MÁS RAZONES Y EVIDEN
Desde Hernán Cortés hasta José López Portillo, pasando por estudiosos del lenguaje castellano de todos los continentes, debió quedarnos claro ya que la ciudad se llamaba México
Quien fuera investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y director de la Academia Mexicana de la Lengua ( 2003- 2011), distinguido en 2008 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura, el lingüista José G. Moreno de Alba ( 19402013), advirtió lo siguiente en 2000, a propósito del necio uso español “Ciudad de México” para nuestra capital: “No conozco decreto ni ordenamiento alguno de autoridades competentes que señale que el nombre oficial de la capital del país es el de Ciudad de México”. ¡ Ni siquiera de autoridades incompetentes, habría que añadir! Y es que hasta el 5 de febrero de 2017 no lo había.
¿ Cuáles son los nombres de los lugares donde Antonio López de Santa-Anna firmó sus manifiestos y otros documentos oficiales? Entre otros, “México”, “Chihuahua”, “San Luis Potosí” y “Veracruz”, donde todos corresponden a ciudades así llamadas. En ningún momento los suscribió en “Ciudad de México”, Ciudad de Chihuahua”, “Ciudad de San Luis Potosí”, “Ciudad de Veracruz”, porque el sustantivo genérico “ciudad” no forma parte de las denominaciones oficiales de dichos lugares. Incluso cuando Santa- Anna los suscribe en el “Puerto de Veracruz”, el sustantivo “puerto” no forma parte del nombre propio: es un sustantivo común, y lleva mayúscula por ser inicio de frase.
En El nuevo Bernal Díaz del Castillo o Historia de la invasión de los anglo- americanos en México ( México, 1847), el título de este libro de Carlos María de Bustamante se refiere al país, pero el pie de imprenta nombra la capital que es “México”. Pese a que, en ese entonces, era muy frecuente el uso de las mayúsculas incluso en sustantivos comunes, es revelador que jamás utilice el falso topónimo “Ciudad de México”, sino el correcto “México”, para referirse a la capital del país.
En la primera página, después de la dedicatoria, el autor alude a los enemigos: “una horda de poblanos guías de ese ejército, que se esmera en desarrollar su inmoralidad, y [ que] como descendientes legítimos de los antiguos tlaxcaltecas conservan todavía el odio que mostraron en la toma de México al servicio de Hernán Cortés”. Con “la toma de México” por Hernán Cortés, con la ayuda de los tlaxcaltecas, se refiere Bustamante, como es obvio ( y como lo sabe cualquiera que conozca lo básico de la historia de México), no al país, sino a la capital del Imperio mexica: Tenochtitlan o México- Tenochtitlan. En el libro, queda muy claro cuándo el autor se refiere al país y cuándo a la ciudad capital, pero, en algún momento reproduce una sentencia marcial contra el coronel Joaquín Rangel y el documento comienza así: “En la ciudad de México, a los 27 días del mes de Junio de 1845, reunidos en la primera sala de esta suprema corte marcial”, etcétera, y concluye del siguiente modo: “México, Junio 28 de 1845, José María de Salas, oficial mayor”.
Queda claro, y en perfecto contexto, que la expresión perifrástica “la ciudad de México” únicamente tiene el propósito de precisar que la corte marcial se reunió en la capital del país y que la sentencia se emitió en dicha ciudad. Precisado esto, el oficial mayor certifica la autenticidad del documento y lo hace en “México” ( la ciudad capital) un día después. Incluso puede observarse que “Junio” lleva mayúscula inicial, como se acostumbraba entonces con los nombres de los meses, pero el sustantivo “ciudad” conserva la minúscula que le corresponde como sustantivo común que no forma parte del nombre oficial de “México”, capital de la nación mexicana.
