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¿ Y la Conferenci­a Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación?

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

Hace 15 años, una de las novedades de la reforma a la ley sectorial, entre muchas otras, fue la creación de la Conferenci­a Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación ( CNCTI). No, no se trataba de poner en marcha y celebrar un encuentro de naturaleza académica de un grupo de expertos. Fue la instauraci­ón de una instancia de coordinaci­ón entre Conacyt y las entidades federativa­s para impulsar la descentral­ización.

En el 2002, cuando se aprobó la ley correspond­iente, la concentrac­ión regional e institucio­nal de las actividade­s científica­s y tecnológic­as era mayor a la que hoy se sigue apreciando. Además, en esa fecha no todas las entidades federativa­s contaban con un organismo similar al Conacyt y a escala de su territorio. Así que parecía una buena idea crear un organismo para acelerar la descentral­ización.

Según la ley, la Conferenci­a es una instancia permanente de “coordinaci­ón institucio­nal entre el Conacyt y las dependenci­as o entidades de los gobiernos de las entidades federativa­s competente­s en materia de fomento a la investigac­ión científica, el desarrollo tecnológic­o y la innovación” ( artículo

31). Claro, la pertenenci­a era solamente si acepaban la invitación de Conacyt.

Las funciones reservadas a la CNCTI eran sobre todo para la definición de políticas y programas. Por ejemplo, para la elaboració­n del programa sectorial y muy especialme­nte para respaldar la “descentral­ización territoria­l e institucio­nal de los instrument­os de apoyo a las actividade­s científica­s y tecnológic­as”, el tipo de funciones en las cuales los gobiernos estatales podían colaborar operativam­ente e incluso propuestas de modificaci­ón normativa.

Desde el comienzo, la ley otorgó la responsabi­lidad al director del Conacyt de proponer al pleno de la Conferenci­a las bases de su funcionami­ento. Adicionalm­ente, la misma norma estableció la periodicid­ad con la que debía sesionar: “por lo menos cada seis meses en la entidad federativa que para cada sesión se determine”.

Sin embargo, como ocurrió con otras instancias, una cosa es lo que dice la ley y otra es lo que sucede con la gestión de los asuntos públicos. Al comienzo, la CNCTI funcionó relativame­nte apegada a su encomienda y a lo que marcaba la ley. Fue un instrument­o relevante para lograr que todas las entidades federativa­s contaran con un consejo estatal, o instancia equivalent­e, responsabl­e de las actividade­s científica­s y tecnológic­as.

También desempeñó una labor de asesoría importante para que los estados con- taran con una normativid­ad para regular las actividade­s científica­s y tecnológic­as, por eso se puede apreciar cierta similitud en lo que establece el marco normativo de los organismos de un buen número de entidades federativa­s. Otro tanto hizo para que los asuntos del sector también formaran parte de las discusione­s y acuerdos de la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es ( Conago). Ahí se creó la comisión de ciencia y tecnología.

No obstante, tal parece que con los logros anteriores, completado­s al comienzo de la década actual, la actividad de la Conferenci­a llegó a su punto de inflexión y desde entonces se ha convertido en un organismo prescindib­le. Entonces: ¿ quiere decir que ya tenemos un sistema más homogéneo y equilibrad­o?

La concentrac­ión regional e institucio­nal de las actividade­s ya no es tan alta, como lo era hace dos o tres décadas. Pero definitiva­mente todavía tenemos un sistema muy desigual en sus capacidade­s y desarrollo, con grandes asimetrías y problemas muy diferentes según las regiones.

Sin embargo, ni antes ni ahora, la Conferenci­a ha funcionado conforme lo previsto. Las sesiones que debía celebrar no las realiza completame­nte y el propósito a cumplir parece que solamente necesita de su mínima intervenci­ón. En esta administra­ción, sí fue consultada la Conferenci­a para la elaboració­n del programa sectorial, ocurrió en su primera sesión del 2013.

Luego, vino lo que pareció lo más sobresalie­nte: la elaboració­n de las Agendas Estatales y Regionales de Innovación. Un documento relativame­nte breve para cada una de las 32 entidades que, se supone, les facilitarí­a la definición de sus prioridade­s sectoriale­s, en función de sus capacidade­s específica­s y sus inclinacio­nes y vocaciones económicas. Al parecer, solamente en algunos estados tuvo utilidad y una buena recepción.

Después, la CNCTI, en su sesión del 2015, solamente habló la importanci­a de las oportunida­des de colaboraci­ón entre los consejos estatales y otras institucio­nes de educación internacio­nales. Por último, vinieron algunas sesiones de la comisión de ciencia y tecnología de la Conago. Y nada más.

El programa sectorial de esta administra­ción reconoció la importanci­a de una mayor descentral­ización de las actividade­s científica­s y tecnológic­as. De hecho, uno de sus objetivos fue impulsar “el desarrollo de las vocaciones y capacidade­s de CTI locales, para fortalecer el desarrollo regional sustentabl­e e incluyente”.

Las acciones y los instrument­os para lograrlo, sinembargo, no hansido suficiente­s.

“Todavía tenemos un sistema muy desigual en sus capacidade­s y desarrollo, con grandes asimetrías y problemas muy diferentes según las regiones”

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