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Un arquitecto en la vida de México

- Carlos Pallán Figueroa ex secretario general ejecutivo de la anuies capafi 2@ hotmail. com

“La arquitectu­ra debería servir al hombre común independie­ntemente de sus condicione­s económicas y sociales, y con los avances de la tecnología”. Tal ha sido el credo disciplina­r de Reinaldo Pérez Rayón desde que egresó de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectu­ra del IPN, 78 años atrás. Una muestra de su extensa y fructífera trayectori­a profesiona­l, que lo coloca como uno de los grandes de la arquitectu­ra mexicana, puede observarse en la exposición que, inaugurada a fi nes de marzo pasado en el Palacio de Bellas Artes, estará abierta hasta el fi n de la primera semana de junio. La muestra se concentra en los trascenden­tales trabajos de diseño y ejecución de la Unidad Zacatenco del IPN y que, como dijera su actual Director General, Enrique Fernández Fassnacht, es sólo “un atisbo de la obra de uno de los arquitecto­s más importante­s del siglo XX”.

Como tantos otros de los mexicanos más destacados en la ciencia y la vida cultural del país, la obra de Pérez Rayón sólo se explica a partir de eso que vagarosame­nte se le llama la “obra constructi­va de la Revolución Mexicana”. La frase, que puede parecer lugar común, no lo es en este caso. Pérez Rayón, hijo de un empleado público y una madre que realizaba pequeñas actividade­s productiva­s en casa para completar el presupuest­o familiar, tiene que trabajar desde temprana edad para costear sus estudios. Ingresó en 1935 a la antigua Escuela Superior de Construcci­ón, dependient­e del Departamen­to de Enseñanza Técnica de la SEP, misma que un año más tarde sería una de las unidades académicas que dieron origen al IPN. En la primera recibió un apoyo de 30 pesos mensuales ( otorgado por Juan de Dios Bátiz, considerad­o el padre del Politécnic­o, con la singular instrucció­n a un subordinad­o, como aún lo recuerda ahora el propio benefi ciario: “denle una beca a este muchacho que está muy jodido”). En esas condicione­s, un quinquenio después sería uno de sus primeros egresados. Su historia personal y trayectori­a profesiona­l corren paralelas al IPN; ésta le dio mucho y él, a la vez, le ha retribuido generosame­nte.

Para Pérez Rayón, en su aniversari­o 99, 2017 es año de efemérides. Hace seis décadas se iniciaba la construcci­ón de la Unidad Zacatenco, modelo innovador de espacios dedicados a la enseñanza y la investigac­ión. Otra de sus obras, el Planetario Luis Enrique Erro, empezó a funcionar exactament­e hace medio siglo. Esta fue la primera instalació­n en su tipo en el país y, desde entonces, se convirtió en un poderoso estímulo para vocaciones académicas y la divulgació­n de la ciencia entre millones de mexicanos de todas las edades.

La Unidad Zacatenco encuentra a Pérez Rayón en su madurez profesiona­l. Desde la conclusión de su carrera había trabajado en distintos proyectos de planifi cación urbana, destacando dentro de ellos el de jefe de la Ofi cina del Plano Regulador de la Ciudad de México. La enorme visión de las autoridade­s politécnic­as de la época ( 1956), encabezada­s por Alejo Peralta y otros egresados distinguid­os ( Manuel Moreno Torres y Walter C. Buchanan), quienes formaban parte del gobierno federal, incluyendo a funcionari­os clave ( Raúl Salinas Lozano, director general de inversione­s de la SHCP), lograron convencer al Presidente Ruiz Cortines de lo oportuno del proyecto. Todo esto, antes del terremoto de 1957 que echara abajo una importante porción de las instalacio­nes situadas en Santo Tomás.

Pérez Rayón aplicó en Zacatenco buena parte lo aprendido en las aulas. Sus principale­s maestros: Juan O’Gorman, Enrique Yáñez, Juan Legarreta, Raúl Cacho y José Luis Cuevas, así como algunas infl uencias paradigmát­icas, la de Le Corbusier, están presentes en el proyecto de aquella Unidad. Principios de la arquitectu­ra de la época, donde se refl ejara lo funcional, seguro y agradable, fueron guía básica en todo lo que le tocó proyectar y hacer realidad. Elasticida­d y ligereza serían las señas de identidad más precisas de sus edifi cios. Todo esto con avances tecnológic­os que, por primera vez, se ponían en práctica en el país. Tal fue el caso de las “… estructura­s soldadas, en vez de unidas por placas con remaches, que las hubiera hecho más pesadas y costosas”. Esta tecnología implicaba, también por primera vez, la utilizació­n de una cápsula radioactiv­a para la debida fusión de aquellas estructura­s.

En fi n, una trayectori­a profesiona­l al servicio de México y de la comunidad politécnic­a distingue los trabajos y los días de Reynaldo Pérez Rayón. La exposición de Bellas Artes es, sí, solo un atisbo, pero enorme. Aún es tiempo…. vaya a verla.

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