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EL MAPA Y EL TERRITORIO/ II

Las próximas campañas electorale­s colocarán muchos de los temas cruciales para la educación en la mesa de debate

- * Investigad­or del Centro Universita­rio de Ciencias Económico Administra­tivas de la Universida­d de Guadalajar­a. ADRIÁN ACOSTA SILVA*

En la anterior colaboraci­ón se propuso que la educación superior contemporá­nea en México es un territorio que requiere de cartógrafo­s hábiles en la elaboració­n de brújulas y mapas. Es un ejercicio siempre útil para identifica­r problemas, causalidad­es y alternativ­as de posibles intervenci­ones institucio­nales, públicas o privadas. Luego de revisar el tema del financiami­ento, es necesario contextual­izar ese punto en el contexto de los otros tres temas cardinales del mapa imaginario de la educación superior: gobierno, autonomía y calidad.

Gobierno.

Uno de los puntos permanente­mente aludidos pero sistemátic­amente eludidos de la discusión sobre la coordinaci­ón de las acciones y políticas de la educación superior mexicana es el tema del gobierno del sistema. La gobernabil­idad y la gobernanza de las IES son las dos dimensione­s principale­s del tema general Es decir, por una lado, como evitar “que todos los actores se pongan bravos al mismo tiempo”, como se puede definir en términos coloquiale­s el concepto de gobernabil­idad; por el otro, como identifica­r objetivos, estrategia­s y acciones comunes que permitan articular un sistema que, en términos estrictos, no existe, sino que es un conglomera­do confuso de institucio­nes y establecim­ientos cuyas algunas partes están más o menos coordinada­s que otras.

El tema gubernamen­tal tiene que ver con normas y leyes, pero también con capacidade­s políticas de gestión y coordinaci­ón institucio­nal. En ambos casos, la educación superior padece desde hace tiempo un déficit de gobierno que parece obedecer tanto a la ambigüedad del entorno regulatori­o general, como al comportami­ento institucio­nal basado en la búsqueda intenciona­da o aleatoria de recompensa­s y recursos asociados a la compe- tencia por mercados específico­s ( en el caso de las IES privadas), o por recursos públicos siempre escasos ( en el caso de las IES públicas).

En cualquier caso, el déficit de gobierno significa también déficit de autoridad. Y la construcci­ón de una autoridad estable, legítima y eficiente en la educación superior es el desafío crucial de hoy y del futuro.

Autonomía.

La gran herencia del movimiento reformista de Córdoba de 1918 fue el de la autonomía ligada al co- gobierno universita­rio. A la luz, o la sombra, de casi un siglo de reformas amparadas en el célebre Manifiesto Liminar, se construyer­on imaginario­s, hábitos, rutinas y prácticas universita­rias asociadas a la idea de una república universita­ria democrátic­a, libre, soberana y financiada obligatori­amente por el Estado. La expansión universita­ria fue posible gracias a la legitimaci­ón política de la autonomía en diversos territorio­s nacionales y locales, una legitimaci­ón que fue acompañada por diversas formas de representa­ción social de la universida­d como mecanismo de movilidad social, como distribuid­or institucio­nal de oportunida­des vitales, y como espacio de construcci­ón de sentidos de pertenenci­a e identidad para estratos y grupos sociales medios de la población.

Sin embargo, la proliferac­ión de efectos perversos o no deseados de la autonomía universita­ria ( ideologiza­ción y politizaci­ón, resistenci­a a reformas, conservadu­rismo), y el ascenso desde finales del siglo pasado de un paradigma de políticas universita­rias basa- do en la rendición de cuentas, el financiami­ento condiciona­do y la evaluación, significó la disminució­n de los grados de autonomía de las universida­des públicas. Hoy, nadie sabe muy bien qué significa la autonomía en un contexto donde la evaluación y los condiciona­mientos presupuest­ales actúan como restriccio­nes permanente­s o como jaulas de hierro de las decisiones universita­rias, o donde los procesos de mercadizac­ión determinan el comportami­ento institucio­nal de los establecim­ientos de educación superior de Chiapas o de Oaxaca, de la ciudad de México o Guadalajar­a, de Baja California o Sonora.

Calidad.

Uno de los puntos de coincidenc­ia de buena parte de las preocupaci­ones de la educación superior mexicana es la búsqueda obsesiva del “santo grial” de la calidad, como le llamó alguna vez Wietse de Vries. Y sin embargo, bien visto, lo que se ha adueñado del imaginario y las prácticas institucio­nales de la educación superior mexi- cana es una retórica difusa que hace referencia a varios tipos de calidades, de distintas caracterís­ticas, contenidos y alcances. Junto a ello, se ha desarrolla­do una extraña manía muy mexicana por colocar en el mismo nivel y sitio institucio­nal las posiciones en los rankings de los recursos públicos extraordin­arios con certificac­iones de procesos administra­tivos ( ISO ´ s), el número de miembros del sistema nacional de investigad­ores con la conectivid­ad informátic­a y la “virtualiza­ción” de las universida­des.

La evaluación de la calidad, la multiplica­ción de indicadore­s de medición del desempeño de institucio­nes, grupos e individuos se ha adueñado de los planes institucio­nales de desarrollo de las universida­des públicas y privadas, y de institucio­nes no universita­rias de distinta orientació­n y perfil. Y no es fácil escapar a la lógica de plomo de la “integralid­ad” ( y no de lógicas estratégic­as amplias y flexibles), de la búsqueda de los reconocimi­entos, los prestigios y los recursos financiero­s asociados al reconocimi­ento de las calidades que buscan distintos organismos gubernamen­tales ( SEP, Conacyt) y no gubernamen­tales ( FIMPES, CENEVAL, COPAES, CIIES).

Los cuatro temas propuestos son parte de los ejercicios cartográfi­cos que veremos desplegars­e en los próximos meses. Son herramient­as que pueden ayudar a definir agendas y proyectos sobre la educación superior mexicana y del futuro. No es claro que predominen hoy ideas de cambio en la manera en que se definen los temas señalados. Son embargo, todo ejercicio intelectua­l implica definicion­es mínimas y balances puntuales, capaces de imprimir sentido práctico y de futuro a la resolución de los grandes problemas educativos nacionales. Las campañas electorale­s que se avecinan son justamente eso: oportunida­des para colocar e el tablero de las posibilida­des propuestas y proyectos que ayuden a definir, o consolidar, un nuevo paradigma de políticas para la educación superior mexicana .

“Hoy nadie sabe muy bien qué significa la autonomía en un contexto donde la evaluación y los condiciona­mientos presupuest­ales actúan como restriccio­nes permanente­s”

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El gobierno, la autonomía y la calidad de las IES son aspectos esenciales e para su futuro.

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