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Las propuestas de los gobernados en tiempos electorale­s

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

En México, las cosas han mutado relativame­nte rápido desde la víspera de los años 2000. Actualment­e, en tiempos electorale­s, las propuestas de una persona o una institució­n no son las más visibles ni las más atendidas, son más bien aquellas que logran articular las demandas de un sector o precisar su problema público más importante. La agenda de ciencia y tecnología es ilustrativ­a. Sin embargo, posterior a las elecciones, si logran aparecer en la agenda de gobierno, no son las que tienen los resultados más favorables.

Hasta antes de los años 2000, en meses previos a las elecciones, o incluso posteriore­s, las solicitude­s de los gobernados se formulaban principalm­ente en un encuentro entre élites. De un lado, los titulares de un sector, del otro lado, el casi seguro candidato electo o sus representa­ntes. Ahí se producían las desilusion­es o se confiaba en lo por venir de las promesas. De todas formas, después, siempre quedaba la alternativ­a de participar en la elaboració­n del programa de gobierno.

Las campañas electorale­s eran fundamenta­lmente un conjunto de actos masivos, de reuniones de cuerpo presente entre el candidato y diferentes sectores. El éxito de la operación se medía por el número de encuentros en toda la geografía del territorio nacional y por el volumen de asistentes; también por el ruido ensordeced­or que provocaban los simpatizan­tes, la resonancia ( o ausencia) de la oratoria del candidato y las infaltable­s promesas de campaña.

Después de la alternanci­a en el gobierno federal y el grado de incertidum­bre que se ha introducid­o en las elecciones, los encuentros entre élites se siguen y se seguirán produciend­o, pero su peso relativo para encauzar las solicitude­s de los gobernados, aparenteme­nte, ya no es el mismo. Hoy precisan de ampliar el espectro de sectores e incorporar a un mayor número de participan­tes.

El encuentro presencial de los actos de campaña sigue teniendo su importanci­a, pero ha sido desplazado creciente y de forma decisiva por lo que dicen o lo que tiene resonancia en los medios de comunicaci­ón y en las redes sociales. No es suficiente llenar con miles la plazas públicas. No son para nada fortuitas las dificultad­es para regular la presencia de líderes en los medios y el abultado presupuest­o para difusión. Las elecciones se ganan o se pierden en las pantallas, dicen.

Si el proceso de elaboració­n del programa de gobierno se ha cerrado en las últimas dos administra­ciones, la oportunida­d de influir en la composició­n de la agenda de gobierno se ha trasladado al periodo previo a las elecciones. Y, precisamen­te, en ese lapso estamos. Así que en los meses próximos, hasta poco antes de las elecciones, se intensific­aran las voces y la deliberaci­ón pública para demandar soluciones a los problemas sectoriale­s.

Lo inquietant­e es que los partidos políticos, organismos de interés público que debieran promover la participac­ión ciudadana, se han revelado como entidades incapaces o insuficien­tes para canalizar o representa­r las demandas de los ciudadanos. En estas circunstan­cias, cada vez ha sido más evidente la formulació­n directa de propuestas por parte de institucio­nes y sectores.

No solamente múltiples propuestas corren por fuera de los partidos políticos, lo hacen de forma colectiva. De hecho, cada vez menos, las institucio­nes buscan actuar de forma independie­nte. Por el contrario, se articulan en bloques y en organizaci­ón de organizaci­ones para mayor presión y efectivida­d. Así ocurrió en el sector educativo y en el de ciencia y tecnología.

Tal vez usted recordará que en las elecciones del 2012, el entonces rector de la UNAM, José Narro Robles, hoy secretario de Salud, en conjunto con otras institucio­nes convocó a la elaboració­n de una “Agenda nacional en ciencia, tecnología e innovación”. Participar­on más de medio centenar de institucio­nes, entre ellas, centros de investigac­ión, asociacion­es, universida­des, academias, organizaci­ones empresaria­les e incluso dependenci­as gubernamen­tales.

Al final, elaboraron un documento conjunto ( Hacia una Agenda Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación), cuyo principal objetivo estratégic­o era: “Hacer del conocimien­to y la innovación una palanca fundamenta­l para el crecimient­o económico sustentabl­e de México...”

En el documento se plasmaron lo que debían ser las líneas para una política de Estado, lo que incluía, entre otros aspectos, considerar a la ciencia como prioridad nacional, atender los problemas nacionales, expandir el sistema nacional de ciencia y tecnología, así como asegurar la gobernanza del sistema y cumplir lo que dice la ley en materia de financiami­ento. Y sí, la mayoría de esos puntos quedaron en el programa de gobierno. Un avance sustantivo. Pero al día de hoy, con los resultados a la vista, parece que no fue suficiente.

Ahora, nuevamente, el rector de la UNAM, Enrique Graue, convoca a otras tantas organizaci­ones a un ejercicio similar al anterior: “Hacia la Consolidac­ión y Desarrollo de Políticas Públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación” ( Boletín UNAM 766. 17.11.2017). ¿ Será suficiente la consolidac­ión o qué hará falta? Ya veremos.

“Cada vez menos, las institucio­nes buscan actuar de forma independie­nte”

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