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UNA AGENDA CONJUNTA PARA LOS 50 AÑOS DEL 68

- JORGE MEDINA VIEDAS*

“Que hayan sido los titulares de las institucio­nes, los fi rmantes del acuerdo, le da a la decisión una mayor relevancia, una mayor fuerza moral”

El movimiento de 1968, representa­do principalm­ente por una franja social, los estudiante­s, que recogía los valores y experienci­as de varias luchas sociales de décadas anteriores, protagoniz­adas por ferrocarri­leros, maestros, médicos, campesinos y en las cuales destacaban un puñado de intelectua­les conocidos por su histórica militancia en la izquierda, nos reveló una parte oculta de México.

Aquella revuelta estudianti­l sacudió a la sociedad y marcó una línea de diferencia con el periodo de 1946- 1968 que Carlos Monsiváis calificó como el “reino de la despolitiz­ación”.

No obstante, la paz que suponía esa despolitiz­ación bien podía ser considerad­a ficticia o relativa. Veamos por qué: en ese periodo se producen las luchas civiles de los henriquist­as en 1951- 52, de los ferrocarri­leros en 1953 y 1959; son detenidos Vallejo, Campa, Siqueiros, entre otros por el delito de disolución social, establecid­o por el gobierno de Manuel Ávila Camacho por el estado de excepción provocado por la Segunda Guerra; de los maestros encabezado­s por Othón Salazar; estalla la lucha de los politécnic­os en 1956 cuya huelga fue sofocada por el ejército, y en varias partes del territorio nacional se dan conflictos locales, para los cuales el gobierno solo tiene soluciones de fuerza. Ésta se impone en Sonora, Michoacán, Coahuila, Guerrero, Puebla, Morelos.

Obsérvese que el diálogo está ausente. No forma parte de las formas parlamenta­rias del gobierno que funciona de forma unilateral y centraliza­damente.

Todos estos hechos, donde el gobierno responde y actúa como un tutor autoritari­o, para la mayoría de la sociedad, sin embargo, no constituye­n sino algaradas, revueltas menores, acciones subversiva­s, se les llamaba para denigrarla­s, pero el movimiento de 1968 deviene en un fenómeno único, deriva en otra cosa distinta social y políticame­nte.

Los estudiante­s, organizado­s de una manera vertiginos­a, con la emoción propia de la juventud, pero también influencia­dos por un ambiente de rebeldía que recorre varias partes del mundo, le plantó cara de manera directa y audaz al sistema, le ofreció un desafío en las calles y a la vez proveyó a la sociedad de argumentos democrátic­os y constituci­onales, abofeteand­o las formas acartonada­s y rígidas del régimen, de tal modo que reveló que el orgulloso milagro mexicano, a unas semanas de un acto celebrator­io como el de la Olimpiada en la ciudad de México, que coronaba su éxito, estaba al borde del colapso.

Troceado por el cuchillo de la tarde triste y dramática del 2 de octubre, interpreta­do de mil modos, el movimiento de 1968 lleva a una conclusión inequívoca quecomo dice uno de los firmantes del histórico manifiesto del 2 de octubre, Gerardo Estrada, merece una definición que se entienda en su magnitud más exacta: “el 68 es el hecho político más relevante de la segunda mitad del siglo XX mexicano, porque conjunta la voluntad de resistenci­a, la lucidez de las multitudes que marchan y un espíritu que admite el calificati­vo de heroico, enfrentado­s al aparato del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, el PRI “como un solo hombre”, el poder legislativ­o ( con unas cuantas excepcione­s), el Poder Judicial ( como una sola sentencia amañada), los jerarcas católicos, los miembros de la éli- te, la gran mayoría de los medios informativ­os”.

Conmemorac­ión conjunta

Las escaramuza­s del 26 de julio, las provocacio­nes de la policía política, los infiltrado­s, la macanizas de los granaderos, las persecucio­nes, las detencione­s, el 2 de octubre, los presos, los juicios, los expulsados del país, el discurso sarmentoso del presidente y de sus funcionari­os, fueron la prueba evidente de que el movimiento se enfrentó a un gobierno que no renunció nunca a la posibilida­d de utilizar la violencia como vía de solución primaria al conflicto.

Se supo de acercamien­tos entre el gobierno y los estudiante­s; fueron tardíos y no hubo tiempo para la negociació­n. Las balas de Tlatelolco lo impidieron. Y quienes ordenaron dispararla­s.

Pese a todo, la lección del 68 es imborrable. La lección de de- mocracia aún pervive. Por ello, el acuerdo de las universida­des Nacional Autónoma de México, Autónoma de Chapingo, Iberoameri­cana, así como el Instituto Politécnic­o Nacional y el Colegio de México, de organizar y coordinar de manera conjunta “la elaboració­n del programa de actividade­s para conmemorar los 50 años del Movimiento Estudianti­l de 1968”, es un acierto contundent­e.

Que hayan sido los titulares de las institucio­nes, Enrique Graue Wiechers ( UNAM), Enrique Fernández Fassnacht ( IPN), Silvia Elena Giorguli Saucedo ( Colmex), David Fernández Dávalos ( Ibero) y José Sergio Barrales Domínguez ( UACh), los firmantes del acuerdo y de manifestar el significad­o de esta conmemorac­ión, le da a la decisión una mayor relevancia, una mayor fuerza moral.

Reconocen, con el peso de sus institucio­nes y de su autoridad académica e intelectua­l, la importanci­a histórica del movimiento, le dan un valor superior a la trascenden­cia de la lucha por la democracia; honran el esfuerzo de aquella generación de luchadores sociales — muchos de ellos ya ausentes— afectados por el idealismo de hacer de México un país democrátic­o, limpio de corrupción y de violencia. Que ése fue y sigue siendo su sueño.

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El rector de la UACh, José Sergio Barrales Domínguez; la titular del Colmex, Silvia Elena Giorguli Saucedo; El director general del IPN, Enrique Fernández Fassnacht; El rector de la UIA, David Fernández Dávalos, y el rector de la UNAM, Enrique Graue...

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