Esto prueba que, histórica y ortográficamente, nunca la capital del país se llamó “Ciudad de México”, sino a partir de la muy reciente reforma política del Distrito Federal. Antes siempre fue “México” o bien “México, D. F.”, y aunque muchos españoles, desde hace años, se adelantaron a la denominación “Ciudad de México”, producto de la traducción del anglicismo “México City”, cuando solían decir “Voy a Ciudad de México” o “me encuentro en Ciudad de México”, estaban en un error, y sólo a partir del 5 de febrero de 2017 ya están en lo correcto, pero, ¡ paradójicamente!, ahora quienes caen en un error son los propios funcionarios y empleados del “Gobierno de la Ciudad de México”, que así escriben, ¡ oficialmente!, la denominación institucional, siendo que, por lógica, por gramática y por ortografía, debiera ser “Gobierno de Ciudad de México”, sin el artículo determinado (“la”) que únicamente se utilizaba cuando se anteponía al sustantivo común “ciudad”, el cual deja de tener sentido en el momento mismo en que “México” o “México, D. F.” se convierte en “Ciudad de México” y el sustantivo “Ciudad” pasa a ser parte del nombre propio de la capital del país.
En el facsímil de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ( 31 de enero de 1917), promulgada en Querétaro, en el artículo 44 leemos, textualmente: “El Distrito Federal se compondrá del territorio que actualmente tiene”. Como integrantes del Congreso Constituyente, suscriben el texto Ignacio L. Pesqueira, Lauro López Guerra, Gerzain Ugarte, Amador Lozano, Félix F. Palavicini y otros ocho diputados del “Distrito Federal”. En los artículos 27, 52, 56, 73, 89, 104, y en el sexto transitorio, se hace mención del “Distrito Federal”, del “Gobierno del Distrito Federal” y del “gobernador del Distrito Federal”, y ¡ la única mención específica! a la sede de los poderes federales con el sustantivo propio “México” está en el artículo 73 ( IV- 5 ª ) en el siguiente contexto: “El Ministerio Público en el Distrito Federal y en los Territorios estará a cargo de un procurador general, que residirá en la ciudad de México” ( con artículo determinado y con minúsculas en el genérico “ciudad”, tal como corresponde a un sustantivo común que no es parte integrante del nombre propio “México”). Más claro no puede ser. Que luego, en el artículo 44 de nuestra carta magna, y aún antes de la reforma política del Distrito Federal, se diga, textualmente, “la Ciudad de México es el Distrito Federal” ( con mayúscula en el sustantivo común “ciudad”), revela más bien el abismo cultural que hay entre los legisladores del Constituyente de 1917 y los legisladores que vinieron después.
Una ciudad llamada México ¿ Y qué dice la Ortografía básica de la lengua española ( que, como ya informamos, se publicó en 2012) en su apéndice correspondiente a la “Lista de países y capitales, con sus gentilicios”? Dice lo siguiente: “México.
País de América. Cap. México D. F.” y “México, D. F. Capital de México”. Más claro no puede ser. Nos acostumbramos a decir y a escribir “la ciudad de México” no siempre conscientes de que el nombre propio de la capital del país no era ni “la Ciudad de México” ni mucho menos “Ciudad de México”, sino “México, D. F.”. En textos tan antiguos como los Documentos cortesianos que estudió, reunió y prologó el invaluable José Luis Martínez, podemos ver, como lo demuestra la paleografía, que la perífrasis “la ciudad de México” ( con artículo determinado y con minúscula inicial en el sustantivo “ciudad”) ya la usaban Hernán Cortés y sus hombres en el siglo XVI, únicamente cuando se hallaban en la necesidad de precisar que se referían a la metrópoli y para destacar, ante sus superiores, que el lugar tenía justamente la categoría de “ciudad”, de gran conjunto de edificios y densa población; en otras palabras, para precisar que no se estaban refiriendo a un pobre o raquítico asentamiento humano. Decir y escribir “México” era referirse a dicha metrópoli ( pues así se llamaba), con la variante coloquial “la cibdad de México” ( y en la escritura siempre aparece el término “cibdad” en minúsculas, como corresponde a un sustantivo común que no forma parte del topónimo: igual que decir y escribir “la cibdad de León” o “la cibdad de Toledo”).
