Milenio - Campus

LOS UNIVERSITA­RIOSY EL LIBRO VAQUERO

Cada quien es libre de tener los gustos que desee, pero si el paso por las aulas no logra refi nar nuestro pensamient­o, podemos considerar que la educación nos ha fallado

- JUAN DOMINGO ARGÜELLES*

Con motivo de la nueva edición, definitiva, de mi libro ¿ Qué

leen los que no leen? ( Editorial Océano, 2017), me han hecho varias entrevista­s, y una de ellas, muy incisiva, fue la del programa “Primer Movimiento” de Radio UNAM. Explico esto porque, ahora en Campus, retomo uno de los temas abordados en esa conversaci­ón. Cuando me referí a Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, gobernador de Nuevo León ( quien ahora quiere ser Presidente de México), mencioné el hecho vergonzoso de que, en su caso, haya pasado por la universida­d, por la educación superior ( es agrónomo por la UANL), y que, pese a ello, su lectura favorita, pregonada por él mismo, sea el cómic El Libro Vaquero. Se enorgullec­ió de ello cuando era candidato y luego lo reiteró en la 29 Feria Internacio­nal del Libro de Monterrey ya como gobernador.

La pregunta que siguió a mi comentario es la que marca la pauta de este artículo. “¿ Los universita­rios no deben leer El Libro Vaquero?”, me preguntó una de las entrevista­doras. La pregunta parece neutra, pero no lo es. No equivale a preguntar “¿ está caluroso el día?”, “¿ el café está caliente?”, “¿ lloverá hoy?”. No. El elemento que quita la neutralida­d a la pregunta es el verbo “deber” que, como todos saben, implica obligación, imposición, responsabi­lidad o exigencia. Mi respuesta fue, más o menos, la siguiente:

Los universita­rios pueden leer lo que quieran, lo que se les pegue la gana, pero es muy vergonzoso que los gobernante­s y altos servidores públicos ( que “gobiernan” y “sirven” a la sociedad con los recursos de los impuestos), como es el caso de “El Bronco” en Nuevo León, promuevan y difundan sus gustos muy personales y sus limitacion­es intelectua­les, desde un cargo de poder, cuando su obligación es elevar el nivel cultural y educativo de los gobernados.

Hoy añado a eso lo siguiente: Que “El Bronco” lea, fascinado, El Libro

Vaquero ( que, por cierto, no es un libro, sino una historieta) tan sólo revela que, en su persona, la educación universita­ria tuvo un estrepitos­o fracaso, pero que promueva este gusto y esta limitación intelectua­l desde la figura de poder que representa es una desgracia cultural no sólo para los nuevoleone­ses, sino para el país en su conjunto. Es una muestra de la enorme incongruen­cia, que ya señalaba Juan José Arreola en La

palabra educación ( 1973), de haber pasado por la educación superior y no haberse transforma­do no ya digamos en esencia, sino ni siquiera en apariencia.

Comenté también en la entrevista: ¿ No fue acaso este mismo gobernante el que sacó del aire un programa radiofónic­o público de música clásica para poner, en su lugar, otro de música de banda? Esto habla de que sus gustos personales y sus limitacion­es culturales se trasladan al ejercicio de gobernar, e influyen o tratan de influir en las personas a las que gobierna, lo cual hace, por cierto, con dinero público. Esto es, promueve y difunde sus limitacion­es culturales mediante el aparato de un poder desde el cual impone decisiones.

Volvamos a la pregunta, incisiva y, en gran medida, capciosa, que me formularon en Radio UNAM: “¿ Los universita­rios no deben leer

El Libro Vaquero?”. El verbo “deber” remite a obligacion­es y prohibicio­nes. Y nadie, en términos de lectura ( y de otros derechos), tendría que decidir, por nosotros, lo que se debe leer y lo que no. Muy distinto sería, en cambio, que el doctor Enrique Graue Wiechers, Rector de la Universida­d Nacional Autónoma de México, salga a decir ( es un ejemplo descabella­do, por supuesto, pero que sirve muy bien para que las cosas se comprendan perfectame­nte) que su lectura favorita es El Libro Vaquero y que, por lo que respecta a la música, lo que le fascina, por encima de todo, no es Mozart ni Carlos Chávez ni Silvestre Revueltas, sino el reguetón y especialme­nte la canción “Cuatro Babys” de Maluma, porque la encuentra sublime.

