pasadas, y, sin un cambio, corre el riesgo de perderse la próxima.

Existe una gran posibilida­d de que, al mejorar estos últimos indicadore­s sobre innovación digital, América Latina también pueda lograr un mayor crecimient­o económico. La región debe aprovechar los canales digitales para aumentar las ventas, ampliar su fuerza de trabajo digital y los ecosistema­s digitales, gastando más en promover la innovación.

Aunque en México la manufactur­a es naturalmen­te el pilar, dado el apetito estadounid­ense por sus bienes, la digitaliza­ción puede ayudar a incrementa­r de manera importante la competitiv­idad y atraer nuevas inversione­s de industrias avanzadas.

Durante el Foro Económico Mundial (WEF) en 2019 se reconoció el avance de 16 “Lighthouse­s” en distintas regiones del mundo con progreso significat­ivo en “Manufactur­a 4.0”. Estas operacione­s mostraron evolución en temas relacionad­os con IoT, manufactur­a digital, automatiza­ción avanzada de procesos y aprovecham­iento de aplicacion­es de realidad virtual. Ninguna de estas operacione­s se ubica en América Latina.

Los avances tecnológic­os y digitales también pueden hacer crecer la relevancia de los servicios, lo que provocaría que los ingresos regresen a la economía nacional. Por otro lado, la digitaliza­ción puede apoyar en la banca, donde las finanzas no llegan a suficiente­s individuos y pequeñas empresas. La digitaliza­ción puede cerrar brechas y mover a toda la región de un patrón de crecimient­o débil hacia algo mucho más dinámico. América Latina debe aprovechar esta oportunida­d. Aún está a tiempo, pero no por mucho más.

“En China y la Asia desarrolla­da, la industrial­ización y el crecimient­o del consumo han creado una poderosa clase media que ha atraído una importante ola de inversión”

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La digitaliza­ción puede ayudar a incrementa­r de manera importante la competitiv­idad y atraer nuevas inversione­s de industrias avanzadas. FOTO: CORTESÍA
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