Homenaje a Rafael Segovia
viches sinaloenses, me pregunté quién diablos habría sido Tennyson y bajé a la biblioteca a investigar. Saqué un par de libros suyos que leí con la emoción de quien está descubriendo un mundo nuevo. En alguna otra visita que le hice, Segovia se quejaba de que su calle se llamara Tennyson, pues Polanco no arreglaba cronólogicamente las calles con nombre de escritores como se hacía en Paris. Las calles ponían un escritor medieval junto a uno decimonónico y después uno renacentista. Así no era posible orientarse, decía Segovia. Ahí empezaron las lecciones del ethos segoviano. La educación no era un proceso exclusivamente de transmisión de conocimientos. Era, sobre todo, formación del carácter y la personalidad. Con todos sus merecimientos y honores, la tarjeta de Segovia no tenía ni siquiera sus títulos académicos. La soberbia de los títulos no casaba con un fiel lector republicano de Montaigne, como supe después que él era.
La generosidad y el desprendimiento para compartir sus conocimientos y libros eran infinitos. Segovia nunca se negaba a dar consejo académico, intelectual o personal. Lo sé porque una vez que tuve su teléfono lo llamaba varias veces al mes. Me gasté muchísimas tarjetas de teléfono público, en aquellas largas llamadas. “Profesor, por favor recomiéndeme un libro de equis tema”, “Profesor, ¿ Qué opina de lo que está pasando en ( inserte aquí México, España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra o el lugar que se adapte a la coyuntura política del momento)?”. Una vez formulada mi pregunta, yo solamente escuchaba, pasmado ante tanto conocimiento e inteligencia. Era muy divertido leerle la bibliografía que solicitaban para sus cursos al principio del semestre otros profesores del Colegio y oír cómo la despedazaba. Los había leído a todos y por eso los descalificaba. “Esos autores son mediocres” o “no son suficientemente profundos, mejor lea éstos otros.” Lo hostigaba varios minutos con tantas preguntas que llegaba el momento en que, cansado pero educado, me decía “¿ por qué no pasa a verme a mi cubículo tal fecha a tal hora para seguir conversando?” Muy ilusionado con lo que aprendía, nunca falté a la cita.
Rafael Segovia, profesor emérito del Colegio de México, fue pionero en estudiar las relaciones internacionales y fundador de la licenciatura en administración pública. Formado en Francia junto a figuras como Raymond Aron, Maurice Duverger, Michelle Vovelle o Marc Ferro, y autor de un libro fundamental La politización del niño mexicano. Cosío Villegas lo menciona en sus memorias como una de las grandes promesas intelectuales del México moderno.
Entre sus discípulos del Colegio de México, Segovia formó a gobernado-