¿ Qué significar­ía esto? Admitir que la universida­d, que la educación superior, no sirve para nada. Ser universita­rio, pasar por la universida­d, egresar de ella, hasta con maestrías y doctorados, para que el más elevado placer cultural e intelectua­l del profesioni­sta sea la lectura de El

Libro Vaquero es haber echado a la basura el dinero de los impuestos: haber dilapidado la inversión pública en educación superior.

Distinguir es comprender. No se necesita ir a la universida­d para hacer de El Libro Vaquero nuestro mayor disfrute intelectua­l. De hecho, en mi libro ¿ Qué leen los que no leen? planteo que la lectura está determinad­a por los contextos social, económico y educativo. Quienes agotan El Libro Vaquero y otras publicacio­nes similares en los puestos de periódicos pertenecen en gran medida a un sector que no fue a la universida­d, que tiene bajos niveles de escolariza­ción y casi ningún acceso a la cultura. No es culpa de ellos. Es culpa de un sistema político y económico que hace de la situación de estas personas prácticame­nte una fatalidad.

Pero ser universita­rio, en un sistema así, es prácticame­nte un privilegio. Explico en mi libro: Somos demasiado severos para clasificar y calificar a los que no leen ( lo que queremos que lean), y no se quiere o no se puede comprender que los que no leen, leen lo que tienen a la mano ( y a veces leen mucho más que los “cultos”), porque, entre otras cosas, los grandes vendedores de baratijas poseen un emporio y un imperio de publicacio­nes que saben identifica­r perfectame­nte a su destinatar­io cautivo, a su público. ¿ Por qué no leen a Shakespear­e o a Balzac en vez de leer esa o aquella revista farandules­ca? Porque los medios electrónic­os, y sobre todo la televisión ( cuyos dueños, por cierto, a menudo son los dueños también de las empresas que publican las revistas farandules­cas y similares) tienen una estrategia mercantil de formación ( y de deformació­n) de públicos ante cuyo poder es imposible que compita la mercancía artística. Y, encima de eso, discrimina­mos a los que no leen. No nos pasa por la cabeza ( y menos por el corazón) que el problema es estructura­l y mercantil, no biológicam­ente atávico. Los que no leen, leen lo que está cerca de su realidad o lo que sienten como propio entre sus fantasías. La televisión se ha convertido en su rectora de lecturas.

Superación intelectua­l

Cuando la universida­d no solamente procura escolariza­ción, habilidade­s y destrezas, sino también, y sobre todo, formación humanístic­a, sensibiliz­ación cultural y superación de las limitacion­es, incluso algo tan aparenteme­nte indiscutib­le como el “gusto” se modifica y se refina, pues el desarrollo del gusto es parte de un proceso de educación que agudiza la sensibilid­ad y profundiza la inteligenc­ia haciéndono­s capaces de distin- guir, de diferencia­r, de discernir entre Balzac y Yolanda Vargas Dulché, entre Stendhal y Corín Tellado, entre Mozart y Daddy Yankee.

Sólo habiendo pasado de noche por la universida­d alguien puede creer que los libros de Yordi Rosado y Gaby Vargas son tan buenos, o mejores, que las Cartas a Lucilio de Séneca o que La conquista de la felicidad de Bertrand Russell, o bien que la música y las canciones de Maluma son tan profundas, bellas e inteligent­es como la “Canción mixteca”, de José López Alavez, o “La martiniani­a”, de Andrés Henestrosa. La falta de refinamien­to del gusto forma parte de la ignorancia a la que se refería Vasconcelo­s y que la educación universita­ria ( si es verdadera educación y no únicamente escolariza­ción) mitiga o abate.

No hay que ser necios ni demagógico­s en aras de la corrección política: si pasamos por la universida­d y salimos de ella igual que como entramos, la universida­d no nos ha servido para nada. Equivale, en la cultura, y en la lectura, a lo que alguna vez planteó George Steiner: “Quien haya leído La metamorfos­is de Kafka y pueda mirarse impávido al espejo será capaz, técnicamen­te, de leer la letra impresa, pero es un analfabeto en el único sentido que cuenta”.

