LA IMPERTINENCIA DEL CAMBIO EN EL IPN
En 2014, el científico mexicano Enrique Fernández Fassnacht era secretario general ejecutivo de la ANUIES. Había dejado el cargo de rector general de la UAM, requerido por sus pares miembros de la Asociación y así, en nombre de las instituciones de educación superior del país, fue invitado a participar en el diálogo público del gobierno federal con la Asamblea General de Estudiantes ( AGE) del IPN, la representación del movimiento estudiantil que había obligado a renunciar a Xoloxóchitl Bustamante Díez, directora general, y mantenía en paro al Instituto desde hacía varios meses.
Aquel encuentro se celebró en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet, conocido como El Queso, el cual fue transmitido por el Canal 11 en vivo, y el diálogo estuvo marcado por la tensión del ambiente en la guarida guinda y la singular rudeza del lenguaje de los estudiantes.
Se trató de una experiencia única, tanto para el gobierno como para los estudiantes, cuyas voces críticas aunque inocuas de estos últimos, al final de cuentas, sirvieron para dar una idea de la complejidad del problema que enfrentaba el IPN.
En aquella farragosa y complicada discusión que duró semanas entre los estudiantes y el gobierno, el nombramiento del director no fue tal vez el más importante, pero sí uno de los puntos culminatorios del diálogo. Los estudiantes opusieron poca resistencia a quien se nombrara, pero de hecho, entre los que se mencionaban del grupo de funcionarios, nadie quería asumir el cargo. Se consideraba un “suicidio” político o por lo menos un error de quien lo aceptara. Lo hacían ver como si fuera un pasaje al infierno. Cuando se supo que el nombramiento recayó en Enrique Fernández Fassnacht, algunos de esos funcionarios gubernamentales sonrieron tapándose la boca. “Se sacó la rifa del tigre”, “lo querían fuera de la ANUIES”, “no va a durar tres meses”, fueron los augurios y comentarios sobre el nombramiento del Doctor Fernández.
Pues aquellos tres meses fueron tres años, lo que obligó a varios grupos a moverse furiosamente para impedir, primero, que tuviera éxito en su gestión, y segundo, la posibilidad de su ratificación. Trabajaron agresivamente en su contra. Algunos que lo conocían, lo hicieron desde el momento mismo de su nombramiento.
Por increíble que parezca, fuerzas internas y partidos políticos, particularmente Morena, ligados a sindicalistas y estudiantes del IPN, se empeñaron en obstruir el cumplimiento de los objetivos del movimiento encabezado por la AGN en 2014.
El movimiento, o los restos de ese movimiento, parecían luchar contra el propio movimiento. El activismo se dirigía contra sí mismo. Se puede pensar que se trata también de una paradoja pero no lo es. Los hechos son reveladores: en el IPN ni las fuerzas de izquierda ni los tradicionalistas de ambos sindicatos, el independiente y el SNTE quieren el cambio. Como los zapatistas auténticos, “hicieron un revolución para que nada cambiara”. Durante estos tres años lo demostraron. La coartada de su conservadurismo era Fernández Fassnacht. Éste, como Sísifo, lucho por llevar a cabo el Congreso, y estas fuerzas se opusieron. El director defendía las bases y los fundamentos del movimiento para la transformación del IPN y los sindicatos y miembros de la Asamblea se encerraban en su trece.
Ante la persistencia del di- rector, ante su afán de cambiar al IPN, las fuerzas tuvieron que reforzar sus acciones con el fin de no permitir que el cambio prosperara y el proceso se volviera irreversible. En 2106, pararon las vocacionales como una advertencia.
El legado
El director había presentado su Programa de Desarrollo Institucional 2105- 2018. En su gestión al frente del Instituto Politécnico Nacional ( IPN), la institución ingresó al Academic Ranking of World Universities.
Aumentó 11 por ciento el número de posgrados registrados en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( Conacyt).
Se incrementó 16 por ciento el número de académicos pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores.
Se aprobó el programa académico del Bachillerato General Polivirtual en la modalidad no escolarizada; además de la transferencia de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía.
Durante este periodo se autorizaron mil 837 investigaciones por más de 123 millones de pesos, lo que representó aumentos de 17.5 por ciento en proyectos, y 24 por ciento en el monto autorizado entre 2014 y 2017.
El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial le expidió al Politécnico 23 registros de marca y 40 de patentes, mientras que el Instituto Nacional del Derecho de Autor le entregó 378 certificados de obras.
En materia financiera, se logró subsanar la deuda del Impuesto Sobre la Renta que tenía la institución de los ejercicios 2010 al 2012, y mediante diversas gestiones en relación con la Cuenta Única de la Tesorería de la Federación, se consiguió el control absoluto de los ingresos excedentes, por citar algunos logros.
Como parte de las actividades que realiza la institución en apoyo a la sociedad, mediante las brigadas de servicio social comunitario, se llevaron a cabo acciones que beneficiaron a cerca de un millón 400 mil pobladores de comunidades con alto grado de marginación.
Moralización y dignificación
Pero uno de los resultados más importantes de la gestión del doctor Fernández fue la lucha por dignificar y moralizar el IPN. Ese fue en realidad su peor pecado: atentar contra los intereses patrimonialistas y la corrupción que por años y décadas se habían encostrado en algunos ámbitos del Poli. Una anécdota que revela esta realidad fue el caso de los exámenes
de admisión, espacio escolar que había servido en el IPN para el tráfico de influencias y el clientelismo de sindicatos y políticos de campanario. El director presentó al Consejo Consultivo del IPN una iniciativa de acuerdo en el sentido de que “al IPN ningún estudiante ingresara sin examen de admisión”. La propuesta fue aprobado por unanimidad.
En medio de aquella atmósfera gris déspota, como diría Saúl Below, el IPN vivió momentos de brillantez por la fortaleza moral de su comunidad y porque goza de los dotes naturales de una institución con tradición de grandeza.
Motivado por ello, Fernández Fassnacht asumió que el IPN reclamaba un cambio en sus organización y en su labor no quitó el dedo de ese renglón señalado por la comunidad. Pero eso implicaba afectar intereses y no paro en mientes en ello. Confrontó la tradición de un sindicalismo corrupto, los mecanismos torcidos en la administración escolar de la que se revelaron la venta de calificaciones, detuvo influyentismos y mecenazgos de algunos capitostes enquistados en las estructuras del Poli.
Actuó en congruencia como lo que ha sido: un científico, un político y un académico honesto. Punto. No hizo más que ser lo que es; pero en el IPN no es esa la línea de actuación que puede imponerse por ahora.
En realidad, a Enrique Fernández Fassnacht no le negaron la posibilidad de continuar al frente del IPN por provocar problemas sino por resolverlos.
“No le negaron la posibilidad de continuar al frente del IPN por provocar problemas sino por resolverlos”