En las “Declaraciones de Martín Vázquez” ( tomo II de los Documentos
cortesianos, FCE, 1991), fechadas en “México, 9 de mayo de 1534”, leemos lo siguiente [ respetamos la ortografía
original]: “Dijo ques provechoso el poblar esta cibdad por las cabsas en la pregunta contenidas, e porque si no se poblara, siendo como era cosa fuerte y en el agua, podiera haber bollicio e alteración en los naturales, porque tiene esta cibdad partida su fuerza e cabecera, e ansí la nombran México”.
Dice el declarante: “e ansí la nombran México”. Tal era el nombre de la metrópoli: “México”. Ahora es el infortunado “Ciudad de México”, como si la capital de una nación pudiera ser otra cosa diferente a una “ciudad”, a una “urbe”: ¿ acaso un pueblo, una ranchería, una aldea? De acuerdo con la Ortografía básica de la lengua española, antes del 5 de febrero de 2017, únicamente una nación tenía como capital una urbe que en su nombre propio incluía el término “Ciudad”: “Ciudad de Guatemala”, capital de “Guatemala”. Ahora, tristemente, ya son dos.
En los Apuntes para mis hijos, Benito Juárez, prefiere referirse siempre a la “Capital de la República” o simplemente a la “Capital”, y cuando opta por el nombre propio ( podemos apreciarlo perfectamente en su caligrafía) escribe “la ciudad de Méjico”: con artículo determinado y con minúscula inicial el genérico “ciudad”, como corresponde a un sustantivo común. Juárez sabía, perfectamente, que el nombre de la capital mexicana era “Méjico” ( o “México”), no “Ciudad de Méjico”. Si vamos a las páginas de la Enciclopedia parlamentaria de México veremos que, en los siglos XIX y XX, prácticamente todas las leyes promulgadas en la capital del país, están fechadas al pie junto al nombre propio “México” o bien “México, D. F.”. En la época moderna ( presidencias sexenales), Lázaro Cárdenas, Miguel de la Madrid Hurtado y Ernesto Zedillo Ponce de León siempre firmaron sus decretos y leyes en “México, D. F.”; Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés en “la ciudad de México, D. F.”, y Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo en “la ciudad de México, Distrito Federal”. ( Nótese que jamás utilizaron la mayúscula inicial en el sustantivo común “ciudad”, puesto que sabían que este genérico no formaba parte del nombre propio de la capital del país.)
Las cosas se comenzaron a echar a perder con Carlos Salinas de Gortari, quien firmaba los decretos y leyes en “la Ciudad de México, Distrito Federal”, porque suponía que el sustantivo “Ciudad” era parte del nombre propio de la capital del país. Luego Vicente Fox y Felipe Calderón lo imitaron, y así, por ejemplo, en la reforma constitucional de 2002, Fox y Santiago Creel Miranda ( secretario de Gobernación) firman en “la Ciudad de México, Distrito Federal”, y en las reformas constitucionales de 2007, 2008, 2009, 2010 y 2011 Calderón y Francisco Javier Ramírez Acuña, Juan Camilo Mouriño Terrazo, Fernando Francisco Gómez Mont Urueta y José Francisco Blake Mora ( secretarios de Gobernación, cada uno, en su momento) hacen lo mismo ( en “la Ciudad de México, Distrito Federal”), para, finalmente, desembocar con Enrique Peña Nieto quien, con Miguel Ángel Osorio Chong ( secretario de Gobernación), firmó sus reformas constitucionales en “la Ciudad de México, Distrito Federal” y a partir de 2016 simplemente en “la Ciudad de México”. Echaron a perder el país... y la ortografía.