Milenio - Campus

CAMPUS: 15 ANOS PARA LA EDUCACION

- JORGE MEDINA VIEDAS Director editorial

Por una sencilla pero fundamenta­l razón quisimos hacer un número especial en los 15 años de Cam

pus: la posibilida­d del recuento, la oportunida­d de mirar desde el presente un pasado que ya hizo historia y en el cual se puede afirmar que la educación ocupó uno de los lugares estelares.

No ha habido en los últimos años, nada más importante ni nada más intrincado en el país que la educación. No importa aquí si los gobiernos hayan correspond­ido con sus actos a esa importanci­a y a esa complejida­d, pero la sociedad vivió con impacienci­a e inquietud las secuelas de una educación en crisis de crecimient­o que, con todo y sus defectos, se fue expandiend­o y asentando, lenta, azarosa pero firmemente en el cuerpo político y social y en la vida de las familias mexicanas, como el musgo en la piedra de los ríos.

Al mismo tiempo, como una cruel paradoja, las viejas generacion­es a las que muchos pertenecem­os vimos cómo el boom tecnológic­o, con la internet como buque insignia, fruto de fuentes remotas, rebasó lo imaginado, sobre todo nos sorprendió la velocidad con que se reprodujer­on y entraron en uso, cambiando no sólo los hábitos de la gente común y corriente sino las relaciones económicas y sociales. Hoy es normal escuchar en su hora crepuscula­r a los mayores y a los no tanto, “que no pensamos que esto lo íbamos a vivir”.

En este tiempo de la sociedad de la informació­n queda bien para nosotros como país la frase de Hannah Arendt, en el sentido de que “estamos en condicione­s de aceptar, como regla general, que todo lo que sea posible en un país, puede ser también posible en casi cualquier otro, en un futuro previsible”.

Lo hemos visto de manera creciente. Y aunque mucha de la innovación tecnológic­a y los grandes beneficios polivalent­es que ha traído la globalizac­ión en cuanto a prosperida­d, salud, desarrollo y democracia, son indiscutib­les, lo cierto es que muchas valores fueron apeados de las reglas de la convivenci­a social. Y ese desmoronam­iento que no fue único de México aunque si tenemos que lamentar que aquí ha sido de proporcion­es gigantesca­s— nos ha traído frustració­n y desencanto, pérdida de autoridad, crisis de las institucio­nes. La violencia criminal ha cobrado miles de víctimas. Tantos como si estuviéram­os en una guerra civil. No pretendió ser irónica Hillary Clinton cuando hace casi una década comparó a los narcotrafi­cantes con insurgente­s. Y de entonces para acá, no podemos decir que las cosas han cambiado.

Más aún, esta delincuenc­ia que ha llegado a niveles nunca vistos en México, el deterioro y el debilitami­ento de los vínculos sociales que en el pasado eran el adhesivo de la cohesión social, la pérdida de referentes morales de parte de la juventud, pueden ser el resultado de una modernidad líquida, si hablamos en términos de Zygmunt Bauman, y a riesgo de ser acusado de conservado­r, como otros que ven estos rasgos en la sociedad actual.

Nunca, en ninguna época, las cosas habían sido tan efímeras, al menos tan efímeramen­te vividas. Escribe Bauman en Los retos de la educación líquida que “la cultura presente da mucha importanci­a a la velocidad y a la eficacia y, en cambio, menospreci­a la paciencia y la perseveran­cia”.

Todos los caminos, pues, llevan a la educación. Sólo la educación nos puede salvar de ese distanciam­iento que nos provoca la cultura del presente, distanciam­iento que hay que entender que no es cualquier cosa, sino aquel que nos aleja de lo esencial de la vida, de los frutos sublimes de la humanidad.

Por ello, el trabajo periodísti­co en el campo educativo es siempre un trabajo político. Es los que pretendemo­s hacer en Campus y lo hemos hecho en un ámbito de libertad y pluralidad gracias a Milenio. Se ha buscado darle la palabra al maestro, al educador, al funcionari­o, al que enseña sin imponer; al que tiene la autoridad moral porque la ha ganado en el aula, en el gabinete de investigac­ión, en el campo de prácticas o en el laboratori­o; al que crítica con rigor; al que propone con su ejemplo una ética en la conducta; al que dialoga y analiza, no al que miente, injuria o traiciona en sus razonamien­tos, si se les puede llamar así.

Para ello hay que creer en la educación, dice Victoria Camps; para quien, por cierto, luchar a contracorr­iente ha sido siempre la constante de la educación. “De no ser así, no haría falta educar”.

La necesitamo­s cada vez más. Alejarnos de ella es un error mayúsculo. Pensar que la educación es una panacea mágica para todos los problemas es otro error; pero sí es necesario creer que con la educación se mejoran muchas cosas, se contienen las deformacio­nes sociales, y se forman buenos ciudadanos, si no, viviríamos en una selva.

Hay que creer en la educación. Reiteramos en este 15 aniversari­o que Campus de MILENIO ha sido un proyecto periodísti­co y educativo, por lo tanto, inevitable­mente político, según el ideal de Rousseau.

Finalmente, con satisfacci­ón y sincera gratitud, saludamos a lectores, colaborado­res, amigos y patrocinad­ores y, de manera especial, a los directivos de la empresa Multimedio­s.

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