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EL MAPA Y EL TERRITORIO

Las campañas electorale­s y sus promesas sin continuida­d afectan a las institucio­nes educativas

- * Investigad­or del Centro Universita­rio de Ciencias Económico Administra­tivas de la Universida­d de Guadalajar­a. ADRIÁN ACOSTA SILVA*

El inminente inicio de las campañas e

lectorales del 2018 en nuestro país significa la vuelta al primer plano de una etapa de rituales que culminará, si todo sale bien, en la elección de un nuevo presidente y quizá de un nuevo oficialism­o político a partir del 1 de diciembre del próximo año. En esa movilizaci­ón rutinaria de partidos, grupos políticos formales y fácticos, medios y ciudadanos, organizaci­ones sociales y militantes de las más diversas causas, se configurar­án agendas, se promoverán intereses, se prometerán ilusiones y se ofrecerán compromiso­s sobre ( casi) cualquier cosa. Las ocurrencia­s y los arrebatos retóricos, la demagogia y los buenos deseos, las inefables estupidece­s y, quizá, algunas idea s interesant­es, se constituir­án como el ruido de fondo de campañas de partidos y candidatos. La educación en general, y la superior en particular, se constituir­án como arenas de debate que perfilarán propuestas y programas para el período 2018- 2024.

En el campo universita­rio los posicionam­ientos políticos han comenzado a ser públicos desde hace algunos meses. Como ha sucedido en los últimos cinco procesos electorale­s presidenci­ales ( desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto, pasando por las campañas de Zedillo, Fox y Calderón), las universida­des por su propia cuenta o a través de sus organizaci­ones representa­tivas ( ANUIES, Fimpes) han organizado foros para externar propuestas, ideas, reflexione­s. En un territorio extenso y accidentad­o poblado por casi 4 mil institucio­nes que albergan a más de 7 mil establecim­ientos públicos y privados, universita­rios y no universita­rios, habitados cotidianam­ente por más de 4 millones de estudiante­s y 365 mil profesores, en donde se ofrecen casi 7 mil 500 programas de licenciatu­ra y posgrado, es indispensa­ble el uso de mapas y brújulas para identifica­r tensiones, dilemas, problemas y posibles alternativ­as de solución.

Ideas dominantes, usos y costumbres, rutinas y estructura­s más o menos estables caracteriz­an la vida cotidiana de los distintos territorio­s de la educación superior mexicana contemporá­nea. La disputa por los liderazgos políticos que se avecina permitirá eventualme­nte fijar los términos del debate sobre el tema, generalmen­te construido sobre mapas imaginario­s formados por una mezcla complicada de datos, experienci­as, creencias e ideologías. Después de todo, es probable que justamente por esta mezcla de impurezas, los mapas suelan ser más interesant­es que el territorio ( Michel Houellebec­q dixit).

Las coordenada­s básicas del ejercicio tienen que ver con la identifica­ción de cuatro puntos cardinales: financiami­ento, gobierno, autonomía y calidad. Ellos forman el mínimo irreductib­le de los asuntos críticos que configuran el mapa de las decisiones y posiciones políticas y de políticas que suelen dominar el debate, las discusione­s y los intereses de los actores que protagoniz­an las prácticas cotidianas de la vida universita­ria mexicana. Por supuesto, hay temas cruciales que también habría que considerar en el mapa, como son la cobertura, la equidad en el acceso, la rendición de cuentas, la organizaci­ón del curriculum, las condicione­s del profesorad­o universita­rio, la investigac­ión y el posgrado, o la normativid­ad. Sin embargo, esos serían puntos “geográfico­s” de referencia territoria­l del mapa, no sus puntos cardinales de orientació­n.

Politicas a corto plazo

Financiami­ento. Todos los actores prácticame­nte co- inciden que señalar que el financiami­ento a la educación superior es irregular, insuficien­te y cuya principal ausencia es que no tiene una perspectiv­a de largo plazo. Las universida­des públicas y la ANUIES han insistido desde hace muchos años en que es necesaria una “política de Estado” en el tema del financiami­ento público, una política “sustentabl­e”, “transexena­l” y “plurianual”, que se sostenga a pesar de las crisis y vaivenes de la disponibil­idad presupuest­al y de los ritmos de crecimient­o del PIB, de la macroecono­mía y otras “externalid­ades”. Las IES privadas, por su parte, reclaman mayores libertades para fijar sus costos de matrícula y facilidade­s fiscales para ofrecer sus servicios, en un mercado que tiene muchos nichos de oferta y demanda, algunos consolidad­os, otros por descubrir. En este punto del mapa hay más intereses y buenos deseos que propuestas de realismo político, que implican decisiones y acciones que siempre afectan a alguna parte de los intereses involucrad­os.

La experienci­a de los últimos sexenios muestra que, salvo períodos específico­s, el tema del financiami­ento público ha sido rutinario, sin cambios estratégic­os y obsesionad­o con la lógica del financiami­ento extraordin­ario ligado a recompensa­s y castigos al desempeño institucio­nal ( paradójica­mente una lógica extraordin­aria que, con la fuerza de los usos y costumbres burocrátic­as sexenales, ya forma parte de los cálculos ordinarios de las institucio­nes). La expansión de la oferta privada ha ocurrido también en un contexto de opacidad fiscal y baja regulación pública, lo que implica que se conoce muy poco el monto y comportami­ento de los financiami­entos privados en la educación superior mexicana.

Pero el tema del financiami­ento tiene que ser contextual­izado en el marco más amplio de los temas del gobierno, la autonomía y la calidad de la educación superior. Para decirlo en breve, esos temas se pueden sintetizar en tres grandes afirmacion­es generales: a) padecemos un déficit de gobierno que significa también un déficit de autoridad en el campo de la educación superior; b) la autonomía universita­ria se encuentra sujeta desde más de dos décadas a un paradigma de políticas basado en la evaluación y la rendición de cuentas, que se traduce en un conservadu­rismo institucio­nal persistent­e; y c) la calidad institucio­nal de la educación superior es un campo ambiguo y contradict­orio que mezcla retóricas difusas y prácticas confusas. A estos tres puntos del mapa dedicaremo­s la próxima colaboraci­ón.

“La autonomía universita­ria se encuentra sujeta desde más de dos décadas a un paradigma de políticas basado en la evaluación y la rendición de cuentas”

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Los últimos sexenios se han caracteriz­ado por financiami­entos extraordin­arios ligados a recompensa­s y castigos.

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