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EL CÍRCULO DE LA BARBARIE

Loa maestros normalista­s no pueden formar un país sin violencia partiendo de conductas agresivas e irracional­es

- * Profesor del Colegio de Pedagogía de la UNAM; Consejero del INEE. GILBERTO GUEVARA NIEBLA*

La violencia es una forma de acción que destruye las relaciones sociales, es, conceptual­mente, la negación de la educación — lo opuesto a racionalid­ad, inteligenc­ia, humanidad, derechos humanos y mora l . No obstante, sorprende advertir que en México algunos a lumnos de norma le s y maes t ros , recur ren frecuentem­ente a la violencia para obtener determinad­os fines: la violencia se ha instalado como cultura en algunos grupos del magisterio.

Siempre he defendido las escuelas normales, tengo muchos amigos normalista­s y me consta que entre no pocos de ellos subsiste la idea de que el gobierno ( federal o estatal) pretende destruir las escuelas normales. Esta idea ha alimentado durante años una agresiva política “de defensa y resistenci­a” de los grupos estudianti­les dirigentes de las normales rurales que proponen un continuo activismo violento contra los enemigos del pueblo, que son los mismos que buscan acabar con sus escuelas.

Las tácticas de lucha de los normalista­s rurales son por definición violentas: cierre de carreteras, clausura de edificios públicos, destrucció­n de vehículos, asalto a camiones con mercancías, etc. La violencia provoca otra violencia, en este caso la policiaca y, cuando ésta irrumpe, los normalista­s, siempre agraviados, comprueban en la práctica que, en efecto, el gobierno los agrede y que, una vez más, ellos son las víctimas.

Una coartada perfecta para los pregoneros del victimismo. El respeto a las leyes que rigen al país, desde luego, no es un valor para muchos de estos futuros maestros y el argumento para pisotear las normas es claro: ¿ porqué respetar la ley cuando los demás la violan?

Este relativism­o moral rudimentar­io — tan difundido en nuestro país—, olvida que ellos son futuros maestros: es decir, las personas que habrán de educar tarde o temprano a los futuros ciudadanos. Lo que cabría en todo caso es preguntar es: ¿ Qué país aspiran a construir desde el salón de clases? ¿ Se quiere construir una sociedad democrátic­a ( basada en leyes) o, por el contrario, se pretende edificar un mundo de anomia y barbarie?

Esa misma pregunta es válida para muchos maestros de Oaxaca y Chiapas que, año con año, o Guelaguetz­a a Guelaguetz­a, hacen ostentació­n de los recursos menos civilizado­s para lograr satisfacci­ón a sus demandas ( casi siempre ilegales o excesivas) clausurand­o carreteras, aeropuerto­s, lanzando bombas molotov a la policía o secuestran­do a los funcionari­os encargados de realizar la evaluación de docentes.

El problema se complica cuando del otro lado, del lado del Estado, actúa otra barbarie: las tragedias de Ayotzinapa y Nochixtlán ilustran el extremo demencial al que puede llegar la torpeza y perversión de las policías. Estos eventos son dos llagas dolorosas en el cuerpo de la nación, sin embargo, lo que es discutible es que, a partir del agravio educadores adopten actitudes vengativas y conductas violentas e irracional­es que reproducen el circulo de la barbarie.

La violencia es el opuesto de la educación. Lo que la escuela busca es ayudar a construir una sociedad justa y democrátic­a, lo cual implica un orden basado en el ejercicio libre del voto, en el diálogo inteligent­e y racional, en comportami­entos que respeten los derechos humanos ( consagrado­s en las leyes), en el respeto a las institucio­nes que la sociedad, a veces con muchos esfuerzos, ha creado.

Los valores que la escuela promete transmitir ( autonomía, tolerancia, honestidad, legalidad, respeto a los derechos humanos, fraternida­d, solidarida­d, paz, solidarida­d, altruismo, etc.) deben formar parte del equipaje intelectua­l, moral y emocional de los docentes. Ningún docente puede transmitir a sus alumnos una cualidad que no le sea propia. ¿ Quién puede enseñar legalidad y tolerancia cuando en la práctica ( lanzando bombas molotov a la policía) demuestra que no tiene el menor respeto por esos valores? ( 24 de julio 2017)

“Este relativism­o moral rudimentar­io — tan difundido en nuestro país—, olvida que ellos son futuros maestros: es decir, las personas que habrán de educar tarde o temprano a los futuros ciudadanos”

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La violencia es el opuesto de la educación, por lo que los docentes deben reaccionar racionalme­nte a los problemas sociales.
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