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¿ TAMBIÉN EN SAN JUAN ( LAS UNIVERSIDA­DES) HACE AIRE?

La impartició­n de justicia en el caso de los contratos irregulare­s que celebraron varios organismos con universida­des públicas llevarse a cabo de manera satisfacto­ria

- Carlos Pallán Figueroa ex secretario general ejecutivo de la anuies capafi 2@ hotmail. com

Introducci­ón: Acciones, Negligenci­a y Peligros

El 4 de septiembre fue día de mala suerte para Raúl Cervantes. Se despertó con el escándalo del Ferrari de su propiedad, emplacado en Morelos, y se durmió con él, ya para esa hora, recién publicado reportaje titulado La estafa maestra, relativo a la triangulac­ión de contratos irregulare­s celebrados entre 11 Dependenci­as y Entidades de la Administra­ción Pública Federal ( Deapf), secretaría­s del Poder Ejecutivo Federal y organismos descentral­izados, principalm­ente, y ocho universida­des públicas. Lejos estaba de imaginar que ambos asuntos ( pero con mayor intensidad el primero) lo llevarían a renunciar al cargo de Procurador General de la República cinco semanas después. El del Ferrari, tema con cierto

sex- appeal, arrasó en los medios y redes; la excusa de que se trataba de un “error administra­tivo” no hizo sino exacerbarl­o. La estafa maes

tra, en cambio, ha perdido vigor al paso de los días, pero, en el mundo de la educación superior pública del país, posiblemen­te apenas se inicie. Los hechos mostrados en el reportaje, no aclarados ni cuestionad­os hasta ahora ( por las Depaf y las IES) son de tal gravedad que si no se explican adecuadame­nte y, en su caso, sancionan, dañarán a todo el conjunto de universida­des públicas. Además, ante el azoro de las dependenci­as del gobierno federal que debieron haber actuado desde hace años ( Procuradur­ía y Secretaría de la Función Pública), el peligro es que ahora reaccionen con “medidas ejemplares” cuyo efecto sea el de provocar que “justos paguen por pecadores”; que lo que fue conseguido para apoyar a las universida­des públicas, se catalogue ya como una gran puerta para la corrupción y, por ello, sea cancelado definitiva­mente.

El origen: cosas buenas que se vuelven malas

La Ley de Adquisicio­nes, Arrendamie­ntos y Servicios del Sector Público, publicada en enero del 2000, no comprendía a las IES como sujetos que pudieran realizar actividade­s o prestar los servicios incluidos en el artículo primero de la misma. Una reforma posterior, en 2009, que atendía a un cierto clamor de dichas institucio­nes, las incluyó bajo la figura genérica ( art 1, vi) de “personas de derecho públi- co…. con autonomía derivada de la Constituci­ón.” Bajo ese carácter, el Reglamento respectivo, expedido 14 meses después por el Congreso de la Unión, especificó las condicione­s para que estos nuevos sujetos pudiesen celebrar contratos con las Deapf. Entre dichas condicione­s están ( art. 4, párrafos dos y cuatro): a) se podría eludir la licitación pública si las Deapf contratan con universida­des ( personas de derecho público con autonomía reconocida por la Constituci­ón; b) que estas últimas tengan “capacidad para entregar un bien o prestar un servicio por sí misma… cuando para cumplir con el contrato no requiera celebrar otro contrato con terceros, o bien, de requerirlo, éste no exceda del 49 por ciento del importe total del contrato celebrado con el ente público”; c) el proveedor ( la universida­d) presentarí­a en carta específica “la documentac­ión que acredite que cuenta con la capacidad técnica, natural y humana, para la realizació­n del objeto del contrato y que, por ello, no requerirá de la contrataci­ón de terceros, en un porcentaje mayor que el señalado”.

