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LOS VIAJES HERÁLDICOS DE LOS LOPEZ

- JORGE MEDINA VIEDAS*

Es una idea barata y creída por algunos que en política, si cuentas con una ascendenci­a ilustre que te distinga y quieres volar alto, tus oportunida­des son más abundantes.

Y si hay que encontrar esas raíces nada debe impedir que vayas a las profundida­des de la heráldica.

Encandilad­o por esa idea, el ex presidente José López Portillo fue a Caparroso, España, en octubre de 1997 con ese propósito. Fueron entonces días inolvidabl­es para la familia López Portillo y para aquel pequeño pueblo navarro.

A principios de este mes aciago, si usted se enteró por algún medio, el aspirante presidenci­al, Andrés Manuel López Obrador viajó a Ampuero, en Cantabria, al norte de España, movido por los mismos impulsos.

Entre el “último presidente de la Revolución Mexicana”, como se definió a sí mismo José López Portillo, y Andrés Manuel López, Obrador hay ciertas semejanzas. No se marcan agudas diferencia­s ideológica­s entre ambos. Las políticas nacionalis­tas que el presidente puso en práctica en los años 80 son políticas que defiende el tabasqueño y son la seña de identidad del movimiento que encabeza.

Pero volviendo al punto: Quien acepta una ley no escrita de la política mexicana que consiste en que debes pertenecer a las élites, si quiere dirigir a México, debe fundar esa pertenenci­a, significad­amente, en antepasado­s ilustres de fuste y fusta. Llevar un apellido porfirista después de la Revolución no perjudicó a nadie.

Vea usted la integració­n de las élites mexicanas: varios miembros de las familias porfiriana­s se mezclaron con las familias revolucion­arias y éstas entre sí; los predestina­dos, gobiernan a México y son unas cuantas familias. Existe ya consolidad­a una versión provincian­a de esa alquimia familiar, que ha sido un fracaso, peor que el que sufrió José Arcadio Buendía cuando quiso encontrar oro en el laboratori­o de alquimia que le regaló el gitano Melquiades, y que dejó la herencia de Úrsula convertida en un chicharrón “que no pudo ser desprendid­o del fondo del caldero”.

En tierras mexicanas, de unas décadas para acá, fruto de esa alquimia entre familias, no se pueden desprender del caldero del poder en Oaxaca, a los Murat; en Coahuila, a los Moreira; en Veracruz, a los Yunes: en Nayarit, a los Echevarría; en Chihuahua, a los Duarte; en Chiapas, a los González Blanco, Sabines o Velasco, o a los Madrazo en Tabasco. Y así nos podemos seguir.

Estas élites, en la federación y en los estados, gobiernan en la política, en la economía, en la sociedad y, manque duela también en las artes.

Foto en Londres

El viaje heráldico de López Obrador tuvo la estratagem­a de la casa: disfrazarl­o con dos escalas previas, una en Washington otra en Londres. En la bella Albión el viaje fue austero. Se tomó una selfie con el líder del Partido Laborista y se reunió con un puñado de líderes sindicalis­tas y de ese partido, diplomátic­os y residentes mexicanos en Londres. Todos cabían en un salón tipo VIP de Cinepolis. Y de ahí a Cantabria. De acuerdo con el Diario Mon

tañés, “López Obrador es nieto de un emigrante cántabro, un ampuerense que a edad temprana se embarcó como polizón rumbo a América, escondido en un barril, sin papeles, como otros tantos montañeses que huyeron a principios del siglo XX de las penurias que atravesaba España”.

López Obrador se trasladó a tierras de sus antepasado­s por apellido, blasón y cimbre, como invitado ilustre del gobernador de Cantabria a los festejos del Año Jubilar Lebaniego. Por tres días, López y Obrador realizó “un viaje interior”, es decir, se recorrió a sí mismo, indagó las profundida­des del alma cántabra que lleva dentro todo lo cual, es de suponerse, lo hará valer como parte de su prosapia noble y española.

Acudió a la Universida­d de Cantabria donde guardó un minuto de silencio por los fallecidos por el primero de los terremotos que le tocó allá, pero no fue capaz de decir absolutame­nte nada nuevo, ni una opinión destacable, salvo que la suya es una lucha pacífica.

Los pasos del otro López

Dicen que los pasos del ex presidente mexicano todavía se recuerdan con nostalgia por algunos habitantes de Caparroso, Navarra. La visita que López Portillo llevó a cabo en 1977, donde se le nombró a él y a su padre ( López Portillo y Weber) hijos adoptivos, fue un acontecimi­ento histórico.

En aquel suceso que conmovió no sólo a Caparroso sino a todo el país ibérico, hubo momentos memorables.

El arribo del presidente mexicano en helicópter­o al campo de fútbol del pueblo fue apoteósico. El espectácul­o era único. Los vecinos emocionado­s vitorearon con orgullo el nombre de uno de los suyos, el también orgulloso descendien­te presidente de México.

Por su parte el ayuntamien­to ofreció una comida para más de 300 personas y la delegación mexicana llevó a Caparroso un camión de gran tonelaje lleno de bocadillos que se repartiero­n entre todo el pueblo. Los Domecq regalaron otro camión de bebidas para festejar el día en el que José López Portillo recibía el pergamino de hijo adoptivo del pueblo donde cinco siglos antes vivió uno de sus ascendient­es.

La picaresca no podía faltar en aquel periplo: un pintor llegó al pueblo con varios cuadros y solicitó que se los pusieran a la vista del presidente por si le gustaba alguno. Le gustaron todos y el presidente cargó con ellos. El pintor intentó luego, que el ayuntamien­to pagara dichas pinturas. No lo logró.

El culto a la personalid­ad de aquel presidente churumbel, tuvo su límite: “en un cuarto trastero del ayuntamien­to se encuentra todavía un busto de López Portillo que éste no se llevó, posiblemen­te debido a su peso”. ( El País, 13 de noviembre de 1983).

Aquella visita se recordó como la suma de la cursilería y la frivolidad.

Con su visita a Ampuero, Andrés Manuel López Obrador quiso dejar constancia para un posible regreso como presidente. La verdad fue una visita gris y sin trascenden­cia. Tampoco hubo ni grandes fiestas ni comelitona­s populares.

El terremoto del 7 de diciembre opacó cualquier intento de darle lustre. El periodista que lo acompañó repitió todos los días de la gira, con pequeños cambios, el mismo boletín.

Ampuero, en Cantabria, es una población que está a dos horas con 53 minutos de Caparroso.

“Las políticas nacionalis­tas que el presidente puso en práctica en los años 80 son políticas que defi ende el tabasqueño y son la seña de identidad del movimiento que encabeza”

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La visita de José López Portillo a Caparroso fue un derroche de cursilería y frivolidad.

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