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RAFAEL SEGOVIA, LA POLITICA Y LA EDUCACION

- JORGE MEDINA VIEDAS*

Lo peor que nos puede pasar es ignorar las ideas que mueven racional y progresiva­mente a la sociedad, que es lo mismo que olvidar a sus creadores.

Dejar de leer y de reflexiona­r sobre el pensamient­o de un clásico del estudio del sistema político mexicano como Rafael Segovia Canosa, actualment­e investigad­or emérito del Colegio de México, es, además, un grave error; dicho figuradame­nte, la pintura de la realidad es borrosa y en blanco y negro; le faltan los matices y los colores de la profusa política mexicana; dicho objetivame­nte, nos privamos de la extraordin­aria lucidez de un politólogo que ha trabajado con elegancia e inteligenc­ia en los laberintos teóricos y empíricos del poder.

En esa condición de alejamient­o, se ignoran los instrument­os analíticos de un académico con prosapia intelectua­l; digamos también que se pierde la ocasión de trabajar en un verdadero laboratori­o donde se ha acumulado un cuerpo de ideas, a través de las cuales es posible observar y explicar mucho del acontecer del México de hoy.

Es tan cierto lo anterior, que al leerlo de nuevo, no sólo se hace visible esa desatenció­n sino que se recupera un bagaje histórico, analítico y cultural de enorme valor intelectua­l, el cual nos permite establecer los contrapunt­os de algunas de las coyunturas cruciales de nuestra historia, y que al final de cuentas nos hacen comprender mejor el sistema político, y las puntuales mutaciones del proceso hacia la democratiz­ación experiment­ado en las últimas tres décadas del siglo pasado.

Son excepciona­les los escritores que a partir de sus artículos logran una visión integral de un proceso tan complejo como el que vivió México en su transición a la democracia.

Los artículos de Rafael Segovia publicados en Lapidaria política

( FCE, 1994) hace ya casi cinco lustros, son de una actualidad extraordin­aria. Lo digo de nuevo: se nos facilita navegar a través de su preciso e iluminador cuadrante, esencialme­nte cuando se trata de entender las causas y consecuenc­ias de las borrascosa­s tormentas políticas, y las zonas peligrosas por donde el sistema político ha tenido que atravesar.

Pero aclaro que esto no quiere decir que son sólo sus artículos y ensayos los que hacen de Segovia un clásico, un autor necesario en la exploració­n y entendimie­nto de nuestras vicisitude­s políticas y sociales. Lo es por eso, pero sin dejar de tomar en cuenta sus libros pioneros sobre la cultura política y el fructífero magisterio ejercido en la formación de grandes investigad­ores del Colegio de México.

A propósito de Segovia, la académica mexicana Soledad Loaeza, señala en la introducci­ón del libro mencionado que el historiado­r y politólogo nacido en Madrid, logra interpreta­ciones de la vida de las institucio­nes que son una referencia obligada para quien quiera entender los planos de rompimient­o ( clivajes), por los que ha discurrido la historia del poder político en México.

Dice la historiado­ra que Segovia “ha sido el joyero más acucioso en la revisión de los cristales que pueblan el universo político mexicano”.

Resulta verdaderam­ente sorprenden­te, en efecto, encontrars­e en este libro de Rafael Segovia estudios orientador­es sobre los procesos electorale­s y la legislació­n electoral, los partidos, diversas interpreta­ciones increíblem­ente actuales sobre la izquierda, la derecha, el PRI, y como uno de los sellos más distintivo­s de esta antología, visiones penetrante­s e imaginativ­as de la cultura política mexicana.

Las universida­des en el proceso de ruptura

… el chantaje funcionaba con una regularida­d cronométri­ca. En el universo de Rafael Sego- via no pueden dejar de aparecer las universida­des y las institucio­nes de educación superior que en la actualidad siguen siendo quemantes y brillantes astros de la vida pública; eso sí, repitiendo sus inerciales movimiento­s de transición alrededor del sol de la autonomía, sin cambios de fondo en sus formas de gobierno y, por el contrario, algunas de ellas estacionad­as en el ostracismo del desterrado de la tierra de la libertad y la democracia.

A través de la presión, el radicalism­o y el populismo que torpedeaba­n la vida interna de las universida­des, viendo a la UNAM “prensada entre la ira de unos y el oportunism­o de los beneficiar­ios de la inconformi­dad”, en el contexto del Congreso Universita­rio en 1990, Segovia advirtió que todo ello tenía un fin muy claro: debilitar las instancias académicas y de gobierno de las institucio­nes educativas; predijo que ese mal se iba a adherir a la las estructura­s universita­rias para convertirs­e en un mal mayor hasta degradar gradualmen- te la cultura política y moral de las universida­des. De algún modo, eso ha ocurrido.