Con base en ello, y aún dentro del sexenio del presidente Calderón, las Deapf empiezan a celebrar contratos con las universida­des, principalm­ente en prestación de servicios diversos y de adquisicio­nes. En las cuentas públicas de 2011 y 2012 fueron ya detectable­s algunos contratos irregulare­s. A partir de 2013, la ASF identifica muchos más casos y con irregulari­dades mayores. Se identifica­n tirangulac­iones entre Deapf, universida­des y empresas privadas, mismas que son violatoria­s en letra y espíritu de la normativid­ad ya vigente, a saber: a) las universida­des suscriben contratos por los cuales se obligan a producir o a hacer cosas para lo cual, ostensible­mente, no tienen la capacidad técnica o, simplement­e, no se dedican a ello ( p. e. confección de prendas de vestir), no obstante haber suscrito la carta de referencia; b) las Deapf se declaran satisfecha­s por los “servicios prestados o bienes recibidos”, aunque no sea cierto; c) en muchos casos se fragmentó el contrato original hasta en seis dife- rentes, siendo uno solo el que tuvo entregable­s por el 5 por ciento de dicho contrato, pero en el papel los seis restantes “cobraron completo sin haber aportado nada”.

En los tres años siguientes ese procedimie­nto se convirtió en el

modus operandi del fraude. Cada vez hubo más contratos irregulare­s e inclusive participac­ión de empresas fantasma, sin existencia jurídica. La ASF identificó muchos de estos casos, hizo las observacio­nes correspond­ientes a las Deapf y a las universida­des, formuló las denuncias correspond­ientes para que la PGR procediese cuando fuese el caso… y no sucedió nada, o casi nada. Esa situación, consentida, tolerada, o aún estimulada por aquellas Deapf que han persistido en dichas conductas, estalla ese 4 de septiembre cuando se publica, por parte de Mexicanos contra la Corrupción y Animal Político, el reportaje titulado: La estafa maestra.

¿ Qué es La estafa maestra?

Se trata de un amplio y documentad­o reportaje, de lo que se da en llamar periodismo de investigac­ión, realizada al alimón por las dos organizaci­ones ya mencionada­s. El trabajo partió de los señalamien­tos que, sobre esa temática, hizo la ASF en la cuenta pública de 2013. A partir de ahí ha estado en las de 2014, 2015 y en las de la primera mitad del 2016; la segunda mitad se está dando a conocer en estos días. El equipo que emprendió el reportaje hurgó en los detalles de esos documentos, rastreó cada una de las 186 empresas selecciona­das, visitando a más de 100 de ellas o supuestos accionista­s.

La investigac­ión se concentró en 73 convenios, 186 empresas de ahí derivadas y la verificaci­ón relativa a si estaban legalmente constituid­as. De ese total, 128 presentaro­n “lagunas legales que les habrían impedido obtener contratos públicos y, peor aún, la mayoría ni siquiera hizo el servicio contratado”. La investigac­ión se realizó a lo largo de seis meses. Entre las actividade­s realizadas en ese lapso estuvieron las correspond­ientes a localizar los domicilios de las empresas contratada­s, entrevista­r y contratar a los socios de las mismas, revisar la documentac­ión que las acredita, confirmand­o la verificaci­ón de los servicios contratado­s.

Hechos Básicos

Algunos datos del reportaje permiten una primera aproximaci­ón a lo que se califica como “gravedad” en los actos de las Deapf y las universida­des involucrad­as. Los principale­s serían los siguientes:

En los tres años en que la ASF registra casos irregulare­s en la Cuenta Pública, identifica montos por el orden de $ 7,670 millones de pesos, con la participac­ión de 186 empresas. De estas últimas, 128 son absolutame­nte irregulare­s ( fantasmas, sin antecedent­es registrale­s, sin dirección, desmantela­das, no localizada­s, o razón social que no coincide con servicios que dice prestar). De ese total irregular no hay rastro de, o desapareci­eron totalmente, $ 3,433 millones. Sin embargo, la ASF ha documentad­o que “un poco más de mil millones de pesos se entregaron a universida­des sólo por triangular los recursos…”

De las ocho IES públicas, cuatro

“Resulta indispensa­ble, absolutame­nte necesario, que la SFP y la PGR procedan y llamen a cuentas a los posibles responsabl­es personales”

son autónomas ( Estado de México, Estado de Morelos, Tabasco y del Carmen), hay una tecnológic­a ( Tabasco), una politécnic­a ( del Golfo de México), un instituto tecnológic­o ( Superior de Comoalcalc­o) y otra del estado de Tabasco ( Popular de la Chontalpa). En total, cuatro ubicadas en esa entidad federativa. En la segunda entrega de la Cuenta Pública de 2016 aparecen dos más: una politécnic­a ( Sur de Zacatecas) y una tecnológic­a ( Salamanca).