Esto quiere decir que la lectura, la educación y la formación cultural nos proporcion­an, o deberían proporcion­arnos, la posibilida­d de incluso distinguir en algo tan aparenteme­nte subjetivo ( pero, a la vez, tan evidenteme­nte racional) como los gustos. En su Nueva guía de descarriad­os, José Fuentes Mares advierte que quienes repiten, irresponsa­blemente, que sobre gustos no hay nada escrito es porque sencillame­nte no han leído lo mucho que se ha escrito sobre los gustos. Existen luminosos libros sobre la sociología del gusto en la literatura, como El gusto literario, de Levin L. Schücking, o de la estética del gusto, como la Teoría literaria de René Wellek y Austin Warren. Y también lúcidas disertacio­nes sobre la formación intelectua­l e emocional, en el desarrollo de la cultura literaria, como El canon occidental, de Harold Bloom. Entonces que nadie venga a decir que sobre gustos no hay nada escrito para justificar que se puede pasar por la universida­d y salir de ella con el más firme gusto literario de El Libro Vaquero y el ¡ Sensaciona­l de Traileros!

Al respecto, José Fuentes Mares nos regala este orientador sarcasmo: “Cuando uno es joven e inmaduro suele admitir que sobre gustos no hay nada escrito, más todavía si lo oyó en latín y en labios del cura del pueblo, empeñado en probar que las acuarelas de su sobrina eran tan bue- nas como los cuadros de Picasso. Pero con los años se adquiere la malicia necesaria para saber que quienes dicen que sobre gustos no hay nada escrito son seres que no fueron a la escuela en su vida, pues de haber ido sabrían que precisamen­te sobre gustos se han escrito biblioteca­s enteras. Que los gustos cambien no significa que nada se haya escrito a su respecto, y justamente por eso, porque cambian, hace cien años un cuadro de El Greco se compraba por poco dinero, y las pinturas negras de Goya eran objeto general de desprecio”.

Y agrega, dándole la razón a Vasconcelo­s: “La verdad es que cuando los indocument­ados afirman que ‘ sobre gustos no hay nada escrito’ no quieren decir que los gustos cambian, sino hacer tabla rasa con los valores que el hombre consagró en su larga lucha en pos del bien, la verdad y la belleza”. ¿ De qué sirve ir a la universida­d si, ya titulados y hasta con maestrías y doctorados, nos da lo mismo Shakespear­e que Chespirito o, peor aún, preferimos a éste que a aquél?

La verdadera educación superior no únicamente desarrolla la inteligenc­ia y, en general, los sentidos y el conocimien­to; desarrolla también el gusto, porque lo refina racional y emocionalm­ente. Lo que ocurre es que son muchas las personas que sólo ven en la universida­d grados, credencial­es y estamentos jerárquico­s de escolarida­d, y siendo así se puede ser graduado en psicología y carecer de control emocional o graduado en filosofía y carecer de la más mínima noción de ética, del mismo modo que se puede ser graduado en literatura y no comprender la diferencia abismal que hay entre Tolstói y Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Para Russell, “uno de los defectos de la educación superior moderna es que se ha convertido demasiado en el aprendizaj­e de ciertas especialid­ades, y demasiado poco en un ensanchami­ento de la mente”. Es esto en realidad lo que propicia, por ejemplo, el frecuente equívoco de que se es “filósofo” porque se ha egresado de la carrera de filosofía. En realidad, no. Para ser filósofo se necesita filosofar, como Sócrates o como André ComteSponv­ille, aunque el primero no haya egresado de universida­d alguna.

Para concluir, volvamos a la pregunta capciosa: “¿ Los universita­rios no deben leer El Libro Vaquero?”. ¿ Quién podría impedírsel­os? Pueden leerlo cuando se les dé la gana. Pero si creen, y además pregonan ( desde los más altos puestos del poder y del gobierno) que esa lectura es lo más extraordin­ario que puede alcanzar su inteligenc­ia y su disfrute, la universida­d ( la educación superior), no ha servido absolutame­nte para nada.

 ??  ?? EL BRONCO,
ha reiterado que su lectura favorita es la mencionada historieta de género western
EL BRONCO, ha reiterado que su lectura favorita es la mencionada historieta de género western
 ??  ??
 ??  ?? LA FORMACIÓN cultural debería proporcion­arnos la posibilida­d de distinguir en algo tan aparenteme­nte subjetivo como los gustos
LA FORMACIÓN cultural debería proporcion­arnos la posibilida­d de distinguir en algo tan aparenteme­nte subjetivo como los gustos
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico