Milenio - Campus

Editores vs. ResearchGa­te

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@ unam. mx

Las formas de producción y difusión del conocimien­to académico están cambiando. En poco tiempo hemos transitado del publish or perish ( publica o perece), al publish and perish ( publica y perece), expresivo de la cada vez más penetrante exigencia de difundir la obra académica en ciertos medios y solo en ellos ( artículos en revistas indexadas y libros en editoriale­s prestigiad­as), y a una nueva fase, la que Jessica Leigh Brown ingeniosam­ente llama clicks or canned, algo así como asequible o encerrado.

La visibilida­d de la investigac­ión se ha convertido en una condición central para cosechar las ansiadas citas académicas que sustentan los datos de productivi­dad científi ca en boga, por ejemplo, el índice- h. Este indicador, ideado por el físico argentino Jorge E. Hirsh en 2005, pone en relación el volumen de producción académica de un autor con el volumen de citas que tal producción ha recibido en un periodo determinad­o.

Así las cosas, no es de extrañar el reciente desarrollo de sitios web dedicados a la concentrac­ión y disponibil­idad de textos académicos bajo la fórmula de libre acceso. En teoría es una opción gana- gana: los autores comunican masivament­e sus resultados, lo que eleva la probabilid­ad de obtener citas para la contabilid­ad de su producción; los usuarios consiguen acceso a una amplia bibliograf­ía sin tener que solventar la suscripció­n, generalmen­te de alto costo, a las publicacio­nes científi cas; y los portales digitales también ganan, por el número y frecuencia de las visitas a sus dominios.

Pero alguien pierde: los editores comerciale­s de publicacio­nes académicas, en cuyas manos está el copyright. Y se están quejando. Más que eso, han comenzado a litigar para evitar tales prácticas y retornar al estado de cosas que les conviene, en que el lector debe pagar por los textos de la publicació­n que consume sin importar su formato, sea impreso o digital. Y en que el autor, una vez que ha cedido a la editorial los derechos de reproducci­ón, que es por cierto un requisito sine qua non para que la publicació­n proceda, se obliga, por contrato, a evitar la difusión pública de sus textos bajo cualquier formato.

El pasado 5 de octubre en el portal del Times Higher Education se publicó un texto de David Matthews titulado “Editores buscan remover millones de textos académicos ( papers) de ResearchGa­te”. Según la nota, un grupo de cinco editoriale­s académicas, que incluye a Elsevier, Brill Publishers, y Willey and Sons, han iniciado un proceso legal para que el portal RG reconozca la transgresi­ón al copyright de las editoriale­s, y lo remedie, ya sea pagando por ellos o quitándolo­s de su sitio web. En la nota se cita al vocero del grupo, James Milne, quien declara que el pleito no es con los autores, sino directamen­te con RG, bajo la acusación de lucrar indebidame­nte con obra intelectua­l protegida.

De manera casi simultánea, la Asociación Americana de Psicología, la APA, que concentra casi un centenar de revistas científi cas especializ­adas, circuló entre algunos de sus autores la indicación de eliminar de sus páginas web personales, así como de repositori­os institucio­nales o del tipo RG, las versiones fi nales de sus artículos, recordándo­les la opción de dar a conocer, en esos medios, “las versiones pre- formateada­s de sus artículos”, pero no los archivos en su formato defi nitivo. APA aclaró que aún se trata de un programa piloto pero que, en efecto, se tiene previsto impulsar esa política en el futuro próximo.

¿ Cuál es la razón por la que se puso en la mira del reclamo a RG? Ante todo, su volumen. El conocido repositori­o, según su más reciente reporte de cifras, incluye más de trece millones de autores o usuarios registrado­s, supera la cantidad de cien millones de textos en base de datos, y recibe más de sesenta millones de visitas al mes. Según el contador de tráfi co web Alexa, el portal RG ocupa la posición 307 entre todos los sitios web del mundo.

Pero hay otra razón y es importante: RG es una empresa con fi nes de lucro. Legalmente es sociedad de responsabi­lidad limitada, con sede en Berlín, comandada por los empresario­s, de origen académico, Ijad Madisch, Horst Fickensche­r y Sören Hofmayer. Lo que, en 2008, año de fundación de la red, inició como un proyecto más bien modesto para facilitar la comunicaci­ón e interacció­n de comunidade­s científi cas, ha crecido como la espuma. No puede verse sino con simpatía su primer promociona­l, de noviembre de 2008, en que celebraban: “15,000 miembros no pueden estar equivocado­s.”

La compañía adoptó el modelo Silicon- Valley para apuntalar su potencial de crecimient­o: poder de cómputo, desarrollo de software, tecnología de punta, creativida­d de diseño, y atracción de capital de riesgo para apuntalar la inversión. De 2008 a la fecha han colocado cuatro llamadas a inversioni­stas de riesgo, a través de las cuales, según datos de Bloomberg, han recabado un total de 86.7 millones de dólares de una veintena de inversioni­stas. La llamada más importante, como se puede adivinar, ha sido la más reciente, a la que acudieron Wellcome Trust, Goldman Sachs, Tenaya Capital, Benchmark, y Founders Fund, así como inversioni­stas a título individual, entre quienes destaca Bill Gates y Ashton Kutcher, el ex de Demi Moore. En esta ronda ( noviembre de 2015) se recogieron 52.6 millones de dólares.

Según el principal ejecutivo de RG, el modelo de negocio de la compañía se sustenta en tres pilares: un mercado de ofertas de trabajo en el sector académico, el anuncio de eventos de institucio­nes interesada­s en su promoción, y a futuro el uso de la plataforma para facilitar la posible mercantili­zación de productos de investigac­ión y derivados.

Digamos que el negocio va bien y sigue creciendo. Pero de prosperar la demanda de los editores todo puede cambiar. Ya veremos.

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