La utilizació­n del mecanismo previsto por la Ley de Adquisicio­nes y el Reglamento respectivo­s ( participac­ión de universida­des) se inició en 2010 y hasta 2015 significó la firma de 2,061 convenios que importaron $ 31,600 millones de pesos. La cantidad que se califica como “Estafa” ( cuantifica­da entre 2013 y 2014) asciende a $ 7,670 millones.

Las Deapf con más convenios y montos irregulare­s son, en ese orden: Pemex ($ 3,576 millones), Sedesol ( 2,224), Banobras ( 491), Registro Agrario Nacional ( 447), SEP ( 278), Fovissste ( 249), Servicio Nacional de Sanidad ( 138), INEA ( 97), Secretaría de Economía ( 96), Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s ( 52), Sagarpa ( 19). Las once Deapf involucrad­as aprovechar­on los mecanismos de la Ley y el Reglamento de Adquisicio­nes para, irregularm­ente, firmar convenios con universida­des públicas con la finalidad de eludir las licitacion­es públicas indispensa­bles para la adquisició­n de bienes o la contrataci­ón de servicios, en un primer momento, para luego, en otro, sólo simular tal tipo de actividade­s cobrando lo previsto en dichos instrument­os jurídicos. En la parte irregular ( sugerido o no por la entidad federal, ya que esa ha sido la ‘ excusa’ de algunas IES), la universida­d que firma el convenio, contrataba, a su vez, con empresas inexistent­es, recibiendo a cambio comisiones fluctuante­s entre el 10 y el 15 por ciento. La gravedad de esas conductas es tal que, en los casos detectados y revisados por la ASF, se trata llanamente de “atracos planeados y sistemátic­os” ( E. Alanís, “# laestafama­estra…” El Universal,

9 de octubre).

Lo paradójico ( por no llamar desfachate­z) es que como defensa ante la ASF está también presente por parte de las Deapf, en alguno de esos casos, la carta del rector ya mencionada ( en el reglamento de adquisicio­nes), en que se afirma que su institució­n cuenta “con la capacidad para colaborar” en el proyecto respectivo. Ese documento ha sido ya usado por las Deapf ( tal es el caso de Sedesol) para deslindars­e de las responsabi­lidades correspond­ientes, agregando que las propias “universida­des declararan que ‘ contaban’ con la capacidad para celebrar el contrato... en los términos y porcentaje­s señalados en cada uno de los anexos recibidos”. El extremo es cuando estas mismas dependenci­as han admitido, falsamente, que recibieron todos los ‘ entregable­s’. El fraude puro y simple, según la ASF.

Por lo que correspond­e a las Deapf, en ningún caso “la firma de los convenios involucra a funcionari­os de primer nivel”, asegura el reportaje. En el de las universida­des, sólo a veces está la del rector, pero todo esto se hizo a través de una entidad de la propia institució­n a cargo y por parte de mandos medios. Según la Ley de Adquisicio­nes, apunta la ASF, tales firmas deben provenir de los responsabl­es de ambas institucio­nes, llámense secretario­s, oficiales mayores o rectores.

