Detrás del reverse factoring
El confirming o factoraje inverso es una alternativa al crédito útil que da liquidez a empresas y sus proveedores, pero su uso tiene un lado peligroso.
La deuda de Abengoa era suficiente para pensar que iría a la quiebra. Hasta septiembre de 2015 la firma española de generación de energía renovable debía a sus proveedores unos 5,500 millones de euros, de los cuales 2,203 millones eran líneas de confirming o reverse factoring (RF), un instrumento financiero que bien utilizado puede ser una herramienta que provee de liquidez a empresas y proveedores.
El factoraje consiste en el pago anticipado, a través de un intermediario, a los proveedores por la ventas que hizo de un bien o un servicio a una empresa, mientras que en el reverse factoring, la institución financía al proveedor para que produzca lo que su cliente le pide que le suministre, explica Elke Vaughan, directora de Factoraje en INVEX, una de las 18 instituciones financieras que ofrecen este servicio en México.“El reverse financia la producción del bien que se va a suministrar. El proveedor recibe financiamiento para que empiece a fabricarlo (...) se financia capital de trabajo”, agrega René Guigui Gámez, profesor de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana.
Tiene ventajas para cliente y proveedor pues permite a éste tener liquidez inmediata a tasas competitivas y no representa un pasivo, por lo que puede disponer de efectivo para seguir trabajando. “Son ventas a crédito que se convierten a contado (...) es una cesión de derechos de cobro vigentes”, dice Vaughan, de Invex.
Para la empresa no tiene costo, mejora sus ciclos operativos, mantiene una relación fuerte con su proveedor y lo apoya para que tenga capital y siga produciendo. Los intermediarios, como Invex, reciben la cesión de los derechos de cobro de un proveedor, la empresa reconoce esas cuentas, y el intermediario paga al proveedor, para luego cuando venza el plazo original cobrarle a la compañía. El proveedor paga un interés al intermediario para recibir el adelanto, pero menor que la tasa de un crédito tradicional. “Es una situación de ganar-ganar de los dos: empresa y proveedor”, añade.
El sector objetivo es el industrial, manufacturero y de materiales, agroindustriales, mineras y farmacéuticas u otras donde puedan haber cadenas de producción”, señala Guigui, de la UP.
Un punto delicado, según la calificadora Moody’s, es que las empresas pueden no registrar como deuda el pago pendiente al intermediario que financió a su proveedor, con lo que los inversionistas y el mercado no están al tanto de eso. Cuando el cliente enfrenta situaciones críticas y se descubre que sus obligaciones financieras son mayores –como fue el caso de Abengoa, que al final evitó la quiebra tras alcanzar acuerdos con sus acreedores–, se desata el riesgo de falta de liquidez, ya que la deuda es mayor. El confirming “contribuyó a importantes incumplimientos como los de Abengoa”, sostuvo en su momento la calificadora.
Los expertos consultados coinciden en que se trata de una herramienta cuyo uso debe ser cuidadoso.
La empresa que quiera explorarla debe definir si requiere crédito o factoraje y quienes reciben un pago adelantado deben considerarlo como dinero para invertir y no como una utilidad, dice Vaughan.