LA REVOLUCIÓN QUE ESPERAMOS
Las universidades requieren reinventarse para generar un ambiente que propicie la innovación constante
Atodos nos preocupa que la economía nacional tenga como principal sustento ofrecer al mundo fuerza de trabajo barata, pero lo deseable sería que pudiéramos crecer en parte significativa sobre la base de talento, creatividad y productividad.
Este es un desafío al que no han podido dar respuesta las universidades y demás instituciones de educación superior y, digamos de paso, el sistema educativo en su conjunto. Existe clara conciencia sobre el problema. Sin embargo, circunstancias conocidas han impedido que se genere una dinámica de cambio en las instituciones educativas superiores para que puedan dar respuesta a este reto histórico.
Las universidades mexicanas, la UNAM a la cabeza, no han logrado renovarse, reinventarse, para dar respuesta a las exigencias del desarrollo nacional en el marco de la globalización. Son, en realidad, instituciones conservadoras. Por ejemplo, la organización en facultades y escuelas corresponde a un orden socio- cultural obsoleto construido alrededor de las viejas profesiones liberales.
Las universidades con estructuras corporativas, compuestas por un conjunto de entidades aisladas entre sí — las escuelas, facultades e institutos—, que año con año reproducen su misma organización, se auto- perpetúan sin cambio alguno. Están atrapadas en una lógica de autoconsumo y les es difícil cambiar para reaccionar ante nuevas demandas externas.
Sin romper con su organización tradicional, la universidad sólo ha podido reaccionar a la revolución tecnológica incorporando al currículum de las ingenierías con cierta agilidad las novedades tecnológicas del momento. En la UNAM tenemos una excelente carrera de ingeniería en computación, en el IPN se han logrado avances significativos en robótica.
El problema pendiente es la creatividad: la capacidad para generar desarrollos tecnológicos propios. Existen, ciertamente, algunos avances, pero se trata de éxitos aislados, no es una ten- dencia dominante. ¿ Qué es lo que obstaculiza ese gran paso? La rigidez de la organización académica de las universidades, el peso determinante de los gremios profesionales, la auto- complacencia de los directivos, la burocracia institucional, la dificultad que encuentra el trabajo interdisciplinario, la desintegración entre investigación y docencia, la falta de políticas institucionales que de manera explícita y clara comprometan a la universidad con ese objetivo estratégico de la nación.
La cultura — la ciencia y la tecnología— cambia a pasos acelerados, las universidades, en cambio, permanecen in- modificadas. Este desencuentro se explica por la lógica que ordena la vida de las universidades. La vida de la UNAM, por ejemplo, en torno a la preocupación, suprema, de conservar el orden interno y la estabilidad. Cualquier cambio preocupa — y algunos los alarma— porque se teme la aparición de factores imponderables, entre otros, desde luego, el malestar estudiantil. En este marco, cualquier cambio es preocupante.
Las instituciones de educación superior cumplen su tarea al preparar recursos humanos de calificación profesional para servir al país, con ello se atiende una de- manda nacional, evidentemente. Pero este es un programa mínimo, el programa máximo sería rediseñar la organización universitaria a fin de dar respuesta al desafío de la competitividad y el desarrollo tecnológico.
La única forma de articular a las instituciones de educación superior con esta prioridad del desarrollo nacional sería a través de la innovación. Cada IES debería re- concebirse. Habría que comenzar por repensar la relación entre la universidad y el mundo de la producción, reconocer por otro lado que la actual organización académica es insuficiente e incapaz de producir los resultados que se desean. Esto representa un enorme problema para los funcionarios que dirigen las instituciones de educación superior y para los colectivos académicos. En fin, estamos ante un perfecto circulo vicioso.
“La organización en facultades y escuelas corresponde a un orden sociocultural obsoleto construido alrededor de las viejas profesiones liberales”