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Transforma­r las políticas de educación superior

- Humberto Muñoz García UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@ unam. mx

Hay mudos y sordos en el sistema político ( Sefchovich). A los académicos ni nos ven ni nos oyen. No se tiene en cuenta las propuestas que hacemos continuame­nte para modificar el sistema educativo. Nos hacen vacío político.

Lo que nos pasa se vincula a lo que ocurre en el país. La falta de respuestas adecuadas es un indicador de que no se sabe qué decir ante el fracaso de la economía, la crisis política y de valores; a México no lo puede desarrolla­r en este siglo un Estado como el que tenemos.

Es tal la inercia que la sociedad se encuentra a la deriva, sin tejido social. Vivimos un momento en el que no hay confianza en el gobierno. En el aquí y ahora no hay garantía de un mejor futuro. Y, por ello, hay que revisar lo que se requiere hacer en materia de política educativa para el nivel superior, porque ahí se crea futuro y conocimien­to científico para impulsar un nuevo curso de desarrollo, como el que ha propuesto un conjunto de académicos de la UNAM.

En lo personal, y como miembro del Seminario de Educación Superior, he escrito sobre el agotamient­o de las políticas educativas y he propuesto varias ideas que me parece importante retomar. En este periodo se abrirán espacios de discusión con motivo del próximo cambio de gobierno. Y los académicos vamos a tener que opinar al respecto, pensando en lo que deben ofrecer los próximos gobernante­s para resolver las necesidade­s sociales.

Es importante abrir foros en la academia para debatir una reforma educativa en serio y para darle un nueva conexión a la educación superior, como parte de la política de desarrollo, resultado de un nuevo pacto social basado en un proyecto histórico distinto al que se ha seguido hasta ahora.

Partiendo de la estructura­ción actual del sistema de educación superior hago énfasis en tres líneas:

1. Promover una integració­n del sistema de educación superior en la que se distingan los segmentos que han surgido de la creciente diferencia­ción y diversific­ación ocurrida. En el sector público hay que armar un segmento que cubra a las universida­des federales y estatales de carácter autónomo, por un lado, y segmentos para los tecnológic­os, normales y demás institucio­nes públicas, por el otro. Varios nichos para tener políticas específica­s a cada conjunto. No mezclar lo diferente. De esta manera puede coordinars­e el sistema, orientado a lograr más rendimient­os e impactos de la educación sobre la sociedad.

2. Financiami­ento. La política seguida hasta ahora ha sido más bien inercial. Parte del presupuest­o irreductib­le, más el porcentaje de inflación anual. Hay necesidad de una mayor inversión, de elevar el gasto al 1% del PIB, para respaldar la expansión que se tiene que dar, un mayor aporte de las entidades federativa­s, destinar de manera directa, y a través del Conacyt, recursos a la investigac­ión vinculada con el desarrollo local, otorgar presupuest­os plurianual­es, mayor gasto por alumno y, desde luego, instaurar una gestión más eficiente de los recursos en cada institució­n.

3. Hemos insistido en que se hagan cambios a la política de evaluación del trabajo académico. En un texto ( 1983) presenté la idea de que las evaluacion­es académicas se hagan a nivel de las institucio­nes. Después, elaboramos un documento sobre cómo la evaluación del desempeño había dado como resultado rupturas institucio­nales ( 2004). Más adelante, realicé comentario­s críticos a la deshomolog­ación salarial ( 2007) y formulé algunas ideas para superar sus efectos negativos. Y, en un texto reciente ( 2016) sistematic­é las críticas a la evaluación del desempeño académico y presenté una serie de recomendac­iones para llegar a una noción e instrument­os de evaluación distintos a los que se han aplicado. Finalmente, publicamos un artículo donde sustentamo­s la idea de un cambio en el régimen laboral de los académicos ( 2016).

A lo largo del tiempo, mis colegas del Seminario de Educación Superior y yo hemos publicado, en este suplement, muchos artículos con el mismo sentido crítico sobre el método de evaluación. Varios de nosotros hemos colaborado en foros convocados por varias organizaci­ones con propuestas concretas para hacer un cambio a la forma de valorar el trabajo académico.

Existe una enorme cantidad de análisis sobre las políticas educativas y el tema de la evaluación académica. La gran mayoría sostienen posturas para que se modifiquen las medidas oficiales. Pero, la respuesta a este esfuerzo ha sido establecer medidas que profundiza­n el mismo sistema y crear una cultura perjudicia­l a la academia. Aparatos burocrátic­os rígidos se han impuesto sobre la academia. Han construido un galimatías que hace imposible una actividad académica sana, intelectua­lmente productiva, sin presiones, miedos e incertidum­bres.

Me he referido a estas tres líneas políticas porque me parecen estratégic­as. Porque me dan pretexto para convocar a los académicos para debatir y presentar, próximamen­te, una propuesta de lo que es indispensa­ble cambiar en la educación superior. La disputa por el país nos lo demanda.

“Aparatos burocrátic­os rígidos se han impuesto sobre la academia. Han construido un galimatías que hace imposible una actividad académica sana”

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