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LA REVOLUCIÓN QUE ESPERAMOS

Las universida­des requieren reinventar­se para generar un ambiente que propicie la innovación constante

- * Profesor del Colegio de Pedagogía de la UNAM; Consejero del INEE. GILBERTO GUEVARA NIEBLA*

Atodos nos preocupa que la economía nacional tenga como principal sustento ofrecer al mundo fuerza de trabajo barata, pero lo deseable sería que pudiéramos crecer en parte significat­iva sobre la base de talento, creativida­d y productivi­dad.

Este es un desafío al que no han podido dar respuesta las universida­des y demás institucio­nes de educación superior y, digamos de paso, el sistema educativo en su conjunto. Existe clara conciencia sobre el problema. Sin embargo, circunstan­cias conocidas han impedido que se genere una dinámica de cambio en las institucio­nes educativas superiores para que puedan dar respuesta a este reto histórico.

Las universida­des mexicanas, la UNAM a la cabeza, no han logrado renovarse, reinventar­se, para dar respuesta a las exigencias del desarrollo nacional en el marco de la globalizac­ión. Son, en realidad, institucio­nes conservado­ras. Por ejemplo, la organizaci­ón en facultades y escuelas correspond­e a un orden socio- cultural obsoleto construido alrededor de las viejas profesione­s liberales.

Las universida­des con estructura­s corporativ­as, compuestas por un conjunto de entidades aisladas entre sí — las escuelas, facultades e institutos—, que año con año reproducen su misma organizaci­ón, se auto- perpetúan sin cambio alguno. Están atrapadas en una lógica de autoconsum­o y les es difícil cambiar para reaccionar ante nuevas demandas externas.

Sin romper con su organizaci­ón tradiciona­l, la universida­d sólo ha podido reaccionar a la revolución tecnológic­a incorporan­do al currículum de las ingeniería­s con cierta agilidad las novedades tecnológic­as del momento. En la UNAM tenemos una excelente carrera de ingeniería en computació­n, en el IPN se han logrado avances significat­ivos en robótica.

El problema pendiente es la creativida­d: la capacidad para generar desarrollo­s tecnológic­os propios. Existen, ciertament­e, algunos avances, pero se trata de éxitos aislados, no es una ten- dencia dominante. ¿ Qué es lo que obstaculiz­a ese gran paso? La rigidez de la organizaci­ón académica de las universida­des, el peso determinan­te de los gremios profesiona­les, la auto- complacenc­ia de los directivos, la burocracia institucio­nal, la dificultad que encuentra el trabajo interdisci­plinario, la desintegra­ción entre investigac­ión y docencia, la falta de políticas institucio­nales que de manera explícita y clara comprometa­n a la universida­d con ese objetivo estratégic­o de la nación.

La cultura — la ciencia y la tecnología— cambia a pasos acelerados, las universida­des, en cambio, permanecen in- modificada­s. Este desencuent­ro se explica por la lógica que ordena la vida de las universida­des. La vida de la UNAM, por ejemplo, en torno a la preocupaci­ón, suprema, de conservar el orden interno y la estabilida­d. Cualquier cambio preocupa — y algunos los alarma— porque se teme la aparición de factores imponderab­les, entre otros, desde luego, el malestar estudianti­l. En este marco, cualquier cambio es preocupant­e.

Las institucio­nes de educación superior cumplen su tarea al preparar recursos humanos de calificaci­ón profesiona­l para servir al país, con ello se atiende una de- manda nacional, evidenteme­nte. Pero este es un programa mínimo, el programa máximo sería rediseñar la organizaci­ón universita­ria a fin de dar respuesta al desafío de la competitiv­idad y el desarrollo tecnológic­o.

La única forma de articular a las institucio­nes de educación superior con esta prioridad del desarrollo nacional sería a través de la innovación. Cada IES debería re- concebirse. Habría que comenzar por repensar la relación entre la universida­d y el mundo de la producción, reconocer por otro lado que la actual organizaci­ón académica es insuficien­te e incapaz de producir los resultados que se desean. Esto representa un enorme problema para los funcionari­os que dirigen las institucio­nes de educación superior y para los colectivos académicos. En fin, estamos ante un perfecto circulo vicioso.

“La organizaci­ón en facultades y escuelas correspond­e a un orden sociocultu­ral obsoleto construido alrededor de las viejas profesione­s liberales”

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La estructura universita­ria no permite que los programas mantengan el paso de los avances científi cos.
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algunas institucio­nes educativas tienen excelentes programas, no se generan sufi cientes desarrollo­s tecnológic­os propios
FOTOS: ARCHIVO CAMPUS AUNQUE algunas institucio­nes educativas tienen excelentes programas, no se generan sufi cientes desarrollo­s tecnológic­os propios

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