Rafael Segovia y la politización de la sociedad mexicana
Uno de los grandes pensadores políticos del México contemporáneo y un genial conversador, el profesor emérito habla Campus sin restricción alguna
DDurante varias horas en distintos momentos conversé con el politólogo e intelectual Rafael Segovia Canosa. Los encuentros ocurrieron entre los meses de septiembre y octubre pasados, y el segundo de ellos se dio días después del temblor del día 19 que impactó principalmente a Ciudad de México.
Una primera entrevista para Campus con el Investigador Emérito de El Colegio de México, la llevé a cabo hace casi doce años, o sea que no cumplía entonces 77 años. Actualmente tiene 89 años.
Pensando en aquella primera experiencia, hoy me resulta difícil decir que sus puntos de vista sobre la política o los políticos han cambiado. Es el mismo Segovia, con su talento centelleante, su simpatía natural, su humanismo progresista y, como un manto imperceptible, no deja de cargar con devoción el timbre inseparable del exilio.
Esta vez noté, en su lucidez, que su principal preocupación era la dificultad para completar las frases que quería decir. Por momentos llegué a pensar que era una imprudencia de mi parte insistir en la entrevista, pero una vez que iniciábamos la plática, me alentaba que Segovia disfrutara hablar de la política, le gustaba recordar, e incluso lo mismo suspiraba que sonreía al hablar de momentos y personajes que tuvieron que ver con su vida.
No obstante, pese a ese hablar vacilante, el profesor logra conformar una serie de relatos sobre historia política, episodios dispersos, lejanos en el tiempo, especulaciones sobre el presente, eso sí, respetando el futuro, sin atreverse a prescribirlo, pero sí con el ansia de vivirlo.
Lo visité en el magno edificio de El Colegio de México, en el Centro de Estudios Internacionales del que fue director y uno de sus pilares intelectuales. Nos reunimos en su pequeño cubículo al que acude tres veces a la semana, abierto a quien quiera visitarlo. A su espalda, en la pared, una foto con todos los miembros del Centro. Es una imagen histórica, cuando lo nombraron profesor Emérito de El Colegio. Al frente, un librero alto y en la balda superior de éste, la ringlera de libretas engargoladas con sus textos manuscritos.
Por momentos me hace imaginar a Isaiah Berlin, al viejo profesor de Oxford en su cubículo, casi en el retiro, silente, el rostro cansado pero ufano, con la huella de la sagacidad en sus ojos; negado ya a usar el bolígrafo, pero ejerciendo su irrenunciable aptitud oral por hacer de la historia política la materia principal de sus reflexiones; Segovia, como siempre, colocando en el centro de todo a los actores de la vida pública, al político, al empresario, al líder obrero, al cura, a todos aquellos a los que les asigna la responsabilidad y la capacidad de cambiar el presente.
Forzosamente, la entrevista tiene que ser una historia de pensamiento y práctica política.
Nostálgico de sus años en Francia, de sus maestros franceses en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y de los mexicanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, siempre con el recuerdo de su esposa Paule y de sus hijos cercanos a él, el profesor Emérito, originario de Madrid, habla de política y de políticos, y como estudioso irredento y apasionado de la realidad del país, vuelve por momentos a las andadas de su vida tertuliana: más que los festejos del movimiento de los 50 años del movimiento de 1968 que acaba de acordar El Colegio con otras instituciones, le interesa el desenlace de la sucesión presidencial de 2018, “en el que se juega el porvenir inmediato del México”.
Contra lo que se puede pensar, el movimiento de 1968, o mejor dicho, los festejos de 68, lo tienen sin cuidado. “¿ Que piensa que fue el 68?”, le pregunto y me llevo una sorpresa: “No pienso nada de él. Se lo digo en serio: no es una fecha que yo retenga, que haya que pensar en el 68 porque es una fecha que determinó cierto tipo de conducta, no, no pienso en ello así. No, para nada. Creo
que lo que importante que viene ahora en 2018 es la postulación que va a hacer el PRI de su candidato a la presidencia de la República y si va a ser triunfador o no”.