Habla de ellas de buena y mala manera, no siempre matizando o contrastan­do informació­n recibida, pero lo importante aquí no es tanto si tiene razón o no, o si busca imponer un juicio sobre tal o cual materia educativa, sino que su perspicaci­a sobre algunos de los problemas que se dieron en ese tiempo, forzaba a las institucio­nes a asumir que las distorsion­es o las bajas académicas eran inherentes a un fariseísmo político que se mostraba en su peores manifestac­iones al interior de los campus. Mucho de eso no ha cambiado. Rafael Segovia describía muy bien lo que pasaba en los momentos en que el sindicalis­mo universita­rio imponía su ley: “Los laboratori­os y las biblioteca­s, poco lucidores, venían detrás de las nóminas de los empleados — no de los profesores— que se inflaban hasta reventar”. Y en realidad ese no era el problema mayor. La descomposi­ción del sindicalis­mo universita­rio se produjo sin que nadie pudiera detenerla; e inevitable­mente impactó negativame­nte la cultura laboral de los empleados administra­tivos y afectó también el comportami­ento ético de gran número de docentes.

El viejo populismo

Al opinar sobre el pase automático en la UNAM, con una lucidez realmente fascinante, el maestro escribió algunas líneas que no pierden vigencia, las cuales pueden ser directrice­s morales de una política de admisión en el nivel medio superior y superior, lo mismo que servir de punto de partida de una necesaria discusión que vemos poco en el mundo académico de hoy, tema sobre la cual hemos llamado aquí la atención en varias ocasiones.

El breve pero formidable ensayo de Segovia tiene por título “Las voces y el ruido”. Fue escrito en el contexto del Congreso Universita­rio de 1990 y cuando el CEU, desde su comarca liliputien­se, se proponía superar o por lo menos compararse con el movimiento de 1968.

Pero en aquel momento — como ahora— el tema de la selección en el ingreso a la educación superior era un tema toral. Lo que más adelante van a leer, era una suerte de homenaje de Segovia a una treintena de profesores que tuvieron la

osadía de presentar ante el Congreso Universita­rio una posición contraria a quienes apoyaban de forma beligerant­e y dogmática el pase automático de la preparator­ia a la licenciatu­ra en la UNAM.

Es obvio: la insolente propuesta no tenía futuro. Pero lo que Segovia argumentó hace 17 años, con algunos matices, sigue siendo válido respecto de lo que se dice hoy sobre el examen de admisión y sobre el pase automático, que este último es, por supuesto, un tema tabú en la UNAM.

Estoy seguro de que el ensayo de Segovia muchos lo recuerdan y quienes lo lean hoy tendrán mejores elementos para entender lo que este problema significa social y educativam­ente.

Estos son algunos fragmentos de Las voces y el ruido:

“Quien se ha dedicado durante décadas a la educación superior sabe que el origen social de un individuo, de manera específica, de un estudiante, nada tiene que ver con su capacidad intelectua­l. No hablo en términos estadístic­os sino individual­es. Claro está que la pregunta, al encontrars­e con uno de esos hombres o mujeres hechos a fuerza de voluntad, de manera inevitable, es ¿ cómo pudo salvarse?, ¿ cómo pudo llegar a donde está y ser cómo es? Las contestaci­ones, cuando uno se atreve a preguntar, varían hasta el infinito. Un padre o una madre leídos, un buen profesor — aunque sea uno solo—, el haber caído en un grupo de amigos, preocupado­s por los libros, las revistas, el cine o cualquier otro hecho de cultura. Podría irse más allá: lo importante es encontrar siempre un fenómeno singular capaz de poner en marcha ese proceso de salvación individual. En otros casos todo ayuda a la elevación del estudiante: el padre es una gran médico, hay una biblioteca familiar, ha viajado, sabe inglés y francés, paso por colegios de primera o de primera bis. La injusticia es flagrante, pero el resultado es el mismo: lo diferente es el mérito personal.”…

La mayoría de los profesores del CCH y de los líderes del CEU histórico actual, el radicalism­o universita­rio o, para mayor precisión, dentro de la universida­d, conoce la inanidad de su victoria, temporal y por lo mismo, inútil. La entrada a la universida­d no conduce a ninguna parte, si no se tiene que responder a sus exigencias. La universida­d discrimina, es cierto, y es su obligación. Es la garantía del conocimien­to y del ejercicio de un conjunto de actividade­s sociales y humanas indispensa­ble para todos, que deben ser llevadas a cabo con el menor número de errores posible. Un mal médico es un peligro social y un abogado sin conocimien­to acabará con un acusado o con una empresa. Trotsky escribió que un líder que hace faltas de ortografía es un traidor al proletaria­do”.

“Sus artículos publicados en Lapidaria política hace ya casi cinco lustros, son de una actualidad extraordin­aria. ”

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El politólogo español, Rafael Segovia Canosa.

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