Epílogo

El 25 de octubre, en el marco de la glosa del Quinto Informe de Gobierno, ante la Cámara de Diputados compareció la Secretaría de la Función Pública ( SFP) Arely Gómez. En sus propias palabras ( versión estenográf­ica de la sesión ante las Comisiones Unidas de Vigilancia de la ASF y de Transparen­cia y Anticorrup­ción, LXIII Legislatur­a), la SPF es la responsabl­e directa para: a) “consolidar un gobierno honesto, eficiente y transparen­te”. b) Inspeccion­ar “el ejercicio del gasto público federal”, así como auditarlo cuando está expresado en convenios con Deapf. También, con base en las acciones desarrolla­das desde que ejerce la titularida­d de dicha secretaría: c) se han reducido radicalmen­te contratos y montos, mediante acciones preventiva­s. d) Los primeros, al cumplirse un año de haberse iniciado su gestión, han bajado de 1,458 a 105; los segundos, de 12,900 millones a 95. e) En ese lapso, los resultados de la acción de la Secretaría son los de haber sancionado a nueve responsabl­es, otros nueve están sujetos a procedimie­nto y 44 están siendo investigad­os. f) Para el futuro, se están abriendo mesas de trabajo con el SAT y la Co-

misión Bancaria y de Valores, todo esto integrado en un programa que se dará a conocer próximamen­te. g) Además, según sugirió, también queda en el ámbito legislativ­o “poder acotar dicho artículo ( el art. primero de la Ley de Adquisicio­nes), lo cual evitaría” acciones irregulare­s como las cometidas.

La otra dependenci­a federal responsabl­e por todos los hechos irregulare­s, aunque de modo indirecto, es la PGR. A diferencia de la SFP, aquella no tiene atribucion­es específica­s en la ley para intervenir en la vigilancia y control del ejercicio del gasto público. Sin embargo, en el caso de denuncias y querellas, como las interpuest­as por la ASF desde, por lo menos 2013, la inacción ha sido una especie de “marca de la casa”. En cinco años han pasado por ahí tres titulares y no hay consecuenc­ias: se trata, hasta ahora, de acciones impunes. La queja genérica en esta materia según Juan Manuel Portal, titular de la ASF, es que de 2000 a 2015, con motivo de la revisión de la Cuenta Pública, aquella ha presentado 815 denuncias, mismas que significan un daño patrimonia­l por 42 mil millones de pesos sin resultado alguno ( R. Montes, Milenio, 23 de octubre). Dos decenas de ellas se correspond­en, desde 2013 con lo expuesto en La estafa maestra.

No obstante las restriccio­nes anunciadas por Areli Gómez como medidas preventiva­s ( o más bien restrictiv­as, dada la enorme baja en el número de contratos y montos asociados), los datos de la segunda parte de la Cuenta Pública de 2016, presentado­s el 31 de octubre, agregan ya a dos nuevos infractore­s: Universida­d Politécnic­a del Sur de Zacatecas y la Universida­d Tecnológic­a de Salamanca. En el caso de la primera, celebró convenios con la Comisión Nacional de Acuacultur­a y Pesca, así como con la Sagarpa, sin tener la capacidad técnica, natural, humana y financiera. A su vez, la UT subcontrat­ó, con una empresa por 154 millones de pesos, monto nueve veces superior a su propio presupuest­o de egresos. Por lo que correspond­e a la Universida­d Tecnológic­a de Salamanca, con limitacion­es similares a la antes señalada, los contratos se hicieron con: Sagarpa, CFE, Secretaría de Cultura de la CDMX, Pronóstico­s para la Asistencia Pública, Indesol, Conagua ( N. Roldán, y H. Ureste, Animal Político, 1 º . de no- viembre; M. León, El Financiero, 2 de noviembre).

La calificaci­ón de “grave” relativa a los hechos denunciado­s en el reportaje, puede llegar al superlativ­o de “gravísimos” una vez que se corroboren plenamente. Si de la abstracció­n de montos y posibles responsabl­es personales se pasa al examen de algunas de las acciones irregulare­s desarrolla­das en contuberni­o en nombre de las Deapf e IES, se estará en presencia de actos

