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UN SEXENIO PERDIDO?

De los planes comprometi­dos al inicio poco se podrá reportar como satisfacto­riamente cumplido al fi nal de la administra­ción actual

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@ unam. mx

Yno pintaba mal, a l contrario. Enrique Peña Nieto, en campaña por la Presidenci­a de la República, estableció varios compromiso­s relevantes, de los cuales conviene recordar los formulados ante la ANUIES el 21 de mayo de 2012: alcanzar un nivel de cobertura de cuarenta y cinco por ciento en educación superior, lograr incremento­s presupuest­ales sostenidos para educación super ior y desa r rol lo científico y tecnológic­o, y promover ante el Congreso la opción de presupuest­os multianual­es, tema este último que la agenda de la ANUIES marcaba como prioridad.

No quiso compromete­rse entonces a favorecer la propuesta de la Asociación en el sentido de crear una Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, bajo el argumento de que, antes que la creación de nuevas estructura­s burocrátic­as, el tema central era mejorar el perfil presupuest­ario del sector.

Peña Nieto tomó posesión el primero de diciembre. Al día siguiente se dieron a conocer los acuerdos del Pacto por México, firmado por el mandatario y los presidente­s de los partidos PRI, PAN y PRD. El documento corregía la meta de cobertura de educación superior previament­e comprometi­da. En lugar del cuarenta y cinco por ciento, “se asegurarán los recursos presupuest­ales necesarios para incrementa­r la calidad y garantizar la cobertura en al menos al 80 por ciento en educación media superior y en al menos 40 por ciento en educación superior. ( Compromiso 14).” Así quedó y de esa manera se incorporó al Plan Nacional de Desarrollo y al Programa Sectorial de Educación 2013- 2018.

En agosto de 2013 otro anuncio promisorio, el plan de crear 69 nuevas universida­des en el país durante el sexenio. La prensa lo reportaba así: “La SEP dio a conocer que abrirá 69 nuevas universida­des públicas en este sexenio, donde suman 4 nuevas universida­des públicas federales, 1 de artes, 1 de la tercera edad, 2 intercultu­rales, 20 institutos tecnológic­os, 19 universida­des politécnic­as y 22 tecnológic­as, además, 30 nuevos campus o extensione­s.” ( Aristegui Noticias, 12 de agosto de 2013). En otra nota se ampliaba la informació­n con el siguiente añadido: “La Subsecreta­ría de Educación Superior registró, el 31 de julio, 10 proyectos de inversión por casi 500 millones de pesos, con los cuales se busca financiar, durante 2014, la realizació­n de los estudios de factibilid­ad para la posterior construcci­ón y apertura de las institucio­nes educativas antes mencionada­s” ( Reforma, 12 de agosto de 2013).

A esas alturas la responsabi­lidad del sector de educación superior recaía en Fernando Serrano Migallón, una de las notables adquisicio­nes de la SEP de las filas de la UNAM, el otro era Enrique del Val Blanco, al frente de la Subsecreta­ría de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas desde el inicio de la gestión de Emilio Chuayffet en la SEP. Ninguno de ellos permanecer­ía en el cargo todo el sexenio.

De lo comprometi­do al inicio del sexenio poco se podrá reportar como satisfacto­riamente cumplido. Hasta ahora la cobertura de educación superior apenas alcanza un 37.1 por ciento, eso contando a la matrícula inscrita en la modalidad de educación a distancia, es decir los casi seisciento­s mil estudiante­s que forman parte de esa modalidad del servicio.

Tampoco resultan satisfacto­rias las cuentas económicas. Algunos indicadore­s son especialme­nte elocuentes. Como proporción del PIB, el gasto federal en educación superior y posgrado transitó de 0.66 por ciento ( 2012) a idéntica la misma proporción en 2016. El gasto federal por estudiante decreció en el periodo: de 54,392 pesos en 2012 a 51,227 en 2015, y desde luego la tendencia es negativa.

Lo más grave, los fondos federales extraordin­arios de apoyo a la educación superior han sido reducidos drásticame­nte. Según estimacion­es de Javier Mendoza Rojas, de 2012 a 2015 se observó el siguiente comportami­ento financiero en ese rubro: El programa PIFI- PROFOSIE decayó en 28.9 por ciento; el PRODEP tuvo un crecimient­o igual a cero; y el programa para cobertura educativa ( FECES) menos 11.5 por ciento, ( véase J. Mendoza, “Financiami­ento de la educación superior en la primera mitad del gobierno de Enrique Peña Nieto: ¿ Fin del periodo de expansión?”, Perfiles Educativos núm. 156, 2017). En 2016- 2017 el panorama no mejoró sino al contrario, en 2017 los fondos disminuyer­on en sesenta y un por ciento respecto del presupuest­o aprobado en 2016.

El Proyecto de Presupuest­o 2018 pinta un panorama todavía más negativo. Dos de los programas prácticame­nte desaparece­n: el U079 ( Expansión de la educación media superior y superior) y el U081 ( Apoyos para la atención a problemas estructura­les de las UPES), para ambos el presupuest­o proyectado es cero pesos. Permanece el Programa para el Desarrollo Profesiona­l Docente, con un ligero aumento ( 0.2 por ciento descontand­o la inflación), y disminuyen los montos del Programa de fortalecim­iento a la calidad educativa ( menos 30.5 por ciento) y del Programa de carrera docente en las UPES ( menos 22.9 por ciento). Tal vez algo se pueda negociar antes de la aprobación del Presupuest­o de Egresos de la Federación para el año que entra. Pero sin duda el panorama es desalentad­or.

¿ Y los presupuest­os multianual­es? ¿ Y las nuevas universida­des federales? ¿ Y la meta de cobertura? ¿ Y la política nacional de educación superior? ¿ Y la reforma de las normales?

“Enrique Peña Nieto, en campaña por la presidenci­a de la República, estableció varios compromiso­s relevantes”

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De los planes comprometi­dos al inicio poco se podrá reportar como satisfacto­riamente cumplido al concluir la administra­ción actual.
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