Es inclemente en sus puntos de vista. No ve en el presidente Peña Nieto al hombre decidido y con poder para dejar la política en manos de alguien.
Y al hablar del papel de El Colegio de México en la vida educativa, lo es más:
— La Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo una serie de personajes nuevos que venían de El Colegio pero yo creo que de la Universidad Nacional sí se puede decir que juega un papel importante porque sí tiene influencia decisiva en México en general, pero El Colegio no es lo suficientemente grande ni tiene la suficiente fuerza para ser una entidad determinante en México, ni muchísimo menos.
Hace décadas, Segovia fue el precursor de los estudios científicos sobre las elecciones: inéditamente, usa en México métodos, datos y todo lo confronta con la realidad. Se nutre de la experimentada escuela francesa que otorga a las elecciones un lugar especial. En la Revista Foro Internacional y en la dirección del Centro de Estudios Internacionales deja una huella imborrable.
A sus ensayos suma con el tiempo una prosa política periodística, que irrumpe con irreverencia y elegancia en el medio de la ciudad de México. Escribe sin mancha, profundiza en los problemas, establece un estilo elegante y culto en el análisis crítico; no soslaya las necedades de los políticos, rechaza con agudeza a los que vulgarizan el oficio, reniega de la izquierda porque de ella supone naturalmente inteligencia y decencia, pero como concluyó por su experiencia en el PSOE Pérez Ruvalcaba, “no es verdad”.
Lo que sigue es el recuento personal de algunos tramos de la vida de uno de los grandes pensadores políticos del México contemporáneo. Segovia es lapidario en sus juicios. No se reserva nada de lo que piensa y deja caer sus frases sin prevención alguna. Leamos a un fanático de la conversación. Ya es hora. Usted inició su vida académica en México en El Colegio de México, ¿ Por qué se hizo politólogo?
Yo estudié educador y después politólogo pero creo que todo es lo mismo, no cambia mucho de ser un profesor a ser un politólogo. Porque un politólogo es alguien que se preocupa de la política pero que no es político y yo, personalmente, no me considero un político sino un hombre que estudia la política pero no voy más allá; no pertenezco ni he pertenecido a ningún partido, ni pretendo influir en la política.
Tengo muchos amigos políticos, como todo politólogo; muchos; y además de que son buenos amigos, están, yo no diría que en todos los partidos, pero casi. Por consiguiente, el politólogo, la política, se aprende de los políticos, fundamentalmente. No se aprende de los libros, bueno sí, en gran parte, pero fundamentalmente de la conversación con los políticos, el asistir a sus conferencias, a sus manifestaciones. La política es un aprendizaje bastante complicado.
¿ Como se involucró académicamente en la ciencia política?
Fundamentalmente por la historia, porque yo entré en El Colegio de México casi desde que llegué como historiador, ya que a eso me dedicaba principalmente. Y porque en El Colegio no había política propiamente dicha; pero de todas maneras ya la política estaba muy presente en México en ese momento y nuestra llegada al país, me refiero a los refugiados españoles en aquel momento, fue por una razón política, en primer lugar, porque nos corrieron de España, no había otra.
Y en segundo lugar porque en México la política en aquella época era el principio de lo que iba a ser el final del cardenismo, lo cual fue decisivo para el país por lo que se vivía en ese momento y para lo que estábamos haciendo como trabajo. Así que no tuvimos problema en ese sentido.
“Veo difícil que se imponga en México una fi gura dictatorial. En América Latina, que es tan mal gobernada en términos generales, tenemos sin embargo el ejemplo de Venezuela, que nos pone los pelos de punta”
¿ Por qué cree que no surjan, como usted decía, en etapas de crisis, “las mejores cabezas” para dilucidar las causas y las respuestas a la situación que vivimos? Algo tendrá que ver que en años y décadas recientes el periodismo ganó buenos comentaristas pero perdió científicos sociales lúcidos y creativos?