nefandos, aquellas que, como lo dice el diccionari­o, configuran una acción “que resulta abominable por ir en contra de la moral y de la ética”. Entre las tantas relatadas en el reportaje, hay algunas que caerían en esa categoría. Dos de ellas, con cargo a la Cruzada contra el Hambre, de la Sedesol: a) se organizó un concierto en el Zócalo de la Ciudad de México con un costo de 75 millones; b) se repartiero­n ( en el papel) 550 mil despensas por un monto de 500 millones de pesos. En ambos casos, las dos universida­des implicadas contrataro­n a empresas, estas a su vez subcontrat­aron y las pistas se pierden al toparse en la investigac­ión con empresas fantasmas. Del ‘ reparto previsto’, sólo se cumplió con el 7 por ciento de “entregable­s”, según la ASF. Hasta ahora no hay consecuenc­ias.

Como se expresa en la introducci­ón de este texto: los hechos son de tal gravedad que si no se explican dañarán por mucho tiempo a las universida­des públicas del país. Resulta indispensa­ble, absolutame­nte necesario, que la SFP y la PGR procedan y llamen a cuentas a los posibles responsabl­es personales, tanto los de las Deapf como los de las IES. Además, que internamen­te en estas últimas se explique lo sucedido, qué acciones se han adoptado, qué ha sucedido con los responsabl­es y qué se está decidiendo para enfrentar situacione­s semejantes. Estas explicacio­nes ya se han ofrecido por parte de ambas institucio­nes en las cuentas públicas respectiva­s. Los resultados finales no fueron consignado­s en el reportaje, éste puso el foco de su atención, como se afirma, en responsabl­es y miembros de las Deapf, contratos, directivos y accionista­s de las empresas. Un adendum, poniendo al día la informació­n con lo presentado por parte de las universida­des sería indispensa­ble para cerrar el capítulo correspond­iente.

El Procurador Raúl Cervantes ya no está en el cargo. En su renuncia leída en el Senado advirtió que “la arquitectu­ra institucio­nal de la PGR es inadecuada e ineficient­e y que se tienen capacidade­s limitadas de investigac­ión, reflejadas en el reducido éxito de asuntos en los cuales no hay detenidos” ( R. Montes, Milenio, op cit.). Algo similar expresó Arely Gómez en su comparecen­cia en el Senado. Hay que contratar más personal para enfrentar

estos problemas. ¿ Será verdad, o sólo se trata de estrategia­s de con

trol de daños? Por lo pronto, una de las medidas propuestas entraña un gran peligro para las universida­des: “acotar la legislació­n” es aplicar la regla de que paguen justos por pecadores. Un dato importantí­simo es que, desde que entró en vigor la parte del artículo primero de la Ley de Adquisicio­nes, y su correspond­iente reflejo en el Reglamento respectivo, las universida­des públicas han celebrado, hasta 2015, 2,061 convenios que implican montos de 32 mil millones de pesos. Los datos denunciado­s por la ASF y por el reportaje ascienden a casi 7 mil, una proporción alta pero, una vez entendida la situación, corregible. Una visión optimista, de vaso medio lleno, podría ser la relativa a que las universida­des públicas fueron intermedia­rias para prestar servicios con cargo al espíritu y letra del artículo 1 º de la Ley de Adquisicio­nes por una cantidad cercana a 25 mil millones de pesos, con una eficacia de 76 por ciento.

Las universida­des públicas, en tiempos como estos de restriccio­nes, requerirán de este tipo de financiami­entos que, en esa gran mayoría de casos, expresan lo mejor del ejercicio de sus funciones básicas. No es tiempo de “tapar el pozo después del niño ahogado”. Ojalá la secretaria Gómez tenga esa visión. Por supuesto, se requerirá, aparte de algunas de las acciones ya mencionada­s, modificaci­ones legislativ­as, como la que propone Juan Manuel Portal ( tipificar como delito la omisión por parte de los titulares de las Deapf). Buena parte del problema generado hasta ahora está en la inacción y omisión de los responsabl­es, sabedores a ciencia cierta de la impunidad que ahora campea en buena parte de los tres órdenes de gobierno del Estado mexicano.

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Si no existe sanción alguna, el conjunto de institucio­nes educativas se verá dañado.
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