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DETRÁS DE LOS MUROS

P. 06-07

- POR JOSÉ QUEZADA ROQUE

El graffiti le da voz a quienes no la tienen. Es una herramient­a, un arma de identidad para apropiarse del espacio público. Ha existido desde hace siglos con la forma de las pintas callejeras: fue una protesta en la antigua Pompeya contra los malos gobiernos, pero no se acercó ni un poco a lo que hoy conforma la cultura del graffiti, e incluso tuvo antecedent­es en nuestro territorio tras la Revolución.

“Al platicar con los viejos pachucos, quienes rayaban las calles entre las décadas del 20 y del 40, supimos que su escritura en paredes tuvo un tono social y territoria­l, de pueblo, sangre y cultura”, cuenta Pablo Romo, curador de la primera sección de “Ilegal”, muestra que recorre la historia del graffiti en México.

“En Nueva York, quienes comenzaron a pintar graffiti fueron los latinos. Los cholos se expresaban y se rebelaban de forma escrita; era su manera de marcar territorio y raza durante los años 20”, continúa Romo.

“En ese entonces no se le llamaba graffiti, se le conocía solo como cultura chola o chicana. Fue hasta los 70 que la prensa describió este fenómeno en los trenes de Nueva York; desde entonces todo lo que fuera escritura en paredes empezó a ser llamado graffiti”.

Lo anterior se explora al inicio de la exposición, cuyo texto introducto­rio precede a un mapa de la República sobre los momentos clave de la cultura del graffiti, “una ruta sobre sus primeros avistamien­tos en los estados fronterizo­s y su avance hasta llegar a la capital”.

En las secciones sucesivas se describen los tres procedimie­ntos del graffiti: tag (firma), bomba (caligrafía con volumen) y pieza (una elaboració­n compleja que abarca dimensione­s, luces, sombras y personajes). Le siguen citas que profundiza­n en el contexto histórico: de la banda de Los Panchitos, que marcaba territoria­lmente las calles, a la llegada del Earth Crew en 1991.

Más adelante también se puede ver el trabajo de figuras fundamenta­les como Bice, Siler, Ades, Siko, Tache, Afri, Zombra, Defek, Motick, Zreo, Dye y particular­mente Mosco, quien empezó a pintar hace 25 años y es uno de los pioneros de la cultura del graffiti tal y como es conocida en la Ciudad de México.

Sin embargo, el desarrollo del fenómeno en nuestro país va más allá de enlistar a las primeras firmas: si en los orígenes neoyorquin­os del graffiti la cultura latina tuvo un papel intrínseco, su llegada e infiltraci­ón hasta el centro de México fue paulatina y tardó algunas décadas en concretars­e.

“El graffiti surgió como una herramient­a de identidad. Así sucedió en Nueva York, y así en la Ciudad de México, donde se manifestar­on ciertos intereses de identidad nacional. Es por eso por lo que, en algún momento, se pintaron guiños prehispáni­cos o símbolos patrios como el águila. El graffiti es una herramient­a que manifiesta la existencia y la permanenci­a de alguien”.

UNA MUESTRA ACTIVA

El recorrido de “Ilegal” no se enfoca solamente en aspectos sociales e históricos, sino que también es inmersivo: deja una huella en la experienci­a del público. El espectador, por ejemplo, pasea a través de emulacione­s de calles y muros que fueron pintados por los pilares del graffiti. En el centro de este tramo también hay un vehículo, un camión, que fue intervenid­o.

En los siguientes tramos hay un videomappi­ng dedicado a Motick, tres proyeccion­es de trabajos que abordan al graffiti como una acto nocturno y clandestin­o, una zona de murales y la exposición testimonia­l de personas que llevan una doble vida (se pueden ver fotos de oficinista­s que dedican su tiempo libre al graffiti, o de mujeres que dejaron las pintas tras embarazars­e, pese a que la adrenalina y el estilo de vida permanecen en ellos como una pulsión).

Hay nociones básicas sobre las que se arroja luz al contrastar cada bloque de la muestra. Las diferencia­s, por ejemplo, entre el graffiti legal y el street art pueden comprender­se gracias al trabajo de los curadores.

“El street art es una acción contra un orden o un desorden establecid­o y tiene un motivo social de denuncia y conciencia social”, explica Romo. “Gracias a su traducción literal hoy todo es denominado arte urbano, aunque no sea así. El street art empezó como una actividad clandestin­a, pero en la actualidad es legal, está pagado y poco tiene de conciencia social, y en el caso de que tenga algún mensaje crítico, este no debería estar supeditado al apoyo de las autoridade­s”.

Por último, el público puede jugar a hacer sus propios diseños: se trata de pantallas, en la primera sección, y de muros con material para pintar un poco antes del último trayecto de la muestra.

A través de cada uno de sus espacios, “Ilegal” se acerca de forma veraz e íntima a la experienci­a de quienes han integrado la cultura del graffiti a su vida.

La muestra puede visitarse en el Foto Museo Cuatro Caminos (Ingenieros Militares 77, Col. Lomas de Sotelo) de martes a domingo, entre las 11:00 y las 18:00. El martes la entrada es libre de 11:00 a 14:30.

El acceso general tiene un costo de $65 y el precio baja a $30 al presentar una credencial vigente de estudiante, maestro o INAPAM. Podrá visitarse hasta enero de 2019.

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