PURA CHULADA: OFICIO DE LETRAS, ¡A SU SERVICIO!
Con letras gruesas sobre superficies de colores contrastantes, los rótulos se mantienen fijos o revoloteando, llenos de irreverencia y rebeldía, en cualquier mercado de la capital. Acá un par de sus más notables creadores
Los populares rótulos de la Ciudad de México son el color y la personalidad del comercio local. Son letras juguetonas que se dibujan a mano suelta y responsable, muy a la chilanga. Son ese soporte de muchos negocios, en madera, lámina o muro, siempre a disposición del transeúnte que los cruce.
Desfachatados e irreverentes, sofisticados y elegantes, los rótulos parecen caricaturas de las personas que la habitamos: unas más espigadas, otras con más prisa y muchas a las que nos faltó espacio para expresarnos. Las letras de esta ciudad son rasgos urbanos de nuestras personalidades convertidos en tipografía callejera.
El rótulo no pidió permiso ni pedirá perdón, porque muy confiado de sí mismo se nos coló por donde quiso: tlapalerías, misceláneas, tortillerías, taquerías, barberías, verdulerías, talleres, pulquerías, promocionales y cualquier otro establecimiento, con o sin licencia, de giro comercial. Y así como llegó, se quedó grabado en la mente y la dermis de millones de personas y establecimientos, algunos activos y otros ya cerrados, ofreciéndonos la oferta del millón o el pilón de memorias.
EXPERTO EN AMARRES TIPOGRÁFICOS
Uriel Sánchez se encuentra ubicado en uno de los puentes que conectan las bodegas Q y R de la Central de Abasto. Entre los “golpe avisa” y los chiflidos que anteceden el paso de toneladas de mercancía en diablitos, sus marcadores plasman promociones imposibles de ignorar, frases pícaras y enormes números que seducirán a la clientela de algún comercio.
“Ya llevo más de ocho años en esto, mucho más de lo que imaginé cuando empecé. Empecé aquí porque antes vendía fruta y les hacía los letreros a mis productos. Yo ya sabía algo de dibujo y diseño”, afirma Uriel con una voz firme que se cuela entre los rechinidos del acero y el concreto, mientras porta una gorra que imperativamente lleva estampada la leyenda “Aguacates de calidad”.
Su negocio se llama Diamante Publicidad, y si algún día decides buscarlo, puedes preguntar por los letreros una vez que estés cerca; prácticamente todas las personas de ahí lo conocen. Además de rótulos y anuncios hechos a mano, trabaja de forma digital y hace varios productos para enchular tu marca.
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EXPERTO CON LARGA TRADICIÓN
A 13 kilómetros de la Central de Abasto se esconde otra institución rotulista activa desde 1940. Entre tiendas de muebles y vestidos para 15 años, Martín Hernández conserva su taller, donde desafía la vida digital con herramientas tradicionales y una frase que se impone en la fachada: “Oficio de letras, al servicio de su negocio”.